Fin de año y rituales: Una pausa en el camino


Por Constanza Iturriaga

¿Qué es realmente lo que hacemos año a año al repetir una festividad? ¿Podríamos aún hablar de rituales?

En tiempos como los de hoy, resulta extraño proponer que lo que hacemos cada final de año pueda ser considerado como un ritual. Sin embargo, año a año, repetimos las mismas acciones: vamos arreglando nuestras cuentas, preparando vacaciones, pensando en regalos para navidad, organizando panoramas de año nuevo, etc. Aprovechando la tradición anual, los medios publicitarios comienzan ya en octubre a bombardearnos con avisos navideños, ofertas, promociones. La decoración en las calles también comienza temprano, y hasta el último día podemos ver supermercados llenos, gente corriendo, trabajadores con jornada alargada, y otras cosas que anuncian que el fin del año se acerca. Sea lo que sea, es un momento en que la rutina no funciona tan como de costumbre.

Desde mi punto de vista, los hechos que mencioné arriba son sólo una consecuencia. Una consecuencia de las tradiciones que socialmente se repiten sin mucho cuestionamiento, año a año. En especial, con respecto al Año nuevo y Navidad, hay siempre mucho revuelo. Pero ¿hay un significado con sentido en estas fechas? Pienso que para cada persona es distinto. A mí personalmente, me ha costado trabajo ver en las tradiciones algún sentido trascendente. Durante mucho tiempo las he considerado sólo como una fecha más en el calendario. Un día como cualquier otro que la publicidad se ha encargado de exaltar.

Personalmente, sólo vi esto de un modo distinto hace un par de años. Mi hijo menor había nacido hace poco, y esta vez quise tener una navidad tranquila con mis hijos. No quería tener que ver con las filas largas en los malls, las compras desenfrenadas, y las cenas familiares masivas. Tenía ganas de tener una tarde y noche bella para sólo nosotros en nuestro nuevo hogar. Decoramos la casa sin mucha “parafernalia”, con velas y una cena rica, y conversamos largamente con mi hijo (9 años) en la terraza sobre la vida. Estando allí, absolutamente en el presente y disfrutando de ese momento me sentí contenta. Me di cuenta que eso que estábamos haciendo estaba perfecto, que tenía sentido. Pero no fue el día de navidad el que lo hizo especial, no fue una fecha marcada como calendario lo que le dio el significado y sentido.

Es que aquello ya es un “ritual”. Es un momento, que siendo como cualquier otro, pasa repentinamente a ser algo distinto, algo “especial”. Y sólo adquiere esta especialidad porque le doy esa intencionalidad. En este proceso se puede convertir una tradición aparentemente vacía, en algo propio y personal. Entonces cobra, para mí, sentido y significado. No se trata tampoco de hacerse parte de una tradición simplemente por seguir a los demás. Se trata de darle un sentido e intención a un momento cualquiera –si es que se siente como necesario-, en el que lo hago propio, y me relaciono con esa fracción de mi tiempo de modo distinto al que me relaciono con mi tiempo rutinario.

Pienso que esta relación de uno mismo con el tiempo rutinario, y el quiebre de este tiempo en un tiempo “ritual” –por llamarlo de alguna manera-, es algo necesario e importante. Desde mi vivencia personal, lo considero así ya que es en estos instantes cuando podemos hacer una pausa, un alto. En la vivencia del tiempo rutinario nos movemos “homogéneamente”. Pasamos de un lado a otro, y vivimos días y semanas como si fueran todos iguales. Y sin embargo, los rituales parecen ser necesarios. Tanto cuando empiezo algo, como cuando lo termino, hacer estos pequeños altos en el camino, me ayudan a tomarle el peso a lo que voy haciendo/decidiendo. El tiempo en ese instante –en el instante ritual, pasa a ser algo “otro”. Algo “especial”. Y esa vivencia del tiempo distinto no tiene que ver con la fecha marcada como feriado en el calendario, ni con las campanadas de las 12 de navidad o de año nuevo, ni tampoco con un cumpleaños.

Con respecto a esta vivencia del tiempo distinto, ha sido de mucha ayuda para mí la relectura del autor Mircea Elíade. En su libro “Lo sagrado y lo profano”, Elíade menciona ejemplos de pueblos orientales y occidentales donde ocurre lo mismo: la vivencia del ritual como columna vertebral y estructura de una sociedad. En las sociedades creyentes los rituales constituían la forma humana de “volver a crear el mundo” que fue creado anteriormente por los Dioses. Allí los ritos se tornan necesarios ya que sólo en la medida que el hombre puede “volver a crear el mundo” puede realmente habitarlo. Cuando tomamos cualquier fecha y le damos una intención especial, un sentido y significado, hemos hecho sin darnos cuenta, un proceso bien similar: Hacemos un alto en nuestra vida funcional, reflexionamos sobre lo pasado, tomamos el peso de las elecciones que hemos hecho observando nuestro presente. Volvemos a nuestra rutina con una perspectiva renovada que nos permite volver a apropiarnos de nuestro modo de estar en el mundo. No importa entonces si lo interpretamos desde la antropología, la filosofía o la psicología: ¿no constituye en cualquier caso, la vuelta a tomar posesión y posición en nuestra vida? Por eso el sentido estructurador: no es que luego de un ritual las cosas se vuelvan distintas, y yo genere un gran cambio en mi vida. Es simplemente un momento en el que por mi intención, yo puedo observar y observarme. Tomar un poco de distancia y sentir dónde necesito un ajuste y dónde estoy bien. Entonces podemos volver a la interpretación de los ritos como “columna vertebral”. Tal como un quiropráctico, en cualquier ritual con sentido podemos ver dónde están estos huesos mal encajados, y dónde no he tenido problemas.

No quisiera finalizar sin hacer estas palabras algo más concretas. Bajar el tema ritual de la nube teórica y mostrar cómo esto se da comúnmente sin que casi lo advirtamos. Tomemos por ejemplo, la noche de año nuevo. Dependiendo del círculo en el que nos movamos, vamos o bien a salir con amigos toda la noche, o a tener una cena familiar, o a pasar una velada tranquila con mi pareja y abrir una champaña a las 12. ¿Por qué todos nos abrazamos a las 12? ¿Por qué alguna gente llora y se emociona tanto? Algo pasa allí. De repente sin que nos demos cuenta, comienzan a haber emociones (nuestras o de quienes nos rodean), y el tiempo vivenciado en ese momento es distinto de lo que fue mi rutina diaria en todo el año. Algo de ritual mantiene ese simple hecho, quizás esas lágrimas puedan evocar algo del pasado, o la evaluación que hago sobre las ganancias y pérdidas de lo que fue este período para mí. O puede ser que sienta expectación con respecto a mis planes a futuro. Lo que sea que ocurra entonces internamente, es algo distinto de mi rutina. Y cuando lo vemos así, no parece ser algo tan distinto de lo que hacían los griegos, los celtas, los incas al celebrar los solsticios y equinoccios. No tenía únicamente que ver con el sol y las estaciones (así como el año nuevo no tiene que ver con el 31 de diciembre), si no que tenía que ver con el momento de alto para esperar una buena cosecha, entregarse a un invierno fructífero, o evaluar las cosechas anteriores.

En momentos como los nuestros, puede resultar curioso –a mí me resultaba curioso-, el seguir repitiendo tradiciones antiguas y muchas veces absurdas (piénsese en las uvas, las prendas amarillas y las maletas de año nuevo). Y aún pienso que no tiene importancia cuándo se haga, si en un cumpleaños, en un solsticio o en el año nuevo: el asunto ha sido para mí, considerar la importancia que tienen los rituales histórica y aún actualmente para los humanos. Y esto que parece muy general lo puedo ver especialmente en mí. Cuando tuve la experiencia de una navidad con sentido con mis niños, o cuando he celebrado un solsticio de invierno especialmente frío. O cuando he querido hacer algo simbólico para hacer un duelo. Todos estos actos han sido para mí una ganancia. Incluso cuando realizados para un duelo, finalmente hay una ganancia: la de volver a encajar, reparar, o simplemente aceptar mi dimensión interna y mi relación con el mundo externo.

Constanza Iturriaga
Licenciada en Filosofía
Alumna de Postítulo en Consultoría Existencial
pyraeitzon@hotmail.com

Constanza Iturriaga

Licenciada en Filosofía
Diplomado en Análisis Existencial

constiturriaga@gmail.com

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Finitud - Finitude/ Muerte - Death
Nº 3 - 2013