por Michèle Croquevielle
Queridas y queridos lectores
Con este 3er número de nuestra revista Existencia, hemos querido honrar una parte de nuestra vida, quizás la más dolorosa, aquella que muchas veces queremos evitar, hacer un atajo para no transitarla. Sin embargo, como país hemos sido testigos que esa parte no se puede eludir. Me refiero a la angustia, el sufrimiento y la finitud que muchas veces la vida nos depara, especialmente cuando no tengo el equipamiento necesario para esa travesía.
¡Qué meses tan intensos han sido estos últimos! Se conmemoran 40 años de aquel fatídico día en que nuestro querido país se quebró. Cuarenta años…cuarentena. ¿Habremos estado en cuarentena todos estos años? ¿desconectados de nosotros mismos, de nuestros miedos, dolores, angustias, recuerdos insoportables, que debimos aislarnos de ellos? ¿Es que ahora “salimos de la cuarentena”? Intento explicarme lo que ha estado ocurriendo en la TV, en radios, diarios, conversaciones, y sólo así me lo explico: para poder tener la capacidad de soportar (sí, es una capacidad) algo tan tremendo como los relatos de los que nos hemos enterado, requeríamos sentirnos con la fuerza y sostén necesarios para luego poder decir: Sí, así fue, así ocurrió. Qué brutal el impacto. Qué desgarradores relatos tan dolorosos.
¿Cómo, quienes padecieron directa o indirectamente, pudieron soportar algo así? y ¿cómo nosotros como país ahora lo podemos aceptar? Debo aclarar que Aceptar no significa que me guste ni que esté de acuerdo. Aceptar sólo es la constatación que eso ocurrió, que fue real. Sólo luego de aceptar, puedo hacer algo con ello, cambiarlo, y al parecer lo estamos haciendo: decir (gritar más bien) a los cuatro vientos: ¡Nunca Más!
Sin embargo, en esto también ha habido otro tipo de víctimas: víctimas de sí mismos. ¿O no es así cuando cometemos errores – pequeños o inmensos – y no considerar las consecuencias en los otros? Es muy doloroso cuando nos enfrentamos a nosotros mismos frente el dolor que le causamos al otro, y como lo describo en el artículo “El Arrepentimiento y el Perdón, la elección de Mí mismo”, es una dolorosa pérdida sólo recuperable a través del arrepentimiento y si es posible, del perdón. Sólo quien se tiene a sí mismo, muy cerca de sí, siente el sufrimiento que causa ese actuar ajeno a sí mismo, y por lo mismo, el arrepentimiento es un recuperarse, un “volver a casa”, y un re-aparecer esencialmente frente al otro herido.
Estos meses que siguen, continuarán siendo muy movidos. Tenemos una elección ad-portas, donde deberemos decidir qué es lo que quiero para los próximos 4 años. Y en cada elección, también algo mío elijo. Elijo aquello que más me representa, aunque tan sólo sea el hecho de votar o no hacerlo, pues con ese acto estoy también diciendo, transparentando algo de mí, frente a mí y frente a los demás. ¡Una vez más lo dialógico se nos aparece! Nada que yo haga es neutro, siempre tendrá consecuencias, siempre afectará a ambos lados de la existencia (de ahí lo dialógico): el lado propio, personal, interno, y el lado del otro, lo externo, el mundo.
Además de las elecciones viene el fin del año, el fin de un ciclo.
La finitud, para la gran mayoría puede también ser algo angustiosa. Cuando se trata del enfrentar un diagnóstico atemorizante, por ejemplo, o cuando es el año y sus posibilidades el que acaba. ¿Cómo hago para su mejor transitar en ese trayecto vital? Damián nos ofrece un conmovedor relato de su acompañamiento en pacientes con cáncer (“Caminando por la Incertidumbre”), donde la humildad del acompañar, la paciencia y apertura serán esenciales para que este camino sea con sentido.
Pero la finitud también nos conecta con los rituales. Constanza desarrolla una muy enriquecedora re-mirada y re-significación a los ritos que tanto se nos aglutinan en esta época (“Fin de año y rituales: Una pausa en el camino”). Recuperar el sentido de los rituales (cualquiera sean ellos, compartidos o personales, preexistentes o creados por cada uno) pienso que nos puede ayudar a finalizar este año con un bello cierre, necesario para estar preparados para el nuevo ciclo que comienza.
“Amantes y enemigos”, de Rosa Montero, es el libro que reseña Rita, y que nos colaborará a finalizar este año con la consciencia de los encuentros y las despedidas para este fin de año y comienzo del 2014. Cómo y qué es de ese ritual que llevamos muchas veces de manera autónoma, inconsciente, que es saludar y despedirme, felicitar o lamentar a y con otro, escribe Rita.
Finalmente, quiero rendir un humilde homenaje, hacia aquellas y aquellos que fueron víctimas durante la dictadura, con esta flor cogida del jardín, que desde su sencillez y simpleza, cada año me vuelve a recordar que la vida está allí, siempre esperándome, siempre posibilitándome el reencuentro contigo y conmigo.
Amigas y amigos, los invito a recorrer las páginas de esta revista, y a preparar el cuerpo, la psique y el espíritu para que podamos llegar a fin de año sin cuentas pendientes, sin dolores arrastrados, y con las piernas fortalecidas y la frente despejada, de quien camina recto. Vacíos pero fértiles, preparados, abiertos para lo que nos sorprenderá el 2014.
Michèle Croquevielle
Directora
PD: Están invitados a un seminario-taller que realizaremos el 5 y 6 de enero: ¿Vivo mi vida con mi consentimiento personal?; y también recordarles que están abiertas las postulaciones a nuestros Postítulos 2014
Y estamos recibiendo sus artículos para los próximos números. ¡Hagamos comunidad!
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