¡Y llegó marzo!
Con todas sus facetas: felices reecuentros con amigos, desafiantes nuevos planes en lo laboral, temidas miradas a la billetera, en fin. Reencontrarse significa, volver a encontrar…al otro, a lo otro, a sí mismo. E idealmente implica ver aquello de lo que se trata con mirada nueva, para poder ver, constatar lo diferente (pues si no vemos la diferencia, es que no estamos mirándolo realmente). Esto, claro está, desde una mirada existencial, que nos plantea que la vida es un transcurrir permanente, por lo que los cambios también lo son. Y que lo estanco, se…necrosa, muere.
Por lo tanto, vivir no es lo mismo que existir. Lo primero puede también incluir el vegetar (por ej.: la vida monótona; cuando nos prestamos para algo – sin nuestro verdadero querer-; cuando siento que la vida se me pasa, y que en mi vida no se ha tratado de MÍ).
Existir, por el contrario, es ser protagonista de mi vida, ésa que escribo de forma manuscrita (sin copy paste); aquella en la que tomándome en mis manos, me llevo al mundo externo, a lo que ocurre fuera de mis límites (físicos, cognitivos, espirituales) y me entrego a algo. Existir es ser co-constructor, aportador en aquello que soy llamado y requerido.
En nuestro país, se usa decir: “se nos viene marzo” (pago de impuestos, de colegios y universidades, de permisos de circulación, etc. Hoy, además se nos suma el tema de la Reforma a la Educación. Muchas miradas, opiniones, acuerdos y desacuerdos, ideologías de por medio, celos y recelos, etc., etc. Adultos opinando, adultos ¿expertos?, adultos…no siempre muy adultos…pues, ¿qué es ser adulto? La educación que buscamos es para llegar a…¿qué?, ¿a ser qué?, ¿adultos?
La adultez (como finalización de la etapa del desarrollo que llamamos adolescencia), pareciera ser algo que se alcanza de una vez y ya. Lograr madurez en cambio, se alcanza no con la edad sino que cuando logramos diferenciarnos de lo heredado: nuestros padres, maestros, ideologías y creencias, etc. Y a raíz de ese logro, podemos vernos a nosotros mismos como los seres únicos e irrepetibles que somos y actuar autónomamente conforme a ello. Al mismo tiempo, y como producto de ello aparece la mirada hacia el otro, ese otro también único e irrepetible –incluidos nuestros padres-. (¡Claro, si yo soy única, si nadie fue, es ni será como yo, quien está frente a mí DEBE ser diferente a mí entonces!).
Pero este proceso no es gratis, ni automático, ni como bonus track de la edad del pavo (lo lamento queridas y queridos padres). Para que haya verdaderos adultos, los adolescentes (y también niños, ojo educadores de primaria), se requiere que ellos reciban lo que les es propio: ser considerados por sus adultos (esto es, ser preguntados, tomados en serio); ser apreciados en sus diferencias, en sus ritmos, sus intereses, sus límites; ser tratados con justicia (no al modo de “ley pareja, no es dura”, pues ¡se cometen injusticias!; recibir lo que corresponde a cada cual: aplausos o castigos).
Estas tres condiciones, permitirán o ayudarán a un desarrollo del sí mismo, de la identidad y de la autoestima.
Veo una sociedad intentando definir una nueva educación para nuestro querido Chile, pero ¿estamos en la senda correcta? ¿Qué queremos para los futuros ciudadanos? ¿Que sean como nosotros? ¿Que continúen construyendo el país individualista y competitivo en el que nos estamos transformando? El individualismo y la competitividad (no confundir con ser competente, que alude a capacidades), desde el AE no son más que inseguridades en las propias capacidades y características, que corresponden a un inacabado desarrollo de la personalidad y la identidad. Es lo opuesto al trabajar en equipo, a la mirada de comunidad.
Ojalá la educación a la que apuntan los “especialistas” ponga más acento en el desarrollo de las “habilidades blandas” tanto de los profesores y padres, como de los educandos -que lamentablemente no se pueden aprender de un libro ni de internet-, y no sigamos insistiendo en horas y horas dedicadas a más desarrollo de conocimientos conceptuales y tecnológicos. Con habilidades blandas me refiero, entre otras cosas, y como lo plantea el Análisis Existencial (AE), al desarrollo de la confianza (en sí mismo y en el mundo); al acceso a sus sentimientos (placenteros y tristes); al desarrollo de la autenticidad y autoestima; y a un encuentro con el mundo con Sentido, esto es, que cada acción, por pequeña que sea, sea subjetivamente para este joven, la opción más valiosa de entre las que se le presentan.
El desarrollo de tales condiciones y habilidades, son requeridas en los procesos de madurez. Posibilitarán al joven a empinarse y mirar más allá de sí mismo y alcanzar con su mirada al otro, a lo otro, y poco a poco dejar de buscarse a sí mismo en los otros, vivenciarse plenos y darse auténtica y creativamente al mundo.