El Principito y la concepción del tiempo existencial como apertura de posibilidades
El Principito muestra una historia escrita para niños, que, sin embargo, nos trae un mensaje existencial para la propia vida relacional de cada uno como adulto.
El autor (Exupèry) se encuentra con este personaje, el Principito, en el desierto, tras un accidente aéreo. Es un inusitado encuentro en el cual se nos relata, paso a paso, las vicisitudes de la relación entre el piloto y el pequeño niño de 6 años, por un período de tiempo acotado, que finaliza con la partida del visitante (tras su muerte) quien regresa a su asteroide, del cual proviene. A través de sucesivos relatos y conversaciones, nos vamos encontrando con una historia de encuentros, momentos en los cuales la comprensión crece y el misterio se va develando o se manifiesta un descubrimiento acerca de nuestra vida relacional. El principito relata su viaje y su estadía por la tierra con un frescor que devela los mundos en que va adentrándose.
Su frase central “Lo esencial es invisible a los ojos” muestra esta forma de comprender, develar y conocer, posición que veo ligada a la tradición de la fenomenología hermenéutica.
La concepción existencial plantea el tiempo como una apertura al horizonte de futuro (Heidegger). La tradición concibió el tiempo como la presencia actual, como una sucesión de ´´ahoras´´. Hoy en día, en plena posmodernidad de tecnología digital, el tiempo desaparece en una sucesión de ahoras, al mismo tiempo que el yo se reduce a un yo puntual (Chul Han,) disponible en cada momento ante los ojos. “No tengo tiempo para nada”, es una frase habitual.
En este ámbito, mi reflexión central es que el Principito trae un mensaje de vida para el autor, en cuanto se desprende del planteamiento al inicio del libro, que el proceso de ingreso a la sociedad de roles comporta una alienación. Nos convertiríamos en personas sin vida, después de los 6 años, cuando, bajo el imperativo de las exigencias de la socialización, al ingresar en el sistema (educacional) cortamos raíces con el propio modo de ser que traemos originalmente. Si hacerse adulto en esta vida y sociedad supone un proceso de dejar de ser quien se es, para convertirse en algo que nos niega radicalmente, se pierde el contacto con las propias posibilidades, con la esencia o proyecto en cuanto poder ser de las propias capacidades y potencialidades en el tiempo. Se está, en ese caso, muerto en vida. Al sufrir el accidente aéreo y poder detenerse a mirar en la propia historia, el autor asumiría -podemos suponerlo por el grave peligro vital en que se ha encontrado- su historia de desacoplamiento respecto del mudo de la vida.
En este contexto específico, nos puede resultar interesante traer a la mano la perspectiva Analítico-existencial del comportarse consigo mismo. El ser humano, existencialmente, se caracteriza por comportarse consigo mismo a futuro. La esencia del ser humano es su existencia -lo anterior, siguiendo a Heidegger-. La existencia humana se caracteriza existencialmente por ser abierta al futuro, no por estar centrada en el tiempo presente. La posibilidad de ser se plantea alternativamente como poder ser.
Volviendo a nuestra historia, ´´…no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos´´, es el secreto que el zorro confía al Principito -en su despedida-. En la misma línea de comprensión de la dimensión temporal, El Principito ha descubierto, primero la duración, el ritmo de su amistad con el zorro domesticado (´´Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, te estaré esperando desde las tres y cuanto más se aproxime la hora de la cita, más feliz me sentiré´´) y a continuación, lo principal: es el tiempo que ha dedicado a la rosa lo que la hace una flor única entre miles de rosas…Se nos plantea así que el ser humano puede tener tiempo para lo importante con otros si accede a su existencia auténtica. En este caso, si se hace cargo del tiempo comprometido en el vínculo con otro. Soy responsable de mis vínculos por el tiempo que les he dedicado.
Podemos ver que el autor se plantea la conexión con su propia vida e identidad en el tiempo, a través de este encuentro con su parte niño. Su haber sido y su haber de ser a futuro (su presencia personal como ser en el mundo con otro), cambia tras el encuentro actual auténtico con esa dimensión temporal existencial de su propia vida (escucha y toma posición), encarnada en El Principito.