Se aproximan los nubarrones en el hemisferio sur, al mismo tiempo que se aleja el calor de la estrella en el centro de nuestra galaxia. Aparecen mangas largas, sweaters de distintos colores, quienes resienten la ausencia de la tibieza, usan abrigos, parkas, bufandas, gorros. Los pies quedan sumergidos en botines, zapatos, zapatillas. La ciudad se vuelve grisácea, escasea la luz, la venta de café se vuelve un buen negocio. Entra en la consulta una antigua paciente, es evidente que la tristeza le ha dibujado unos gestos distintos, o al menos la luna creciente que tenía en su rostro hace unos meses atrás, ahora se ha convertido en una fina línea levemente arqueada hacia abajo, sus ojos se ven somnolientos, y una sombra del mismo color gris del cielo invernal, se ha posado entre sus párpados y sus mejillas. Se sienta distinto en el sillón, se trata de acomodar, pero no lo consigue, se encorva, siente frío, sus manos están cerradas y cruza las piernas tratando de que el escaso calor que siente en sus entrañas, no se escape por ningún poro de su cuerpo. No se quita el abrigo, parece que le cuesta encontrar la fuerza para mover su torso y ofrecer energía a sus escápulas y brazos para torcerse y retirarse tanta protección.
De eso se trata, el abrigo le brinda protección. La protege de la temperatura que baja, pero especialmente del mundo. Los escenarios por los que ella transita son indeseados; el exterior no es estimulante, es amenazante; no consigue obtener resultados favorables en sus negociaciones con este mundo; algo no anda bien, lo percibe, se da cuenta, pero la mente la desvía, la confunde con engaños cuando la invita a jugar, la entrampa en ideas que le parecen coherentes, pero parecen carentes de valor para su razón de ser. Su alma, esa luminosa sustancia que resulta única, se aprecia sombría. Hay quienes dicen que los ojos son la entrada a esa esencia, por eso es evidente que su alma, al igual que sus ojos, se aprecia teñida del mismo color de la bóveda gris que compartimos todos en este hemisferio; sin embargo, en ella crea una capacidad distinta, su propia vida es percibida y analizada con un realismo superior, casi mágico, pero los entrelazados están ocultos detrás de una cortina de humo que le impide ver con nitidez los matices y los colores de su mundo, y mucho menos vivenciar con sus seres amados, los matices y colores de sus vidas. No es su responsabilidad, los seres humanos son seres espirituales y también orgánicos.
Cuenta que es difícil escribir sus notas, hablar con otro se siente como una tortura de incomprensión y entonces se imagina que es una isla, solo hay océano alrededor, y puede reposar, dejar los esfuerzos, olvidar el mundo para que todo ocurra en la distancia, y esperar, esperar con paciencia a que pasen los nubarrones. De vez en cuando, la montaña que tiene en su isla produce unos ruidos y movimientos terrestres espectaculares, vomita fuego, creyéndose un dragón, y en otras ocasiones este volcán traza, en el cielo, unas líneas grises con su fumarola, la que de noche se disfraza con el color de sol, para recordarle que pronto llegará la brisa tibia y que los pensamientos, la energía y el ánimo retornarán a su rumbo original en la travesía de su vida.
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Varios integrantes de nuestras comunidades viven con profunda soledad y angustia los cambios estacionales. Es fundamental el acompañamiento y la orientación para ellos y ellas que sufren los dolores y tormentos de la depresión estacional, también llamada trastorno afectivo estacional en manuales psiquiátricos pasados.
En este número, Revista Existencia quiere aproximarse al sufrimiento humano representado en dos trabajos, uno de ellos nos muestra la relevancia de las mascotas en la vivencia de las condiciones existenciales de cercanía y relación, propias de la segunda motivación, y cómo es posible acompañar el duelo en los casos que fallece una mascota. El trabajo de María de Lourdes Almaguer Vega (CEMAEL) nos ofrece la revisión de un interesante caso de duelo por la pérdida de una mascota y una versión del acompañamiento por parte de un Consultor en Análisis Existencial.
El segundo trabajo es de Giuseppe Hammurabi Pérez Guzmán (CEMAEL) quien analiza el caso de un paciente que ha padecido brotes psicóticos. Aunque modesto en su título, este manuscrito resulta interesante para los terapeutas a quienes les toca abordar casos con esta complejidad, pues no solo releva las vivencias personales del paciente y cómo pueden ser comprendidas y examinadas desde el análisis existencial; sino que además transparenta las preocupaciones, inseguridades y cuestionamientos a los que se puede ver expuesto un psicoterapeuta al enfrentarse a este tipo de diagnóstico en un paciente.
Es un importante aporte para la comunidad disciplinaria que los analistas existenciales puedan aportar sus experiencias en diagnósticos complejos, abordando un método concreto de autoexploración para desempeñar el oficio de llevar una conversación terapéutica hacia vivencias de sanación.
Sin lugar a duda, el tercer trabajo es lectura obligatoria. Se trata de un artículo elaborado por las doctoras Janelle Kwee (Adler University), Hillary McBride (Katalyst Mental Health) y Larissa Rossen (Trinity Western University). En un manuscrito de excelente calidad académica, las autoras presentan los resultados de una investigación realizada en Canadá sobre el Análisis Existencial aplicado a la salud maternal. Atendiendo el otro lado de la moneda, las autoras buscan comprender aquello que favorece experiencias de maternidad satisfactorias y saludables. Para ello realizaron entrevistas a madres identificando vivencias de bienestar maternal y personal durante el continuo del embarazo, parto y puerperio. Se ofrecen conjuntos de preguntas que pueden inspirar el trabajo de acompañamiento de mujeres en estas fases de la maternidad tanto para terapeutas como para consultores.
Para continuar con experiencias de suyo inspiradoras para quienes se interesan por la trascendencia, el artículo de Gabriel Traverso (ICAE) ofrece una mirada retrospectiva y personal acerca de las aventuras por el AE y por los caminos de desenvolvimiento espiritual, como lo denomina el autor, particularmente, su participación en la CAFH. En un esquema comparativo, pone en diálogo ambas fuentes, elaborando argumentos en aquellos puntos de encuentro entre ambos y llegando a la conclusión que los coloquios entre el AE y los caminos espirituales son fructíferos.
Finalmente, la entrevista de este número recoge la experiencia del académico e investigador Emil Osorio cuando se trata de aplicar la fenomenología a la arquitectura. En su práctica, Emil se ha apoderado de la relevancia de lo humano y sus vivencias para plasmarlo en sus proyectos. Su familiaridad con la fenomenología fue ha sido fruto de su trayectoria profesional y la experiencia vital de su cotidianidad.
Que obtengan el mejor provecho de nuestro número.
Descargar número completo de Existencia Nº 37 aquí:
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