“¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicarlo al que pregunta, no lo sé” – Agustín de Hipona.
“¿Qué es el Tiempo?”- Es ésta una pregunta que ha permanecido a lo largo de nuestra historia. Es una pregunta que aún en nuestros tiempos resuena incansablemente, y resuena a través de los siglos como un eco, sin que parezca agotarse aún de su bagaje. Teóricos de distintos ámbitos han respondido, pero al parecer, es la pregunta misma la que nos llama y se asienta nuestra existencia. El propósito de este artículo es reflexionar no ya sobre el qué del tiempo (su conceptualización), sino sobre el cómo (la vivencia de él). Para esto, ha sido una gran ayuda y descubrimiento lo que planteó el Dr. Alfried Längle en su última conferencia en Chile: “Tiempo Sentido – Tiempo con Sentido”.
Personalmente, la conferencia del Dr. Längle me resultó sumamente esclarecedora. Hice mi tesis de grado en el concepto de tiempo de Aristóteles y Heidegger, y la terminé sin sentirme más cerca de comprenderlo que cuando comencé. Y es que cuando me pregunto “Qué es el Tiempo” no hay cabida para la involucración personal. Se torna entonces un pensar vacío, una reflexión sobre cosas generales que deja fuera mi disposición afectiva. Por contraposición a este pensar vacío, el tiempo era para mí –como encontraba en Heidegger-, siempre un tiempo vivido, experimentado y sentido íntimamente por un Yo. Cada vez que queremos aprehender el concepto de tiempo, se nos escapa su dimensión real: la vivencia personal e individual del Tiempo. El tiempo no es un concepto para ser aprehendido de modo impersonal, ni menos para ser definido como algo ajeno a nosotros. El tiempo es este “tic-tac” de un reloj absolutamente mío. Es mí segundero moviéndose a través de mi vida. Por eso se dice que la pregunta por el tiempo es algo que nos compete existencialmente. El tiempo es cada vez propio, de alguien con nombre propio y apellido. Es la voz de un ser humano diciendo ‘mi tiempo’, ‘este tiempo’, ‘mi vida’.
Fue con otras palabras con las que el Dr. Längle se refirió a esta dimensión personal de la vivencia del tiempo, sin embargo, con independencia de las palabras que utilicemos, se puede apreciar ya este cambio de mirada: No se trata del qué, sino del cómo. Se trata de cómo me toca esta pregunta a mí. ¿Qué puedo decir yo de este tiempo que me fue dado? ¿Qué hago con él? ¿Cómo lo hago mío? – Así el tiempo se torna mi tiempo. Logro entonces abrir un espacio para que la pregunta también penetre y palpite en mi misma: ¿Cómo vivo mi tiempo? Y sobre todo ¿cómo tomo conciencia sobre mi propio tiempo? ¿No es acaso algo obvio, que yo tengo un tiempo de vida y que lo ocupo a mi manera? Por más lógicas que puedan leerse estas preguntas, pareciera ocurrir que en el día a día no hay una conciencia arraigada sobre la importancia de esta temporalidad. El cambio radical entonces es que no se trata de que ‘tengamos tiempo’, es que somos tiempo. Somos seres temporales. No hay una reserva inagotable, llena de tiempo para sacar a nuestro antojo: Somos temporales, esto quiere decir que cada vez que yo ocupo mi tiempo, no lo ocupo como ocuparía un lápiz, un auto, una toalla o cualquier objeto externo. El modo de ocupar este tiempo es siempre un vivirlo. Este tiempo se me gasta, se va acabando. Irremediablemente mi tiempo se me ‘pasa’ o lo ‘vivo’. De cualquier manera no hay retorno.
Así, cada decisión y cada elección que hago en mi rutina, adquiere una dimensión nueva para mis prioridades. Cuando actúo dando por sentado el tiempo, cuando hago como si yo fuese eterna, no puedo tomarle el peso a lo absurdo de realizar tareas que no tienen sentido para mi vida. Y en esto hay un significado aún más profundo. Es algo que ya ha destacado el budismo y otras disciplinas: El estar presente en el aquí y ahora. ¿Qué nos dice esta frase cuando profundizamos en ella? Para mí, personalmente, es el punto neurálgico donde logro unir lo que plantea el Dr. Längle con mis propias experiencias. Lo que yo no podía hacer desde la filosofía era hacerme cargo de la importancia vital, y personal, de estar siempre en un ahora. Porque si quiero hacer de El tiempo Mi tiempo, necesito encontrar el modo de estar presente a lo largo de todos estos ahoras que se suceden en mi propia vida. ¿Cómo me pongo presente, realmente, en cada ahora? Porque no es lo mismo estar presente verdaderamente en algo, que simplemente ‘estar’. Es la diferencia entre existir y pasar el tiempo: ¿Cómo apropiarme del tiempo de modo auténtico y personal? Si vemos que el presente es realmente un ‘estar presente’, entonces la respuesta debe ser que sólo puedo apropiarme de mi tiempo en tanto me pongo en cada acto que realizo, de lleno entregada a él. Estar-en cada acto: En mi caso es estar en el cuidado de mi hogar y mi familia, en escribir este artículo, en trabajar, en mis lecturas, en mis paseos y caminatas por el barrio ñuñoíno, y también en el dolor.
Desde aquí podríamos hacer la siguiente pregunta, que aunque obvia, parece necesaria: ¿Es que entonces no siempre estamos presentes? Puede que estemos, y ‘transcurramos’ todo el tiempo, pero esto no es lo mismo que estar presentes. Cuando estoy presente necesito aprobar esto que elijo vivir cada día, cada ahora. Mi mente no divaga en las posibilidades, en lo que podría estar haciendo, ni en la ansiedad por el futuro, ni en la nostalgia del pasado. No estoy en otra cosa que en mi acto presente, sea cual sea. Y ¿Qué pasa entonces con los momentos difíciles? ¿Las tareas desagradables? ¿En esos momentos no cuento? Quizás es justamente entonces cuando encontramos el desafío de mantenernos presentes. El sentido –desde mi propio punto de vista-, del estar presentes es esta particularidad que yo llamo ‘amistad incondicional’ o ‘matrimonio sagrado’ con uno mismo. Como en una relación de fidelidad absoluta, no puedo ni debo abandonarme justamente cuando más me necesito. No puedo evadir porque es entonces cuando más necesito de mi presencia, que acoge lo que deviene y me acompaña en el evento del duelo, de un problema específico o de una situación altamente desafiante. Estar entonces presente es estar ‘plena’, porque allí me entrego por completo, me entrego ‘de lleno en aquello que me ocupa’. Sea lo que sea. Profundamente conmovedor es, respecto de esto, las vivencias que relata Viktor Frankl como sobreviviente de Auschwitz. Cómo aun entonces alguien puede encontrar sentido, y espacio interno para sobrevivir, es algo que personalmente me maravilla. Pero no me cabe duda que esta experiencia no es un acto de ‘magia’, y pienso que sólo puede ser posible con la condición previa de “haber estado presente”, aún en la atrocidad y el dolor.
Muchas veces cuando oímos las palabras Sentido y plenitud pareciera que escuchásemos ideas inalcanzables y abstractas. Mi idea es plantear que el sentido y la plenitud son actos concretos y se encuentran aquí y ahora. Para hacer reales los conceptos de tiempo, plenitud y sentido, es necesario traerlos a la vida diaria y particular: Hoy día, por ejemplo, ¿para qué ha sido bueno lo que he hecho? ¿Tienen sentido para mí las cosas que hice? ¿Qué quiero, puedo, me permito y tiene sentido hacer? Y si necesito realizar una labor tediosa, pregunto: ¿Para qué es buena? ¿Por qué la elijo? De pronto encuentro que en cada cosa preguntada, hay valores. Y es este valor el que entra en juego cada vez que elijo volver a realizar la tarea tediosa. La conexión con las preguntas de mi diario vivir, es lo que hace real estos conceptos. Es necesario traer realidad al tiempo (rea-lizarlo), y a la vez comprender que el tiempo no es algo que simplemente me pasa, sino que es mi propia vida la que se juega y desenvuelve ‘ahora’ tras ‘ahora’.
No hay nada tan esclarecedor para sentir el tiempo, que recordar nuestra mortalidad y saber de nuestro ser efímero y finito. Buscar la plenitud en las estrellas, en un pasado mejor, o en posibilidades inalcanzables nos vuelve a alejar de nuestra presencia inmediata. La plenitud es la plenitud de la presencia. Es paradójico que siendo temporales, debamos aún apropiarnos del tiempo. “¿Acaso no nazco con tiempo?”, Podría alguien preguntar. Pero quien haya tenido la experiencia de sentir que se le ha escapado el tiempo, podrá quizá comprender también esto: que si bien es un misterio el porqué hemos llegado a esta existencia, no es un misterio que para que yo pueda vivirla auténticamente deba reflexionar sobre el tiempo, sobre mi tiempo. Dejarnos ser interpelados por esta pregunta, y responder así: “Sí, hoy estuve verdaderamente presente. Mi vida no es un simple pasar, estoy, existo”. Y entonces poder decir “sí, estoy, plena”.
