Espiritualidad en el vivir existencialmente


Por Gabriel Traverso.

Sobre espiritualidad y otros conceptos

Para abordar este tema me parece necesario establecer a qué me refereriré con el concepto de espiritualidad en este artículo, una revista enmarcada en el Análisis Existencial (AE).

El Diccionario de la RAE dice que espiritualidad es “naturaleza y condición de espiritual” y que espíritu es un “ser inmaterial y dotado de razón” (como “ser inmaterial” asumimos que no incluye la dimensión física, es decir el cuerpo). Otra acepción que nos da la RAE para espíritu es “principio generador, carácter íntimo, esencia o sustancia de algo”. Y como el “algo” que aquí nos interesa es el ser humano, podríamos decir que su espíritu es lo que le es esencial.

En algunas tradiciones se habla de que el ser humano se “compone” de cuerpo, alma y espíritu. Frankl describe tres “dimensiones” del ser humano: soma, psique y nous, que corresponderían respectivamente a los tres componentes previamente mencionados, solo que en los términos griegos. Frankl se refería al nous también con el término alemán de Geist una de cuyas significaciones es espíritu (también puede significar intelecto o mente). Nous, en el uso de los filósofos griegos clásicos, se refiere primordialmente a razón, como la acepción de espíritu que ofrece la RAE

Frankl también relacionaba la dimensión del nous con la libertad. En esa dimensión el ser humano es libre, puede elegir, tomar decisiones, darle sentido y significado a lo que hace en la vida. Por otra parte, él definía a la persona como “lo libre en el ser humano”. Por eso, referimos desde el AE a esa dimensión como personal o espiritual. Podemos entonces hablar de persona como correspondiente al espíritu o a la esencia del ser humano.

La persona, para Frankl, no se enferma ni transforma, sino se devela, se manifiesta. Lo que se llama “desenvolvimiento espiritual” es también un desenvolvimiento personal o el proceso de que la persona se devele, siendo cada vez más libre de determinismos y condicionamientos psíquicos que le aprisionan, dando respuestas ante las demandas externas -en lugar de reaccionar psicodinámicamente- escuchándolas y tomando posiciones personales en su interacción con el mundo externo. Así, el “desenvolvimiento espiritual o personal” se relaciona con un proceso de liberación interior.

Es importante no confundir persona con personalidad. Esta última es una estructura psíquica, no espiritual. La persona habita en el cuerpo y en la personalidad, pero no es ninguna de las dos. Desarrollo o crecimiento personal es desarrollo de la personalidad. En tanto, “desenvolvimiento personal” es la develación o despliegue de la persona. Ambos procesos son necesarios y complementarios, pero diferentes; corresponden a dimensiones distintas.

También “desenvolvimiento espiritual” es referido a un proceso de expansión de la conciencia. El término conciencia tiene en español al menos dos acepciones, que el alemán distingue bajo dos significantes distintos: Bewusstsein y Gewissen. En la RAE las dos primeras acepciones de conciencia corresponden respectivamente a esos dos significaciones: 1ª: “Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta”, que se complementa con la acepción de “acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo”; y la 2ª: “conocimiento interior del bien y del mal”. Cuando hablamos de tomar consciencia o darnos cuenta, aludimos a la primera significación. Al decir, “mi conciencia me dice que no sería correcto hacer tal cosa”, nos referimos a la segunda. Expandir la conciencia implica ambas.

Expandir la conciencia es estar más consciente de lo propio, percibir mejor lo que me pasa en cada situación del día, lo que tiene más valor para mí, lo que quiero y decido hacer con eso, la responsabilidad que asumo con lo que hago. También percibir a los demás, al efecto que tiene en ellos lo que digo y hago, dejarme tocar y conmover, y darme cuenta de ello. Expandir la conciencia no es solo ser más consciente de lo que miro en mí y fuera de mí, sino también, desde dónde miro lo que miro, de quién soy.

Frankl decía que no solo hay un psiquismo inconsciente, como describe Freud, sino que también hay una espiritualidad inconsciente a la que se refería como la “Persona Profunda Inconsciente”. Expansión de la conciencia es también el proceso en que esa parte de mi persona va emergiendo a mi conciencia, se va develando, la voy asumiendo como propia, dejo que hable en mí y actúo en consecuencia. Para Längle “persona” es también esa voz que habla en mí. Mi tarea es aprender a escucharla. El propio Längle desarrolló un método con ese propósito que denominó Análisis Existencial Personal (AEP). Distintas escuelas espirituales enseñan prácticas de meditación y otros ejercicios con un objetivo similar. Una de las formas en que la persona profunda me habla, es a través de la voz de la conciencia (en su segunda acepción). Esa voz que me susurra qué es correcto o impropio, qué me hace sentir bien o mal según mis actos.

Practicando la espiritualidad en el día a día

Cada día tenemos miles de oportunidades de ir expandiendo nuestra conciencia y desenvolviendo nuestra persona.

El agradecer es una de esas oportunidades. Doy gracias cuando algo me es dado sin que ello sea mérito mío, que es la mayor parte de lo recibido. Tomar conciencia de lo que recibo por gracia y no por mérito me permite dar gracias. La gente que participa en alguna religión agradece a Dios por lo que le es dado –como la comida que recibe y tantas cosas más– lo que es una bella práctica si asumimos que lo divino simboliza lo desconocido, el misterio insondable tras todo lo manifestado, ya que nos permite conectarnos de alguna forma con ese misterio.

Gran parte de lo que nos llega en la vida tiene un origen desconocido o misterioso. Sin embargo, si solo agradeciéramos al misterio y nos saltáramos dar gracias a tantos seres tangibles y concretos que participan en lo que nos llega, seríamos muy injustos. Tomemos conciencia de los medios de que disponemos para cada una de nuestras acciones cotidianas, transportarnos, alimentarnos, cultivarnos, distraernos, trabajar y crear, medicarnos, vestirnos, hacer algún deporte, estar seguros y protegidos, etc. y toda la participación y trabajo de cientos de miles de seres humanos que lo hacen posible, algunos de ellos conocidos, pero la gran mayoría, desconocidos, aun de diferentes épocas históricas. El acto personal de agradecer nos conecta con toda esa humanidad.

La espiritualidad se expresa muy especialmente en el amor. No en el amor posesivo, que nos separa, aísla; donde los otros tienen un valor funcional antes que un valor propio. Sino, en el amor trascendente, que me conecta y une con los demás, con la naturaleza, con la belleza y con la vida. También en el amor compasivo, en el que resueno con la desgracia y el sufrimiento del otro, como si fuesen propios. El amor es participativo, me hace ser parte de un todo mayor. Me permite ver los recursos propios y de los demás, y sacar lo mejor de cada cual. Me invita al encuentro dialógico con el otro y conmigo mismo.

Un encuentro interpersonal es siempre una experiencia espiritual, en que se despliega la persona del otro ante mí y mi propia persona también se devela ante ambos. En el encuentro me abro y asombro ante el misterio que se despliega, sin que yo fuerce nada. Soy Yo en toda su expresión y también soy Tú intensamente. Aquí toma vida la expresión de Buber de que el Yo siempre está en una relación inseparable que alcanza su mayor sentido existencial en la díada Yo-Tú.

A continuación quiero compartir con ustedes un regalo que me fue dado en un camino espiritual del que participo: las diez palabras del desenvolvimiento espiritual, que me han acompañado por más de 4 décadas y procuro tenerlas muy presentes. Si en cada situación cotidiana seguimos las 10 palabras, equivalentes a los pasos del AEP, tendremos una excelente herramienta de desenvolvimiento personal .

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Como se ve en este breve desarrollo de cómo se puede vivir la espiritualidad en la vida cotidiana, me atrevo a decir que la espiritualidad cotidiana no es diferente a la “existencialidad”. Etimológicamente existir (lt.), se descompone en el prefijo ex– que significa “hacia fuera”, y sistere, “tomar posición”. Existir es posicionarse uno mismo en el mundo, continuamente. Es, simultáneamente, trascendencia e inmanencia en una relación dialógica con el mundo y conmigo mismo, en un proceso en que expando mi conciencia y al mismo tiempo gano libertad interior al desplegarse mi persona cada vez con menos ataduras. Me desenvuelvo hacia una existencia plena y eso es para mí el sentido de la espiritualidad.

Gabriel Traverso
Psicólogo, Director Académico ICAE
gabriel@icae.cl

(1) Más detalle sobre el AEP se puede encontrar en el excelente artículo de Lorena Jiménez en el primer número de Existencia (“El componedor de huesos”).

Gabriel Traverso

Psicólogo Clínico, supervisor acreditado
Director Académico de ICAE

g.traverso@gmail.com

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Chile
Espiritualidad - Spirituality
Nº 9 - 2014