Poder ser uno mismo en la Relación de Pareja


La relación de pareja –y en particular, la vida en pareja– es un tema central en la sociedad humana, más allá de las formas propias y códigos específicos de cómo se configura en las diversas civilizaciones y culturas. ¡Qué duda cabe! Al fin y al cabo cada uno de nosotros ha llegado a la vida por una relación de pareja, sea elegida o impuesta, sea estable o fortuita, sea sana o tóxica, sea de años o de un instante.
Sin embargo, la procreación no es necesariamente el único ni el principal motivo que lleva a dos personas a establecer una relación de pareja. Incluso una pareja puede decidir no tener hijos, o que no pueda tenerlos, sea por infertilidad o por la imposibilidad natural en el caso de una pareja gay.
Un proyecto de familia, hijos incluidos, suele ser lo más frecuente en la decisión de convivencia en pareja. Pueden haber otros proyectos, planteados desde el inicio o que se van construyendo a lo largo de las diversas fases de la vida familiar o de pareja. Todo eso configura el “nosotros”, propio y particular de cada pareja. Un nosotros cohesionado por amor y cariño.
No debemos olvidar, eso sí, que el nosotros, por hermoso y real que nos parezca, no es una entidad autónoma. Es una co-construcción de un yo y un tú, que han de estar continuamente insuflándole vida. Si detrás del nosotros hay un yo o un tú –o ambos– débil, el nosotros tiene un mal pronóstico. El yo tiende a desaparecer en una relación simbiótica. Si el brazo y el antebrazo se fusionaran entre sí, perdiéndose la movilidad de la articulación del codo, llegará un momento en que se perderá el movimiento; y si lo forzamos, se producirá un quiebre. Así también con esas relaciones simbióticas: el tú puede querer recuperar su movimiento sin arrastrar al yo, pero ya no hay articulación y el nosotros, la relación, se quiebra. Y con ella se pierde también el yo fusionado. En realidad ya estaba perdido desde antes, sólo que recién ahora se toma una dolorosa consciencia. ¡Y vaya que duele! Es el caso de unos pacientes en terapia de pareja en que, tras más de 20 años de matrimonio, ella toma consciencia que durante todos esos años sólo se trató de él (lo que él decidía, quería, etc), y que en realidad no pudo culparlo pues ni ella misma pudo responder frente a preguntas suyas tales como: ¿qué decides tú? ¿qué es lo que tú quieres? (Respecto a vacaciones, los hijos, etc.) Y como no sabía, tampoco se sentía con los argumentos suficientes para tomar una posición, contradecirlo o proponer. Hasta que pudo. Y comenzó a verse y a verlo. Y no le gustó lo que vio.
Una buena relación de pareja requiere de un yo y un tú sanos y fuertes, bien constituidos, equilibrados entre sí, de modo que ninguno tienda a absorber al otro. De esa forma el nosotros que se construya no sea a costa de una de las partes. Si lo ponemos en un esquema, se podría ver algo así:

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Aquí se nos muestra un mundo compartido en el nosotros, y espacios íntimos del yo y el tú. Por contraste, un yo débil absorbido por un tú fuerte, se vería:

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Aquí el tú mantiene un importante ámbito de autonomía, en tanto el yo perdió su vida propia y depende totalmente del otro. Aquí entran pautas relacionales del tipo dominio-sumisión o relaciones posesivas en que el otro es una extensión de sí, como una nueva extremidad.
Por lo anterior es que es de suma importancia que la relación de pareja sea también un espacio de desarrollo y desenvolvimiento personal para cada uno de los integrantes.
Vamos a entender aquí por desarrollo personal, la maduración y pulimiento de la personalidad, particularmente del carácter, entendido como una estructura de actitudes desde la cual estamos dando significado continuamente a nuestra existencia, lo que nos incluye a nosotros mismos con nuestra biografía, a todos los elementos que conforman nuestro presente y lo que vendrá o podría devenir.
Una buena imagen que simboliza la fuerte presencia de la familia de origen en la relación de pareja es la que nos muestra la película “The Story of Us” (con Bruce Willis y Michelle Pfeiffer) donde los protagonistas aparecen en la cama, y al lado de cada uno están acostados los respectivos padres.
Y por desenvolvimiento personal, en tanto, nos referimos al proceso mediante el cual se nos va desplegando nuestro ser persona, el lado libre o espiritual en nosotros que toma posición, que decide y actúa libre y voluntariamente, con plena aprobación, en las diversas situaciones de nuestra vida. Ese proceso es también un proceso de expansión de la consciencia. Expansión hacia fuera, al ser más consciente de los límites de lo que me es propio, de la expansión de esos límites en la medida que me involucro en más y mayores ámbitos de existencia en mis sentimientos, pensamientos y acciones. Expansión hacia dentro, al abrirme cada vez más a mi propia voz interna, a la voz de mi conciencia que me da señales sobre lo que es importante y esencial.
¿Cuándo la relación de pareja puede ofrecernos un espacio para ese desarrollo y desenvolvimiento personal? En primer lugar cuando el otro, el tú, me refleja, como un espejo espiritual, mi ser persona, a la vez que el yo hace lo propio con el tú. La condición para ello es que haya un encuentro interpersonal frecuente, a través de un diálogo respetuoso, en que soy legitimado, visto, considerado por el otro, recibiendo retroalimentación de lo valioso que aporto y también en lo que lastimo, particularmente de los puntos ciegos, de lo que no logro percibir por mí mismo. El encuentro es en realidad un doble encuentro, con el otro y, a través del otro, conmigo mismo. Nutre la relación y nutre a mi ser persona.
Además, ese espacio se brinda cuando la vida en pareja no sólo da lugar a las actividades en común, sino también a las actividades individuales. No todo ha de tener el mismo valor para ambos. Para uno puede ser importante hacer algo que para el otro no lo es, o que tal vez incluso podría ser una carga o una distracción de lo que para él sí es importante. Sin embargo, cada uno le da valor a que el otro haga por su cuenta aquello que le es valioso. Es decir, valoro lo que tú haces, no porque esa actividad de por sí sea valiosa para mí, sino porque es valiosa para ti y por ello me interesa. De ese modo cada uno puede realizar lo que le da plenitud existencial, con gusto y sin culpa.
Puede suceder que antes de la relación de pareja había encuentros de amistad o de familia muy enriquecedores y que después un nosotros muy absorbente llevó a dejar, ocasionando una pérdida significativa no necesariamente sustituida en el nosotros. Ello va a resentir no sólo al individuo, que perdió ese valor nutritivo para su persona, sino también a la relación.
Cuando miro con amor a mi pareja, veo lo mejor de ella, lo más propio de su esencia personal. Cuando veo lo mejor de ella, ayudo a que se muestre lo mejor de ella, a que ella vivencie también lo mejor de sí, desde donde podrá a su vez ver lo mejor de mí, facilitando el que yo exprese lo mejor de mí. De ese modo generamos un círculo virtuoso que posibilita el desenvolvimiento de la persona (o espiritual) de cada cual.
Otra paciente me dice, tras varias sesiones de trabajo personal que le han permitido acercarse más a sí misma, lo que ha incidido significativamente en poder acercarse a su pareja –con quien mantenía una relación muy conflictiva– con una mirada más limpia: “Lo miro y me inspira ternura. Veo con más claridad sus dolores y los míos, y me enternece, y ya no engancho tanto.”
Por el contrario, si en lugar de brindar una mirada amorosa presto una odiosa o rencorosa, saco lo peor del otro que se expresa en reacciones que sacan lo peor de mí y así entramos en un círculo vicioso que intoxica la relación y nos aleja a cada uno de la propia persona, al quedar atrapados en una pura maraña psicodinámica.
Por eso es importante aprender a entrar en la relación sólo cuando mi mirada esté limpia de nubes odiosas y pueda depositarse en el otro desde el cariño y el amor. Aprender a no descargar mis tensiones y “malas ondas” sobre mi pareja, sino recién acercarme a ella cuando ya esté centrado en mi persona. Desde ahí podré hablar de mis dolores y de mis penas y buscar un abrazo de consuelo, si es lo que requiero.
No sólo puedo ser yo mismo en la relación de pareja. La relación de pareja puede ser un espacio óptimo para ser cada vez más yo mismo como persona libre, que elige y decide seguir en una relación enriquecedora.

Gabriel Traverso

Psicólogo Clínico, supervisor acreditado
Director Académico de ICAE

g.traverso@gmail.com

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Chile
Nº 2 - 2013
Pareja - Couples