En Chile la expansión de estudiantes en educación superior ha sufrido cambios radicales y casi se ha triplicado la cantidad de estudiantes de hace algunos años. Esta nueva forma de configurar los proyectos de vida y la presión social que existe al hecho de ser universitario, ha desplazado los proyectos personales de los jóvenes, donde se pueden sentir desorientados o cumpliendo expectativas de otro/otros. Este escenario deja poco espacio para poder desarrollar un proyecto o una toma de decisiones auténticas, donde podamos conectarnos con nuestra capacidad, nuestro “poder ser”. Por el contrario, no son menores los casos donde se hace efectivo un vacío existencial, donde nos desconectamos de lo que realmente queremos. Como lo menciona Viktor Frankl, hacemos lo que otros hacen lo cual implica conformismo o hacemos lo que otros quieren que hagamos lo cual significa totalitarismo. Situación que provoca caer ante el llamado “vacío existencial”.
Esta situación al parecer ha sido poco cuestionada por el valor social que implica la expansión y acceso a estudios superiores, donde los motivos de por qué los jóvenes deciden abrirse camino a través de los estudios de educación superior deja en papel secundario si existe un gustar y una decisión personal en la elección de qué carrera estudiar o de si ingresar o no a los estudios superiores. No es casualidad que actualmente uno de cada cuatro estudiantes deserten en primer año, cifra que de alguna forma confirma el poco cuestionamiento sobre esta expansión de 165.000 a 1.114.640 mil estudiantes. Es difícil a la vez negar las implicancias sociales que tiene la expansión de la educación superior, las mayores oportunidades para aquellos que históricamente no acceden a este espacio y su significativa incidencia en la movilidad social. Sin embargo, es fundamental que la decisión de acceder a la educación superior desde el espacio escolar, sea una decisión propia y coherente con el joven donde pueda conciliar las expectativas sociales, familiares y culturales con lo propio en su persona.
En el escenario actual de la inserción a educación superior y el tránsito de educación media a la Universidad o formación técnica ¿qué puede aportar el Análisis Existencial desde su mirada? como primera aproximación, la decisión de estudiar una carrera es uno de los primeros espacios donde el joven o adolescente tiene mayor decisión o libertad, desde un espacio escolar donde existe una relación más vertical y donde los espacios para la persona y sus proyectos son menores. Dentro de los principios analíticos existenciales tal como lo menciona el psiquiatra y filósofo existencial Karl Jaspers “Ser humano es ser que decide”, es entonces una etapa desde donde se prepara del ámbito escolar hacia un mundo de posibilidades, donde debe existir consentimiento interno, lo cual significa decidirse por algo en libertad.
El Análisis Existencial maneja dos conceptos centrales que son la diferenciación entre el entregarse y prestarse, los cuales no deben confundirse. El prestarse es un “perderse a sí mismo”. Lo cual significa que la acción es provocada desde fuera. La persona se deja instrumentalizar, determinar desde fuera, no está presente internamente. Por ejemplo, un joven al salir de cuarto medio tiene que decidir qué carrera estudiar, ante lo cual su familia lo presiona a ser abogado por la larga tradición familiar y por ser una carrera con alta valoración social, a lo cual el joven presenta otros gustos y quisiera estudiar Agronomía por ejemplo. La familia no acepta su decisión y sigue la presión para que entre a estudiar Derecho, ante lo cual finalmente estudia Derecho para satisfacer el deseo de sus padres y su familia.
Esta situación es un ejemplo de “prestarse”, donde somos instrumentalizados por otros, en este caso por los padres y la familia. Quien se presta se deja quitar algo de sí con ello; esa acción se puede vivenciar como una experiencia vaciadora. Donde no está presente mi persona en la decisión, provocando un escape o una fuga de mí mismo. Decisión la cual me aleja del sentimiento de vivir mi propia vida. En cambio, en el entregarse existe una aprobación interna, estoy personalmente en mi decisión y tengo la disposición a asumir ese riesgo. Un ejemplo puede ser un joven que al finalizar su educación media, decide con aprobación interna no ingresar a la educación superior.
El joven que decide generar su proyecto personal prescindiendo de la universidad y recibiendo la presión familiar, que le reprocha no ocupar una oportunidad que no todos tienen, se le suma la presión social de “para ser alguien se debe o requiere ser profesional”. Ante esto el joven, observando sus condiciones internas y las condiciones externas, decide con aprobación personal generar su proyecto fuera de la educación superior, asumiendo los riesgos. De esta forma siente su persona en su decisión a pesar de las consecuencias que pueda traer en su mundo externo esta toma de posición.
Durante el tránsito desde la educación media a la educación superior o al culminar la etapa escolar, los jóvenes se ven confrontados con la tomas de decisiones. Desde la mirada analítico existencial, como ya se ha mencionado, el decidir y tomar posición es fundamental, y es precisamente en la adolescencia o cuando uno es joven, donde aparecen las primeras decisiones que nos posibilitan generar un proyecto hacia una vida plena. Para alcanzarla es necesario satisfacer las cuatro motivaciones fundamentales, donde la primera motivación fundamental (1ª MF) es el “poder ser y estar en el mundo”, la segunda motivación fundamental (2ª MF) nos habla del libre fluir de la vida y el papel que juega en ello el gustar, la tercera motivación fundamental (3ª MF) alude a la mismidad del ser humano ante la otredad, donde aparece la autenticidad y finalmente la cuarta motivación fundamental (4ª MF) tema central de Frankl, el sentido, el para qué es bueno estar aquí ahora en este contexto y situación, ¿dónde somos requeridos?
La 1ª MF es significativa en el tránsito de la etapa escolar hacia el mundo de las posibilidades, donde soy confrontado ante lo que puedo y lo que no puedo, soy referido a mis capacidades y a la afirmación “yo puedo”, fundamental en las decisiones sobre qué camino tomar, ya sea en la educación superior o en algún proyecto personal que no implique ese camino. Es una referencia a mi parte personal con mi fuerza, mis capacidades y las condiciones que son las circunstancias que me posibilitan abrirme espacio ante el mundo.
La 2ª MF donde el ser humano, en este caso el adolescente o joven es confrontado con su vida y en especial en esta etapa, donde las condiciones sociales lo obligan de cierta manera a la tarea de arreglárselas con la vida, donde aparece el gustar como condición fundamental que gatilla el movimiento en mí, conectándome con mis ganas de algo y el reconocimiento de un valor existencial personal. Ante esta apertura del mundo, yo me conecto a través de lo que para mí es valioso y pongo en movimiento mi poder ser en la vida.
En cuanto a la 3ª MF es central, ya que es donde ponemos en práctica el encontrar y defender lo propio, ante lo cual solo se puede reconocer si tenemos la capacidad de poner límites. Fundamental en el proceso en el cual se dispone de mayor libertad y el mundo parece abrirse con posibilidades, que me confronta a responsabilizarme de mis decisiones y en ese proceso sólo puedo defender lo propio si tengo conocimiento de que es lo mío.
Finalmente el gran paraguas que engloba el presente artículo es el sentido (4ªMF), el cual debe orientarnos hacia el proyecto personal y en el caso de la adolescencia, es fundamental reconocer nuestra dimensión espiritual, tomando consciencia de lo libre en el ser humano y que es una visión compartida en las miradas existenciales. Doble tarea para las instituciones de educación superior y los colegios, donde se debe lograr una orientación adecuada que legitime y reconozca qué es lo propio en cada persona. Logrando a través de esto, que puedan decidir de manera auténtica con aprobación personal y compromiso con el desafío de vivir la propia vida.