En un mundo polarizado y más dividido que nunca, ofrecer el don de la verdadera apertura, el diálogo y la comprensión entre sí, en medio de diferencias aparentemente irreconciliables y grandes desórdenes, es invaluable. Lamentablemente, hoy en día a menudo luchamos por dar cabida a diferencias o desacuerdos, y rara vez somos capaces de encontrar y sostener las diferencias como diferencias sin disolverlas en el discurso vacío de lo políticamente correcto, o asimilarlas a lo que ya conocemos. En lugar de estar en desacuerdo, tendemos a odiar y dividir. En lugar de debates públicos, tenemos “la cultura del cancelamiento”. En lugar del valor de tomar una posición y hablar abiertamente entre nosotros, tendemos a ocultar nuestras reacciones viscerales y no asumidas detrás de iconos de “aversión” y “enemistad” en las redes sociales. Es probable que estemos paralizados por el miedo o galvanizados por la ira cada vez que alguien tiene una opinión diferente. A veces, parece difícil mantener dos posturas diferentes en nuestra mente sin sucumbir impotentemente aferrarnos a una visión que decretamos como verdad. Todo lo diferente a nuestra “verdad” es una amenaza. Dos años de pandemia y mandatos públicos sólo han acelerado y profundizado estas graves fracturas en nuestro tejido social y nos han hecho aún más intransigentes con las diferencias, menos abiertos y menos dispuestos a buscar un verdadero entendimiento. La reciente guerra en Ucrania es la manifestación más escandalosa, trágica e indignante de intolerancia y falta de capacidad para el diálogo y la comprensión.
Durante estos tiempos difíciles, a menudo he recordado el método central del Análisis Existencial – Análisis Existencial Personal (AEP; Längle, 1994, 2000) que nos ofrece un camino para el diálogo y la comprensión auténtica al delinear un proceso fenomenológico que nos permite encontrar plenamente las diferencias sin sentirnos amenazados. Este proceso comienza con la apertura para notar lo que está sucediendo y dejar que sea lo que se nos presente. Comienza con la intención de oir para escuchar, y de mirar para ver. Hacemos todo lo posible para suspender nuestras nociones preconcebidas de cómo debe ser algo, y nuestras opiniones o creencias de larga data para que podamos escuchar y ver de nuevo.
Entonces, nos permitimos ser movidos o impactados por lo que está sucediendo sin saltar a la acción todavía, sin estar aterrorizados de nuestras verdaderas emociones, y sin desviar esas emociones. Vivenciar y contemplar nuestras emociones se convierte en un crisol donde se destila algo precioso: lo que realmente nos importa, lo que algo significa para nosotros y lo que es verdaderamente importante para nosotros. Este es el comienzo de nuestro entendimiento. En lugar de ser superados por la ira o el miedo, podemos escuchar el mensaje transmitido por nuestros sentimientos para comprender lo que más nos importa, y explorar los valores en juego y cómo protegerlos sin exteriorizar, sin tolerar la violencia, ni desapareciendo en un alejamiento de ellos.
A medida que nuestra comprensión se profundiza, podemos preguntarnos con curiosidad: ¿hay algo que nos falta y que no somos capaces de entender? Podemos desarrollar la capacidad de mantener lo que no entendemos sin recurrir a la agresión o sentirnos amenazados. Está bien no entender. También está bien dejar que este no entendimiento sea sin ceder al impulso de erradicarlo o reducirlo a lo que creemos. Podemos ser más dignos y preguntarnos ¿cómo entiende el otro lo que está pasando? ¿Entendemos lo que está en juego desde la perspectiva del otro? Nuestra comprensión no es aislada y egocéntrica. Siempre es relacional y contextualizada.
Entonces podemos preguntarnos sincera y seriamente: ¿qué es lo que está en el centro de este asunto para nosotros personalmente? ¿Qué es esencial para nosotros en esta situación? Esto requiere sentarse con nosotros mismos, escucharnos a nosotros mismos y luego tomar una posición: ¿Qué le digo a esto? Desde el fondo de mi corazón, ¿cuál es mi postura sobre esto después de integrar todo lo que entendí, incluida la visión de los demás, y lo que no entiendo o lo que me estoy perdiendo? Encontrar nuestra posición significa que podemos permanecer nosotros mismos y con nosotros mismos mientras estamos con alguien diferente o con un punto de vista diferente. Significa permitir diferentes puntos de vista mientras defendemos los nuestros sin sentirnos amenazados y reaccionar con la retirada o la agresión.
Una vez que encontramos nuestra posición personal a través de este proceso de comprensión, y sólo entonces, somos libres de decidir cómo actuar, podemos respaldar nuestras acciones y podemos asumir la responsabilidad de sus consecuencias. Hasta entonces, reaccionar rápidamente en el miedo, la ira o la frustración nos aprisiona y nos hace “no libres”, no disponibles para el diálogo e irresponsables.
Entendernos los unos a los otros y a nosotros mismos de esta manera es un don raro, particularmente en las condiciones actuales de nuestro mundo. Por lo tanto, tratemos de ofrecernos este regalo del diálogo y la comprensión entre nosotros para mejorar nuestra libertad y dignidad, así como la oportunidad de resolver nuestros inevitables desacuerdos a través del diálogo en lugar de recurrir a la fuerza, la agresividad pasiva o la retórica vacía de lo políticamente correcto.
Bibliografía
Längle, A. (1994). Die biographische Vorgangsweise in der Personalen Existenzanalyse.
In: Biographie. Verstandnis und Methodik biographischer Arbeit in der Existenzanalyse
Längle, A. (ed.) (2000). Praxis der Personalen Existenzanalyse. Vienna: Facultas.