¿En qué consiste una vida plena, una vida realizada?, ¿Cómo educar para una existencia feliz?
Según Carol Ryff, psicóloga e investigadora de la Universidad de Wisconsin, el bienestar se compone de varios ámbitos: los pequeños placeres, la trascendencia y la construcción de proyectos significativos a nivel individual y colectivo. Su modelo plantea seis pasos para alcanzar la felicidad: aceptarse a sí mismo, ser capaz de tener relaciones positivas con los demás, ser autónomo, desarrollar las propias potencialidades, saber interactuar con el ambiente, tener un objetivo o un sentido en la vida.
Por su parte, Mihály Csíkszentmihályi psicólogo húngaro-americano, de la Universidad de Chicago, durante 40 años ha entrevistado a todo tipo de personas, artistas, científicos, gerentes exitosos, deportistas, con el objetivo de averiguar qué es lo que hace que su vida sea significativa. En general se trata de personas que dedican mucho tiempo y energía a una actividad por el simple placer de hacerlo y no por el dinero o el reconocimiento. Todos tienen en común el hecho de pasar por momentos particularmente intensos durante el desarrollo de su trabajo junto a un crecimiento personal continuo. “Cuando una persona se entrega a una actividad que exige mucha concentración, que le representa un desafío entrañable y le permite desarrollar sus competencias, alcanza un nivel de felicidad y de éxtasis que desea repetir”, explica Csikszentmihalyi, y define este estado como fluidez. Los momentos de fluidez se dan cuando el cuerpo y el espíritu son llevados al límite en un esfuerzo voluntario y en vistas a alcanzar un objetivo muy difícil o importante. Son vivenciados como si el tiempo desapareciera y te volvieras parte de algo grandioso.
Para Alfried Längle vivir una vida plena implica que lo más importante no es lo que el destino envía a mi vida sino las decisiones que tomo para enfrentarlo y construirlo; existir exige el compromiso activo y decidido con la propia vida, implica un poder vivir con entrega. Así, una existencia plena se fundamenta sobre la base del diálogo. La existencia puede ser vista como plena cuando la persona está en un intercambio dialógico con su mundo y sobre la base de ese intercambio, se comporta y actúa de tal manera que puede dar una aprobación interna a su sí mismo y a su hacer.
A los padres nos compete educar. Educar es señalizar un camino. Nos proponemos aquí realizar algunas reflexiones que posibiliten cuestionarnos ¿Hacia dónde conducir?, ¿Cómo criar a nuestros hijos para que lleguen a ser adultos capaces de guiar sus propias vidas en plenitud?
Para educar establecemos límites. Los límites son un acto de amor y protección hacia los niños; son señales, que guían, organizan, ordenan, dan orientación sociocultural y posibilitan sentidos.
Una primera necesidad de un niño consiste en que se le otorgue un espacio propio, comunicación y contacto permanente.
Los límites consisten en delimitaciones del camino, son marcos contenedores y referenciales. No son un fin en sí mismos, sino un instrumento para realizar otros fines, cuando hay límites uno puede elegir. Posibilitan percibirse como una persona única y singular, diferente de los demás. Posibilitan diferenciar lo que está bien de lo que está mal. Posibilitan el autocuidado. Posibilitan el mutuo respeto. Posibilitan la libertad y la plenitud.
Educar es amar y amar es crear lazos, vínculos, relaciones. El amor es la meta última y más alta que puede alcanzar el ser humano. En palabras de Viktor Frankl “El amor humano realiza el portento de transmitir la vida a un nuevo ser, que a su vez es una existencia como somos el tú y el yo (…) “en el amor, el ser amado es concebido como un ser peculiar y singular en su ser así y no de otro modo, es concebido como un tú y recibido como tal por otro yo. Como ser humano es insustituible e irremplazable para quien lo ama.”
Los límites no se ponen, se viven, se transmiten con el ejemplo, y el ejemplo se da en plena fluidez de la vida, en todo lo que se hace, se dice o se calla.
Para educar hacia la plenitud necesitamos construir vínculos sanos con nuestros hijos. Los vínculos humanos no vienen dados, se construyen. Para crear entramados vinculares sostenedores y que propicien el desarrollo de una vida plenamente vivida precisamos: presencia, cercanía, tiempo, dedicación, corazón, diálogo, esfuerzo, riesgo y compromiso.
Nuestros hijos no pueden ser criados a imagen y semejanza de nuestros deseos, son seres diferentes, con entidad propia. Cuando estamos presentes de verdad, nuestro hijo/a, no es quien queremos que sea, sino quien es. Y nosotros también podemos ser quienes somos. Un vínculo sólo es posible si vemos y somos vistos en nuestra esencia.
Una mirada atenta, una mirada singular hacia alguien único, una mirada que respete y explore esa singularidad, es indispensable para un vínculo sano.
Un vínculo sano implica sentimientos, emociones reales ante alguien que está ante mí. Ningún vínculo se construye imaginando lo que sentimos o deseamos sentir hacia alguien. Un vínculo se basa en lo que realmente sentimos el uno por el otro; en tanto estamos vivos y en transformación constante es necesario mantenernos atentos para percibir las actualizaciones de los sentimientos.
Una de las variables más significativas para la adaptación social y el éxito en la vida es tener una autoestima positiva, saberse y sentirse competente en diferentes aspectos. La forma en que las personas, se etiquetan y aprecian a sí mismas depende de cómo los adultos las han percibido y de la transmisión y forma de expresión de esa percepción. El desarrollo de la autoestima está estrechamente relacionado con la consideración, valorización y crítica recibida por los niños de parte de los adultos.
Si deseamos educar para la plenitud, es preciso que podamos considerar y valorar a nuestros hijos como el ser único y original que cada uno es. La autoestima nace del ser valorado y amado por quienes nos sostienen y conducen por la vida en primera instancia, surge del exterior y se hace propia al irnos desarrollando, si hemos contado con el amor incondicional de nuestros padres o de quienes ejerzan ese rol.
La plasmación plena de sentido de la vida tiene que ver con dos ámbitos: la situación y el ser humano en ella. Recordando las enseñanzas de Längle, para desplegar una vida plena precisamos:
•El mundo como apoyo: ¿Dónde estoy?, ¿Cuáles son mis condiciones?
•El mundo compartido como relación: Calidez, Cercanía ¿Qué me mueve?, ¿Qué me toca?
•El mundo personal como individualidad: Otredad y Mismidad: ¿Qué es lo propio en mí?
•El mundo del sentido como llamado y orientación de vida: Posición en el mundo ¿Qué hay por hacer?
Si contribuimos a que se cumplan estas cuatros condiciones, con el tiempo nuestros hijos podrán vivenciarse como quien decide, como alguien que es libre para optar por una u otra posibilidad que la vida le brinde, para tomar posiciones personales y auténticas. Entonces habremos contribuido para que, con sus disposiciones y capacidades, con su sentir y querer, se involucren en lo que les ofrezca el presente, y se confronten con ello creativamente.
Les dejo para el final algunos pensamientos del entrañable Jaime Barylko …(1)
“No eres mi hijo porque te haya procreado, eres mi hijo porque luego de haber nacido te fui haciendo, me fuiste haciendo, nos hicimos en la relación padre-hijo, hijo-padre, nos enlazamos.
Elegir es responder por lo elegido. Cuando la libertad, la elección y la responsabilidad coinciden se da la felicidad.
No hay tela genial que no es esté enmarcada. El marco no vale nada pero sin él la tela no puede ser exhibida, disfrutada. Los límites no son lo esencial, pero es lo que permite que lo esencial, lo creativo, pueda surgir.”
(1) Escritor, ensayista y pedagogo argentino (1936-2002)