Introducción.
Como Analista de Temperamento, siempre me sorprendió que las personas sintieran una fuerte identificación con su estilo de Temperamento y lo mucho que les aportaba en su proceso de autoconocimiento, sobretodo en el encuentro con las diferencias de los demás. He podido presenciar cómo, tan sólo con el Análisis de Temperamento, alguien comprende mejor a su pareja, a su hijo, a su hermano o, incluso en el ámbito profesional, un médico a su paciente, o un supervisor a su subordinado. Sin embargo, siempre tuve la inquietud de potencializar esta información para un mayor crecimiento personal. No fue sino hasta que conocí el Análisis Existencial de Alfried Längle que encontré aquello que me estaba faltando.
A continuación expongo un breve acercamiento al Análisis de Temperamento, seguido de una filosófica reflexión acerca de la esencia y la existencia, paralelismo que me lleva a valorar la relevancia y profundidad del Análisis Existencial de Längle, que nos conduce hacia el encuentro con una existencia más plena.
Mirada retrospectiva a las diferencias humanas.
La idea de que las personas tienen diferentes predisposiciones para actuar de maneras específicas es bastante antigua y fue esbozada inicialmente por Hipócrates alrededor del año 370 A.C. Como lo menciona David Keirsey (2001), esta idea continuó en el pensamiento popular de la medicina, la filosofía y la literatura hasta el siglo XIX. En contraparte, la idea de que la gente nace sin predisposiciones y por lo tanto es maleable, es una noción surgida a principios del siglo XX. Iván Pavlov consideró la conducta como meras reacciones mecánicas ante diferentes estímulos del entorno. John Watson, el primer conductista norteamericano, afirmó que a través del condicionamiento podía darle a un niño la forma que se quisiera, siempre y cuando lo pusieran bajo su cuidado en una edad muy temprana. Sigmund Freud afirmaba que todos somos impulsados desde el interior por una líbido instintiva y que los motivos “elevados” simplemente son versiones disfrazadas de este instinto. Alfred Adler, otro médico vienés consideró que luchábamos por ser superiores. Harry Sullivan psiquiatra estadounidense propuso la solidaridad social como la motivación básica; y los psicólogos humanistas Carl Rogers y Abraham Maslow proponen que el ser humano busca la autorrealización. Pese a sus diferencias, todos estuvieron de acuerdo en que las personas sólo tienen una Motivación Fundamental.
En 1920 el médico, psiquiatra y psicólogo suizo Carl Jung estuvo en desacuerdo. Escribió en su libro Tipología Psicológica que las personas son diferentes en esencia. Afirmó que la gente tiene una multitud de instintos que la impulsan desde su interior y que ninguno es más importante que los demás. Subrayó la importancia de la inclinación natural hacia la Introversión o Extroversión en combinación con la preferencia por una de las cuatro funciones psicológicas básicas propuestas por él mismo: la Reflexión, el Sentimiento, la Sensación y la Intuición.
Jung afirmó que existe una preferencia por una función específica por lo que podemos ser identificados y tipificados a partir de esa preferencia. Así es como presentó lo que denominó los Tipos de Funciones o Tipos Psicológicos. Más o menos al mismo tiempo, algunos otros investigadores revivieron el estudio de la personalidad que se practicó durante mucho tiempo y que el filósofo John Stuart Mill llamó Etología; años después el psicólogo Henry Murray lo llamaría Personología. Sin embargo, sus libros junto con la Tipología Psicológica de Jung quedaron abandonados mientras la Psicología estuvo dominada por la Psicodinámica Freudiana por un lado y el Condicionamiento Pavloviano por otro. La conducta fue explicada como el resultado de motivos inconscientes, de un condicionamiento pasado, o de ambos, así se abandonó la idea de las diferencias innatas en las acciones y actitudes humanas propuestas por Jung.
A mediados del siglo XX, Isabel Myers desempolvó el libro de Jung y junto con su madre, Kathryn Briggs, elaboró el Indicador de tipos Myers-Briggs, un cuestionario para identificar los diferentes tipos de personalidad, el cual fue en gran parte inspirado por el libro de Jung, en donde se identifican dieciséis patrones de acción y actitud, volviéndose sumamente popular en la década de los noventa, cuando más de un millón de personas lo contestaban cada año. El interés por la Tipología de la Personalidad tuvo gran auge en Estados Unidos, Canadá y Europa.
Esta investigación ha sido desarrollada de manera muy seria por Keirsey (2001) y otros prestigiados autores. Los resultados concluyen que las personas con sus patrones de conducta y actitud no son iguales y que estos patrones son tan innatos como la complexión corporal.
La Teoría de los Temperamentos.
Según Keirsey (2001), la personalidad tiene dos facetas: una es el Temperamento y otra es el Carácter; el primero es una configuración de inclinaciones innatas, mientras que el Carácter lo es de hábitos. El Carácter es la disposición y el Temperamento es la predisposición, esto significa que nuestro cerebro es como una computadora que tiene su Hardware: el Temperamento, y su Software: el Carácter. El primero es la base de donde surge el Carácter y coloca una marca identificable en las actitudes y acciones de cada persona. Así, el Temperamento es la forma innata de la naturaleza humana, mientras que el Carácter es la que se desarrolla a través de la interacción del temperamento con el entorno, conformando así una personalidad única e irrepetible en cada persona.
A continuación se presenta, a manera de resumen, un breve esbozo de la historia de la Teoría del Temperamento. A principios del Siglo XX se habían identificado casi cinco mil informes sobre el Temperamento y el Carácter. El cuadro que aparece a continuación, elaborado por Keirsey, muestra una pequeña parte de esa larga historia y es explícito en sí mismo, al definir cuatro diferentes estilos de temperamento observados consistentemente en diferentes épocas y por diferentes autores.
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Resulta fascinante la idea, que ha sobrevivido durante más de dos mil años, de que los individuos están predispuestos a desarrollarse y ajustarse a una de las cuatro distintas configuraciones de actitud o acción. Esto es algo que ha sido estudiado, por tantas personas, en tantos países y por tanto tiempo que demuestra ampliamente su consistencia y utilidad.
Myers terminó de escribir su libro “The Myers-Briggs Type Indicator” en 1958 y lo publicó en 1962, aunque el Sistema Educativo de EEUU llevaba varios años utilizando su cuestionario antes de ser publicado. Con las contribuciones de Keirsey, Spränger, Kretschemer y Fromm se concluyó que en cada uno de los cuatro estilos de temperamento estudiados había cuatro diferentes variantes, dando un total de dieciséis variantes de Temperamentos Específicos.
David Keirsey aseveró en su trabajo que todas las personas se identifican con una de esas dieciséis variantes. Teniendo esto un efecto muy positivo en la manera de percibirse a sí mismos y de percibir las diferencias con los demás, la experiencia que las personas tienen al identificar y aceptar la descripción de su Temperamento Específico se da de manera validatoria, llevándolas a un constante refuerzo de su autoestima. Esto no es una coincidencia, sino el resultado de darle a la Teoría del Temperamento un enfoque libre de juicios, resaltando las fortalezas de cada estilo de Temperamento y no sus debilidades. La persona, en este proceso identifica positivamente características muy importantes de su personalidad que la ayudan a experimentar las diferencias con los demás de una manera amigable y lúdica permitiéndole proyectar su personalidad de manera natural, siendo recibida por los demás de manera positiva y en un ambiente de seguridad y confianza.
El estilo de temperamento de una persona debe ser entendido como algo valioso, otorgado y no adquirido, manifestado como una tendencia innata desde los primeros momentos de vida y que puede observarse una y otra vez a lo largo de su vida. Cada estilo de temperamento tiene un valor en sí mismo y no debe ser percibido como mejor o peor que los otros estilos, sino más bien diferente y por lo mismo también con sus propias limitaciones.
El tratamiento que debe dársele a la información acerca de la Teoría del Temperamento proveniente de diferentes autores, es ponerla en positivo, resaltando las fortalezas, libre de juicios y críticas negativas, de tal forma que cuando la información llega a la persona, ésta tiene un proceso de identificación, principalmente validatorio contrario a sentirse enjuiciado, estereotipado, despersonalizado, criticado o encasillado. Una vez sintiéndose validadas, este abordaje de la Teoría del Temperamento permite a las personas experimentar una mejor disposición ante las diferencias con los demás de una manera receptiva y reveladora.
Metafóricamente, ¿por qué un roble germina, se desarrolla y madura como un roble y por qué un pino germina, se desarrolla y madura como un pino? Porque la semilla (esencia) de la que provienen es diferente, nunca un roble se comportará como un pino y un pino nunca se comportará como un roble. Sin embargo y siguiendo la analogía con el Temperamento se puede decir que el temperamento es dinámico, no estático, ilimitado y de enorme potencial, de tal forma que un roble podrá alcanzar un maravilloso grado de maduración lo mismo que un pino aún siendo tan diferentes.
La postura esencialista VS. la postura existencialista.
Una postura esencialista le daría más valor de realidad a las esencias, esto puede ser válido para el mundo de las características físicas, es decir, la esencia de un roble habla de aquello que lo hace ser exactamente eso, un roble y no un pino o un manzano. Todo aquello que comparte con los objetos llamados robles.
Sin embargo dicha esencia sólo existe hasta que visualizamos un roble específico, y entonces, lo relevante no es su esencia sino su existencia. Al hablar de esencias hablamos de generalidades, pero al hablar de las posibilidades en la realidad, transitamos de la esencia a la existencia y entonces nos referimos a un roble en específico. ¿En dónde está?, ¿Qué calidad de tierra tiene?, ¿Cómo es su entorno?, ¿Cómo son los nutrientes y las condiciones que encuentra en su proceso de maduración?, ¿Qué es cobijado por su sombra?, ¿A qué seres vivos alberga?
Para los seres humanos, desde la posición existencial, la realidad humana no puede ser reducida a un grupo de componentes esenciales. Lo que define a una persona, no son las características de su temperamento, ni sus rasgos físicos, ni su coeficiente intelectual, ni sus procesos psíquicos, lo que define a la persona es la manera particular en que a cada momento va acomodando e integrando todos esos elementos en su realidad.
Esto nos lleva a definir un objetivo: plantear el trasfondo filosófico del uso del modelo del Análisis de Temperamento en combinación con el modelo de Análisis Existencial. Alfried Längle plantea que:
El Análisis Existencial se caracteriza por no aislar nunca la unidad del ser humano, sino considerarlo siempre en estrecha unión dialógica con sus relaciones de valor. Dicho de otra forma: el ser humano según el Análisis Existencial nunca está “completo” por sí mismo, aún cuando esté sano y todos sus impulsos satisfechos. El ser humano está dotado como persona para ir más allá de si mismo y volverse hacia otros (cosas, personas, tareas) con los cuales logra su realización existencial (Längle, 2004).
¿Y si partiéramos de la postura esencialista en la que se realiza un inventario de todos esos regalos que se me han otorgado al nacer, aceptando el hecho de mis limitaciones, ya que de manera natural no recibo todos los regalos que la naturaleza ofrece y después, con este bagaje, potencializar la plenitud de mi existencia?
Existencialmente no se puede reducir el ser persona a una serie de componentes esenciales, esto reduciría la totalidad de su humanidad. Solamente nos puede dar elementos para un entendimiento más completo y profundo de su existencia.
Sería como decir que, al nacer, a cada uno de nosotros se nos entregó una caja de crayolas y un lienzo de un tamaño específico. Algunas personas quizá tengan un lienzo más grande respecto a las demás. Otras personas pueden tener una gran variedad de crayolas, mientras que algunas más sólo tienen unas cuantas. Aún a pesar de todas estas diferencias, al final de cuentas lo que importa es el cuadro que se pinta, la obra. Después de todo hay artistas que realizan obras maestras únicamente con un lápiz (Martínez, 2012).
Conclusión.
Saber el propio estilo de temperamento específico es un excelente punto de partida para después dejarse preguntar por cada una de las cuatro Motivaciones Fundamentales: Mundo, Vida, Ser Persona y Sentido. Según Längle, la realización de la existencia exige un consentimiento en esos cuatro ámbitos, tanto frente a sí mismo como también frente a los correspondientes contenidos del mundo (2009).
Podemos concluir entonces que lo importante no es lo dado, sino lo que soy capaz de hacer con ello. Es evidente la prevalencia de la existencia ante la esencia. Aunque echarle un vistazo a la esencia, puede ser de suma utilidad, tal vez esto, nos permita comprender mejor la existencia.
Desde la perspectiva existencial, no soy solamente lo que la perspectiva esencialista define que tengo, sino cómo trasciendo con eso que tengo.
Efectivamente, la existencia prevalece a la esencia.
BIBLIOGRAFÍA
Keirsey D. (2001) Por favor, compréndeme II. Tusquets Editores México S.A. de C.V.
Längle A. (2009) Las Motivaciones Personales Fundamentales. Piedras angulares de la Existencia. En: Revista de Psicología de la Universidad Católica de Argentina, Buenos Aires, No. 10, Vol. 5, 7-24.
Längle, A. (2004) Análisis Existencial. Introducción y Fundamentos. Libro de texto de Formación en Análisis Existencial. No publicado.
Martínez A. Y. (2012) Filosofía Existencial para Terapeutas y uno que otro curioso. Ediciones LAG. México.