Esta película trata la vida de la escritora Virginia Woolf y el cómo ella habría escrito su libro “La señora Dalloway”, que versa sobre la vida y los cuestionamientos existenciales que surgirían en este personaje, que no distan de los cuestionamiento existenciales vividos por la propia autora.
Virginia, es una mujer apasionada e intensa, amante de la vida agitada de Londres, sin embargo se ha visto confinada a vivir en un pueblo cercano a esta gran ciudad, debido a sus dos intentos de suicidio anteriores, además de las alucinaciones, estados de inconsciencia e ideaciones suicidas reiteradas. Este retraimiento forzoso de su vida citadina, realizado por su esposo a pedido de los médicos tratantes, le causa un profundo sufrimiento y melancolía.
¿Qué le causa esta desazón?, si su marido por amor la ha alejado de las causas de su sufrimiento, ¿qué sucede que ella aun cuando vive una vida apacible ahora, no logra estar tranquila consigo misma?. Casi al final de la película, ella se escapa de la vigilancia de su marido y se dirige a la estación de trenes, siendo encontrada por su esposo, quien le dice deben volver al hogar: “la ama de casa ha preparado la cena y es nuestra obligación ir a comer su comida”, ante esto ella se rebela, alza la voz y señala: “¡no existe tal obligación!”, mostrando la sensatez por sobre el lenguaje sumiso de la vida cotidiana, desprendiéndose de la falacia que representa el vivir en una estructura social y el sentido de orden interno que éste debe proveer. Si bien, pudiera ser una frase muy común y corriente, sin embargo, no lo es para ella, quien debido a su enfermedad no ha podido ejercer el dominio de su ser, debiendo someterse a estas “correcciones” de su vida, de acuerdo a la visión de “salud” de sus cercanos y médicos.
En la niñez estamos a cargo de los adultos, en la adolescencia estamos comprendiendo quiénes somos, tratamos de diferenciarnos de nuestros padres, y tratar de encontrar nuestra propia identidad. Sin embargo, en la madurez ya hemos podido vernos y encontrarnos, sabemos qué queremos de nosotros, podemos decidir respecto de lo que concierne a nuestra propia vida, por lo tanto, qué pasa cuando no podemos ejercer el dominio sobre nosotros mismos, cuando se nos es impedido, cuando por ejemplo, tenemos una enfermedad, ¿perdemos nuestra capacidad de ser quiénes somos?, ¿perdemos la facultad de decidir qué es lo mejor para nosotros?. Si por el contrario, no tuviéramos una enfermedad, pero lo que queremos ser no es “correcto” respecto de lo que “debiera” ser, ¿debemos mantenernos acorde a las exigencias externas?.
Siguiendo con la escena, el esposo le explica lo que ha sacrificado por su salud, ha debido trasladar la imprenta a este pueblo para mantener su trabajo, le dice: “podría decir que estás siendo malagradecida”, mientras ella le responde: “cómo puedo ser malagradecida cuando mi vida ha sido robada de mí”…“vivo una vida que no deseo vivir”. Esta frase, es una muestra profundamente conmovedora, de cómo se puede sufrir cuando se le quita a alguien la autoridad respecto de sí mismo, lo que cree y siente no es validado, no es tomado en cuenta, no puede decidir sobre sí misma, “debe ser difícil para una mujer con tu talento no poder ser la mejor juez de ti misma”, le dice su marido, ella se muestra frustrada e impotente. Cuando ella le insiste a su esposo sobre la idea de volver a Londres, él le responde: “es la enfermedad hablando, no eres tú Virginia”, a lo cual ella le responde: “¡ES MÍA… ES MI VOZ!” con un grito desgarrador, que sale de las cavernas de su ser, un clamor que pide ser escuchado y validado por otro. Qué perjuicio puede ser más grande que no se le permita a alguien ser quien más sabe de sí, ser el dueño de sí mismo. En este caso, aun cuando ella sabe el valor de sus sentimientos y de su sufrimiento, cuando no es posible expresarlo, ponerlo afuera y que sea acogido por otro, no puede hacerse real, su sentimiento de validez no se puede consumar.
Virginia, durante el transcurso de la película, muestra cómo se siente excluida de la vida, excluida de vivir lo que cree y quiere vivir. Personalmente me estremece la totalidad de esta escena, ver cómo el ser, la persona, la esencia siempre está presente, cómo puede por momentos estar escondida detrás de una enfermedad, síntomas o coping, sin embargo, siempre está ahí para recordarle a la persona quién se es. Por otro lado, nos invita también a ser conscientes de permitirnos ver primero al otro, antes que sus síntomas, rasgos o trastornos y confiar en su esencia o en su capacidad de decidir y responder por sí mismo, ser el adulto que se es, dar u otorgar valor a la experiencia de ser sí mismo.
Al finalizar esta escena, ella le dice a su marido: “lucho sola en la oscuridad, en la profunda oscuridad, sólo yo sé, sólo yo entiendo mi condición, tú vives con la amenaza de mi extinción, pues yo también vivo con ella…es mi derecho, derecho de todo ser humano…”, a poder elegir la vida que quiere vivir. Ante tal revelación de su ser, su esposo, con el dolor que significa enfrentarse, soltar y aceptar la realidad que le muestra Virginia, accede a trasladarse a Londres, en ese momento ella le dice: “no se puede buscar la paz, evitando la vida Leonard”. Es decir, es necesario enfrentarse a lo que la vida propone, a lo que podemos hacer con nuestras condiciones, tanto internas como externas y encontrar la paz en la confianza que se puede vivir así como somos, para que así mismo, guste vivir y la vida tenga sentido.
Virginia Woolf se suicida 10 años después en Londres, no sin antes dejar una carta agradeciendo a su marido por la felicidad vivida junto y gracias a él.