“La ridícula idea de no volver a verte” – Rosa Montero, 2013. Seix Barral


Este libro se escribe recogiendo la biografía de Madame Curie, especialmente desde los escritos del diario que Curie escribió luego de la muerte de su marido Pierre. Rosa Montero, escribe este libro con “ganas de contar su historia a (su) mi manera. Ganas de usar su vida, como vara de medir para entender la mía.” Y es que hay un punto de conexión entre ambas, la muerte de sus respectivos maridos. Se vislumbra de este modo, cierta complicidad entre ellas.

La autora es capaz de mirar su propio dolor por la pérdida de su marido Pablo, desde la revisión de los relatos del diario de Marie. Se describen con gran riqueza vivencias por las que pasan quienes han perdido a un ser querido. Más allá del relato de los sucesos, el lector encuentra profundas reflexiones sobre las formas en las que nos enfrentamos a la muerte.

Desde la inmensidad del dolor, que hace que el tiempo pareciera detenerse en el momento de la muerte de tu ser querido y de la forma en que se impregnan en la memoria cada uno de los detalles de ese momento. Hasta la dificultad de pensar en un “no volver a verte”, de la ausencia de palabras para expresar el desgarro del alma cuando alguien que ocupaba un espacio tan importante para ti ya no está -“porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que se te arranca es la palabra”- , así como de la imposibilidad de asumir palabras tan absolutas como siempre y nunca – “siempre, nunca, palabras absolutas que no podemos comprender siendo como somos pequeñas criaturas atrapadas en nuestro pequeño tiempo”.

Marie Curie comienza a escribir su diario luego de la muerte de su marido, quizás como una forma de poner nombre a cada uno de sus sentimientos, para mantener aún un lazo con su esposo muerto, y también para recordar y mantener vívidos los momentos con él, como una forma de no olvidarle, pues “acarremos a nuestros muertos subidos a nuestra espalda… Los llevamos dentro, somos su memoria”.

Desde el mismo lugar, Rosa Montero escribe este libro -quizás sin proponérselo de forma decidida o consciente- desde la historia de Marie y su relato, va poniendo en frente suyo el dolor por el que ella misma ha pasado, tras la muerte de Pablo. Aparece aquí la “palabra” ocupando un lugar central, tanto para ponerle nombre a cada sentimiento, así como para narrar su historia y narrarse a sí misma. “Para vivir tenemos que narrarnos… Nuestra memoria en realidad es un invento, un cuento que vamos reescribiendo día a día”. Tanta importancia tiene este relato, esta narración de nuestras vidas -que como se señala en este libro- es una forma de darle sentido, por lo que cuando un ser querido fallece es necesario escribir el final de su vida y de la vida en común, construir puentes sobre las fisuras. Escribir el final también implica decir lo que no se dijo, por las razones que sean, de despedirse cuando no se tuvo la oportunidad, de llenar ese espacio que quedó vacío.

En uno de los capítulos del libro, Rosa Montero narra uno de los últimos momentos con su esposo Pablo en el hospital, él ya estaba muy deteriorado y su enfermedad afectaba su cerebro, y en esa noche hubo una última palabra para ella. La narración de estos momentos, le permite – como ella señala- sacar chispazos de luz a la negrura, y es que “los humanos nos defendemos del dolor sin sentido adornándolo con la sensatez de la belleza. Aplastamos carbones con las manos desnudas y a veces conseguimos que aparezcan diamantes”.

Uno de los episodios más bellos, a mi parecer, son los capítulos donde desde este relato, se pasa al recuerdo, a la revisión de los tiempos vividos, a la añoranza de cada uno de los momentos pasados con el ser amado, de esos extractos de momentos simples, del reconocimiento del amor profundo y de esa intimidad que se ha perdido y se añora, esas ganas de saber todo de él/ella, incluso de su pasado y del tiempo que no estuvo contigo.

Rosa Montero, señala que la muerte es como el juego de las escondidas, nos pasamos la vida en un sin número de actividades sin pensar que nuestra existencia tiene un fin, de cuando en cuando nos damos vuelta y recordamos que somos mortales, hasta que llega el momento en que sin advertirlo hemos agotado nuestro tiempo. Este zarpazo de la Parca, se hace mucho más patente en las muertes de estos maridos: Pierre, marido de Marie Curie, muere de forma intempestiva, en un accidente, Pablo, marido de Rosa muere por una enfermedad, siendo él muy joven aún.

Se menciona cómo la muerte marca la memoria, te lleva a repasar detenidamente esos últimos momentos, cuan dolorosa es la inocencia de que el fin está por venir, esa culpa por no haber aprovechado los últimos momentos, por haber evitado una discusión, por no haber advertido que la enfermedad estaba ahí, por haber hecho las cosas de una forma distinta. De cuan dolorosos pueden ser esos objetos que le pertenecieron, y cuan valiosos llegan a ser, porque albergan algo de esa persona, a veces la representan, a veces su valor está sólo en el hecho de que le pertenecieron y es que también nos llevamos un trozo de este mundo en la muerte.

A pesar de que la única certeza que tenemos es nuestra finitud y de nuestra muerte, no le damos espacio a la muerte en nuestras vidas, del mismo modo, no le damos espacio a la vivencia del duelo, al dolor. Lo tratamos como si fuese una enfermedad de la que hay que curarse, como si existiese un protocolo de lo que se debe hacer, o como señala la autora “hacer lo que se debe”. Y el valor del libro está en la narración de vivencias de dos mujeres, cada una con su historia, con sus circunstancias y sus contextos, sin un intento de dar recetas, sino sólo de narrar o entregar un testimonio de ese dolor que las une.

Una de las reflexiones sobre ese duelo, para la autora, es que nunca se recupera de ese dolor de la pérdida de un ser querido, sino que uno se reinventa. Pone de ese modo, a la muerte como parte de la vida, y a través del libro no se narra sólo el final de la vida con el amado, sino que se recorre la vida de cada una, a través de un lenguaje de una gran riqueza descriptiva, con un gran contenido de imágenes -rescatando algunas temáticas como el lugar de la mujer– que permiten al lector conectarse con estas experiencias. Lejos de ser un libro trágico, es una novela-testimonio que logra dar espacio a ese dolor, de poner belleza y devolver la naturalidad a ese dolor.

Úrsula Echeverría

Psicóloga
Formación en Análisis Existencial

uechever@uc.cl

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N° 14 - 2016
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