El Abuso Sexual: ¿Puede llegar a recuperarse la Persona?


La mirada del Análisis Existencial.
Pamela Lorca

El abuso sexual constituye una realidad tristemente presente a lo largo de la historia de la humanidad, si bien durante los últimos años se ha vuelto visible y presente. Algo que permanecía guardado y callado comenzó a tomar voz, permitiendo que muchas personas comenzaran a hablar de lo que les había ocurrido, saliendo así de la soledad y el desamparo y transformando un desastre que solía ser secreto en un sufrimiento compartido.

¿Cómo es posible asumir una realidad tan brutal? ¿Es posible llegar a reponerse? ¿Qué necesitan las víctimas para poder volver a sentirse artífices de su vida y su futuro? ¿Podemos ayudarlas a reparar lo dañado y recuperar la libertad?

Desde la mirada del Análisis Existencial nuestra respuesta es sí, podemos acompañar a quienes lo han perdido casi todo porque la Persona, lo esencial de cada cual, permanece indemne y protegida –aunque a veces escondida– en su núcleo más profundo. Esto no significa que el trauma y el daño como tal no existan, sino que éstos se producen en la psiquis y en el cuerpo, y por lo tanto en esos ámbitos tiene sentido hablar de reparar. Ese daño va a requerir y afectar al ser humano a tal nivel que es posible que la Persona casi no pueda encontrarse, por lo que nuestro trabajo será lograr la forma de interpelarla para que pueda surgir y volver a situarse en aquél lugar desde el cual pueda restablecerse lo perdido.

El abuso sexual produce un impacto tanto en las condiciones como en las motivaciones que sustentan la existencia. Hablamos de impacto porque constituye un golpe que transgrede y atraviesa, afectando la integridad de la persona; destruye, devasta. Para algunos se constituye en un trauma que acompaña todas las esferas de la vida, para otros en un recuerdo doloroso que tiñe el pasado; en cualquier caso genera un efecto muy difícil de sobrellevar y desde el cual recuperarse sin ayuda.

Haber sido víctima estremece la capacidad más básica de poder ser por la transgresión concreta y simbólica que se produce en el espacio personal –el propio cuerpo invadido–, la desprotección y la falta de sostén vivenciada, en tanto todo aquello que parecía seguro y contenedor se desploma; la angustia así llega a ocupar un lugar primario. Es el abismo bajo sus pies, el horror de lo inimaginable, y la sensación de caída que se repite una y otra vez.

Constituye así mismo una experiencia desgarradora de dolor y pérdida en diferentes sentidos –de la vida como era conocida hasta ese momento, del cariño y la protección de alguien que se convierte en agresor, de la inocencia, de la alegría, de la esperanza–. Todo aquello debilita la fuerza vital y también la relación con los propios sentimientos. El dolor es tan fuerte que resulta casi imposible sostener un contacto con lo sentido, puede sobrevenir la aparente indiferencia, la anestesia, y no sorprende que aparezca así finalmente el sentimiento de que ya no es bueno vivir, núcleo profundo de la depresión.

Se produce una fractura en lo más íntimo del ser, el abuso implica ser brutalmente usado y anulado en la voluntad (incluso en aquellos casos en que no ha mediado violencia física), la persona pierde su valor propio y es ocupada como un objeto, esto pisotea la dignidad y el respeto que merece todo ser humano por el hecho de serlo, lo que genera en quien lo padece el sentimiento y la confirmación de que no le es permitido ser como es, de que simplemente no tiene el derecho, pudiendo llegar a desembocar en una severa confusión respecto de quién se es realmente.

Algo extraño e innombrable se introduce, de lo cual no puede generar representación alguna: es el horror de que algo inasible, impensable e incomprensible exista,  más dramático en tanto no es una realidad que se encuentre fuera –como puede ocurrir en el caso de los desastres naturales–, sino en el interior mismo de quien lo vive, emergiendo inevitable y repetidamente dentro de sí. No es posible escapar y no da tregua, entonces la única alternativa es separarse de sí mismo. Desde ahí es posible comprender el corte que la persona produce consigo misma, por la incapacidad de sostener aquello para lo cual ningún ser humano se encuentra preparado. Es la intimidad devastada que para protegerse se anula.

Por este quiebre se va a generar una y otra vez la repetición de un mecanismo que hace aún más crónico su efecto: la persona, aislada de sí misma por evitar el acceso a la herida, va agrandando aún más esa herida de momento que no tiene acceso a sus capacidades y recursos para hacerle frente. Así también, con su cercanía indiscriminada o bien con su huida constante aleja más aún a quienes genuinamente pueden interesarse en ella. Es en este punto que la ayuda de otro se vuelve fundamental: posible sólo desde el encuentro verdadero, al inicio solamente por la presencia de alguien que es capaz de soportar con ella el horror de lo vivido y de insistir en la búsqueda de la persona herida que habita tras el daño.

El Análisis Existencial ofrece una concepción del ser humano y su existencia que nos entrega amplias posibilidades de ayuda para quien ha sufrido de esta forma. Desde ahí podemos tener una visión esperanzadora que nos permita sortear los fracasos en el camino terapéutico y el desgaste personal y profesional que genera la relación que establecemos con lo monstruoso y oscuro del abuso. Sólo nuestra perseverancia en el llamar a la Persona, y nuestro propio ser persona frente a lo enfermo nos permite sostener y llegar al fin del camino necesario de recorrer.

Esencialmente la terapia del abuso se nutre de ofrecer aquello que ha desaparecido: una presencia y aceptación básica queotorga espacio, sostén y protección para retomar la posibilidad de ser -aún con la atrocidad de lo ocurrido- rehaciendo la confianza (Primera Motivación Fundamental), una relación de cercanía y ayuda en la comprensión y compasión por lo perdido, que sienta las bases para el proceso de duelo y que puede llegar a sanar de la depresión y a recuperar la relación con la vida (Segunda Motivación Fundamental), consideración, respeto y valoración que ayudan a la persona a volver sobre sí misma recuperando el sitial de la intimidad (Tercera Motivación Fundamental), y un contexto general que posibilita la aparición de la esperanza y una creencia positiva en el futuro (Cuarta Motivación Fundamental).

¿Puede llegar a recuperarse la Persona? Sí,sólo en la medida de que su búsqueda sea el norte que guíe nuestro trabajo terapéutico. La disposición del terapeuta como persona –más allá de las destrezas como profesional– puede ayudar en este camino: sólo cuando tratamos al otro como persona recogemos y cuidamos su intimidad, y la protegemos de que en la relación de ayuda sutilmente se reinstauren las dinámicas del abuso. Así, quien ha sido dañado puede volver a ser sí mismo. Y quienes presenciamos eso nos volvemos un poco más nosotros mismos también.

Pamela Lorca

Psicóloga Clínica de Adultos
Formación en Psicoterapia Analítico-existencial

pamelalorcasantander@yahoo.com

Más sobre

Tags:
Artículos
Chile
Confianza - Trust
N° 1 - 2013