Resumen
Este ensayo busca resaltar la hermenéutica que está en el trasfondo de toda la psicoterapia desarrollada por Alfried Längle.
Este énfasis en la hermenéutica no sólo presenta un aspecto comprensivo para la teoría analítico existencial, sino también ofrece un valor para la praxis, al ayudar al consultante a resignificar su realidad permitiéndole así una comprensión más coherente de la misma. Se muestra el ciclo del AEP (Análisis Existencial Personal) como un proceso hermenéutico completo, en todos sus pasos. Lo central aquí es cómo la actitud hermenéutica se refuerza y complementa por la actitud fenomenológica.
Este ensayo busca mostrar que la epistemología a la base del enfoque de Längle es hermenéutica, a diferencia de la Logoterapia de Frankl, y que esta última corresponde a otro paradigma científico. Se propone que la terapia desarrollada por Längle, desde lo epistemológico y paradigmático, es más cercana a los enfoques postmodernos, como los centrados en narrativas o el construccionismo social, que la mirada frankleana.
Este artículo está en imprenta para ser publicado en EXYSTENZANALYSE 2/2021
Introducción
Entendiendo por ‘espacio’ un lugar donde puedo moverme, actuar y donde también puedo tener acceso a materiales requeridos para mi actuar –un espacio de trabajo no sólo me permite realizar la acción laboral sino también me permite acceder a lo que requiero para ello (herramientas, libros, computador, etc.)–, defino aquí un espacio hermenéutico[1] como aquel lugar en que puedo interpretar y comprender accediendo a las significaciones que guarda ese espacio. Podríamos llamarlo también, por lo mismo, espacio de significados. En este artículo me refiero en particular al espacio hermenéutico creado por Alfried Längle a través de su numerosa obra y praxis. Ocupo ese espacio cuando estoy en conversación con un consultante en el espacio físico (o virtual, en estos tiempos de pandemia) desde mi posición de terapeuta analítico–existencial. En esta oportunidad me dispongo más bien a observarlo y examinarlo.
[1] Tomo el concepto de “espacio hermenéutico” de Sassenfeld (2016), también empleado previamente por Mancilla (2013).
El acto hermenéutico consiste en interpretar, significar, opinar, comprender. Comprender es siempre interpretar (Gadamer, 1960). Tradicionalmente la hermenéutica se reducía a la comprensión de textos escritos. Gadamer expande el campo de la hermenéutica a todo lo que requiere comprensión, incluyendo el arte, toda expresión artística y no sólo la literatura.
En inglés la palabra meaning quiere decir “significado” (Bedeutung) y también “sentido” (Sinn). En la traducción al inglés de este artículo, meaning sin adiciones, se empleará como “significado”. Si tenemos que referirnos específicamente a “sentido”, diremos meaning (Sinn). Toda interpretación es una atribución de significado. Sin embargo, cuando otorgamos sentido a alguna acción, si bien es un acto hermenéutico, una significación, no toda significación tiene sentido. Cuando digo “esto no tiene ningún sentido para mí”, lo estoy significando, estoy dando una interpretación. Similarmente, si digo que no comprendo algo, estoy comprendiendo que no comprendo. Esta distinción entre significado y sentido es importante en el Análisis Existencial (AE), según el modelo de Längle, ya que el sentido es el acto hermenéutico central de la cuarta motivación fundamental (4ª MF), en tanto el significado está presente en cada MF. Significamos una situación como amenazante y nos angustiamos (1ª MF); significamos un momento como valioso y nos da alegría (2ª MF); significamos una frase como una descalificación y nos ofendemos (3ª MF); significamos nuestro trabajo como muy satisfactorios y nos sentimos plenos (4ª MF). Sería interesante realizar una investigación comparativa sobre la aplicación y efectos de la logoterapia entre los países angloparlantes y los restantes, sobre la base de esta diferencia hermenéutica al usar un término tan relevante en ese enfoque “sentido-céntrico” que tiene una comprensión más amplia que en alemán y español.
La hermenéutica en el AE de Längle
El arte nos habla. También la naturaleza nos habla. El sufrimiento de otros nos habla. El mundo nos habla. Comprender lo que nos habla entra en el ámbito hermenéutico. Lo que nos habla lo hace a través de un lenguaje. Toda expresión artística se manifiesta a través de un lenguaje. Puedo comprender lo dicho si ese lenguaje me es inteligible. Si me habla un chino en su idioma, no le entendería, pero si se expresa mediante un lenguaje de gestos, podría comprenderle. El lenguaje a través del cual los físicos desarrollan y comunican su conocimiento es matemático, y para el lego es demasiado complejo y no logra comprenderlo.
Längle (1993) se refiere al concepto de persona como “lo que habla en mí”, lo que la configura como la esencia dialogante del ser humano, siendo su primer interlocutor el propio yo. También (2014) alude a la conversación interna (das innere Gespräch) como el elemento central de la relación entre persona y yo (das Verhältnis von ich und Person). Eso ubica al yo en la función de intérprete de la propia persona. Aparentemente esa puede parecer una tarea sumamente fácil; comprenderse a sí mismo. En la práctica es uno de los mayores desafíos del ser humano durante toda su existencia. Por un lado, la persona no suele hablarnos con palabras. La experiencia hermenéutica del diálogo interno se asemeja más a la comprensión de la música, que nos toca a través de sensaciones y emociones, a las que otorgamos significado. Cuando nuestra conciencia (Gewissen) nos quiere avisar que algo no es correcto para nuestra persona, lo hace a través de un sentir que debemos saber interpretar y no como un mandato superyóico del estilo: “¡eso no lo debes hacer!”. Además de la dificultad que de por sí puede tener para muchos interpretar sentimientos, se agrega la complejidad generada por las muchas otras voces que llegan al yo en relación con el mismo asunto, ya sea desde la dimensión psíquica, sea desde la somática o sea desde los múltiples relatos aprendidos que retenemos y desde los que el yo no ha sabido diferenciarse o delimitarse o no los ha elaborado suficientemente, y que los identifica como propios.
Desde el nacer hasta el morir la vida puede ser vista como una larga y continua sucesión de hechos. Sin embargo, la existencia humana no transcurre en los hechos sino en la interpretación o en los significados que les atribuimos a tales hechos. O, para usar la terminología heideggeriana, existimos en una hermenéutica de la facticidad. Nuestras alegrías y penurias emergen de nuestras significaciones de los sucesos, acontecimientos y las situaciones que las enmarcan. Frecuentemente atribuimos significados erróneos a lo que nuestra propia persona busca expresarnos. Peor aún, muchas veces ni siquiera nos damos por aludidos de los intentos de nuestro dialogante interno por comunicarnos algo importante. Como dice Längle (2014, 18), “el yo le construye a la persona un puente hacia el mundo”[2]. Pero por la no corporalidad de la persona, ese puente es exclusivamente hermenéutico. Sin el yo, como su intérprete ante el mundo, la persona queda completamente aislada, sin mundo, incomunicada. Lo mismo, si el yo actúa como un mal intérprete y transmite otro mensaje. El modo en que la persona se queja ante el yo, es transmitiendo sensaciones y emociones desagradables, las que, si el yo sigue aún sin comprender, activan algunas reacciones psicodinámicas. Esta ausencia de auto comprensión suele ser el estado en que los pacientes llegan a psicoterapia.
[2] (…) bildet das Ich der Person eine Brücke zur Welt
El desafío del terapeuta analítico–existencial es ayudar al yo en su frustrada función de intérprete de la persona, y en casos más extremos (p.ej. trastornos de personalidad), sustituir transitoriamente al yo en esa función (yo auxiliar).
Las significaciones se dan siempre en un contexto particular. Perder de vista ese contexto suele ser uno de los motivos de incomprensión. Una paciente de 33 años consulta por haber tenido unos episodios de pánico en un supermercado en distintas ocasiones. Es médico pediatra, soltera, muy segura de sí y que no muestra otras señales de angustia, salvo estos episodios, que la tienen muy confundida. Haciendo un recorrido regresivo por su biografía, llegamos a una situación que tenía bloqueada: a los cuatro años, acompañando a su madre en sus compras de supermercado, se perdió de ella por algunos minutos, hasta que desde recepción la llaman por parlantes al ver a la niña llorando. La angustia que a la adulta le parecía incomprensible, por no relacionarse con su contexto actual, se le aparece plena de significado al comprender que, inconscientemente, su memoria asocia el espacio físico del supermercado a aquel en que la niña de cuatro vivió un momento traumático, que interpretaba como la terrible amenaza de abandono de su madre. Al acoger con cariño ese miedo de la niña, que la adulta tenía olvidado, pudo volver con tranquilidad a comprar en esos espacios.
Fenomenología hermenéutica y la praxis clínica
En relación con lo anterior, el propio Längle (2007) destaca la vinculación con el contexto en la práctica clínica, haciéndonos ver que “el trabajo fenomenológico consiste en ver, dentro de lo posible, el significado de lo dicho por el paciente en lo que él realmente opina y en ver como se vincula con su contexto de vida (20)[3].” Es importante destacar que en esta frase Längle muestra la relación entre fenomenología y hermenéutica en la praxis terapéutica. Por un lado, nos señala que el foco de interés no está en las interpretaciones del terapeuta sobre lo dicho por el paciente, sino en las comprensiones de éste y el contexto en que ellas se dan; es decir, se trata de poder sacar a la luz la hermenéutica del paciente en lugar de hacer encajar las significaciones del paciente en la hermenéutica del terapeuta. Y el medio para lograrlo, nos dice, es el trabajo fenomenológico.
[3] Das Ziel phänomenologischer Arbeit besteht in der Praxis darin, das, was das Gesagte dem Patienten bedeutet, möglichst so zu sehen, wie er es meint und zu sehen, wie es auf seinen Lebenszusammenhang bezogen ist.
Ya Espinosa (2006, p. 33) nos hacía ver que “Längle trabaja la Teoría de las MF fenomenológicamente, pero en el estilo de la hermenéutica de Heidegger”, diferenciándolo del modo tradicional de Frankl. Efectivamente Heidegger (1927) denomina su método como “fenomenología hermenéutica”, diferenciándolo del método de Husserl, al que se refiere como “fenomenología descriptiva”. Längle, al igual que Heidegger, pone el foco fenomenológico en la comprensión, desde su significación hermenéutica. El arte de Längle, y una parte muy extensa y fundamental de su obra, ha sido llevar ese trabajo a la praxis terapéutica. Para facilitar su aplicación desarrolló diversos métodos, siendo el principal el Análisis Existencial Personal (AEP) (1993, 2000). La primera parte del AEP, a la que Längle se refiere como la fase fenomenológica, es bastante más que sólo fenomenología. Ciertamente es fenomenológica, ya que busca que emerjan las significaciones del paciente lo más puramente posible, filtrando al máximo las interpretaciones externas que pueden venir del terapeuta. Sin embargo, es ante todo un magistral procedimiento de resignificación y re-comprensión hermenéutica de la situación existencial del paciente, en que el terapeuta cumple el rol de un facilitador experto. Si bien en el esquema del método, cuando se llega a la comprensión situacional, se sigue linealmente a la fase siguiente, se podría volver circularmente al punto inicial del método para ir recurrentemente enriqueciendo la comprensión situacional del paciente. Ello constituiría un “sub-”círculo hermenéutico längleano. En la práctica, intuitivamente (o fenomenológicamente) hemos observado que Längle suele hacer algo semejante si percibe que no hay una clara decisión del paciente en los pasos que siguen. Este es un punto relevante que amerita un desarrollo posterior. Hablamos de un “sub-”círculo, ya que veremos en el párrafo siguiente que el AEP completo es en sí un círculo hermenéutico[4].
[4] Expresión empleada por Heidegger (1927) en referencia a la circularidad del proceso comprensivo, en el que toda comprensión es precedida por una pre-comprensión y en que la nueva comprensión puede ser una pre-comprensión para una comprensión subsecuente. Gadamer (1960) lo formula como el prejuicio que precede a todo juicio, y que a su vez constituye un nuevo prejuicio que antecede a otro juicio.
La fase propiamente fenomenológica del AEP concluye en la comprensión situacional (lo que comprendo de mí, de lo otro y lo que comprendo que no comprendo), sin embargo, el ciclo completo del AEP, con todos sus pasos, es un proceso hermenéutico de principio a fin. En el paso de tomar posición, el paciente escucha su conciencia (Gewissen) y comprende cuál es el posicionamiento más auténtico de su persona ante la situación, comprende cuál es la acción más adecuada a esa posición y comprende el modo más adecuado de expresar su respuesta. Una vez expresada, interpreta los efectos de esta y, de acuerdo con esa significación, posiblemente entre en otro ciclo hermenéutico similar, iniciando así un círculo hermenéutico más amplio que el sub-círculo previo.
Una vez que hemos logrado comprender el significado de fondo detrás de lo que nos dice el paciente, con la ayuda del trabajo fenomenológico, frecuentemente podemos observar que la significación no es coherente con la situación. Las palabras, el lenguaje en general, tienen su propia fuerza y potencia. Al mal emplearse pueden generar sufrimientos evitables. En ese aspecto, más allá del trabajo fenomenológico, el terapeuta suele hacer intervenciones que son verdaderas reconstrucciones hermenéuticas y que ayudan al paciente a resignificar lo vivenciado. Esa labor es especialmente importante cuando el significado atribuido a una situación no le ofrece salida alguna, por ejemplo, si el sujeto se posiciona como víctima y no accede por ello a sus recursos propios para reposicionarse de modo de resolver el asunto. O bien, cuando aparecen juicios ontologizantes que paralizan, como “soy un fracasado”; o dichos como “me ‘hice’ este cáncer”, que además de la angustia por la enfermedad agrega una culpa impropia; o vivenciar como “abandono” el término de una relación de pareja en que el individuo no queda abandonado a su suerte, lo que además le revive un trauma de real abandono vivido en la infancia: son ejemplos que a menudo se presentan en la consulta y que desafían al terapeuta a un trabajo hermenéutico de resignificación. Aquí la actitud hermenéutica y la actitud fenomenológica se refuerzan mutuamente.
Alfried Längle, trabajando con pacientes directamente o a través de supervisión, es un ejemplo de maestría en el arte de la resignificación, mostrando el grado de su actitud hermenéutica.
El espacio hermenéutico de Längle
La hermenéutica psicoterapéutica de Alfried Längle, en su forma actual, comienza a construirse cuando él entra al espacio hermenéutico de Viktor Frankl, entre 30 y 40 años atrás. Muy pronto comienza a introducir modificaciones y ampliaciones. No es el objetivo de este breve artículo desplegar la historia de ese proceso. Eso sí, quiero remarcar las importantes diferencias entre el espacio (logo)terapéutico frankleano y el längleano. En primer lugar, Längle expandió enormemente el espacio de significaciones de Frankl, hasta el punto de que no siempre es fácil descubrirlo y reconocerlo: quedó en una parte de la 4ª MF y en algunas concepciones antropológicas.
Por otra parte, le haríamos poca justicia a la hermenéutica de Längle, si sólo la significáramos como una mera ampliación del espacio hermenéutico de Frankl, aunque esa ampliación sea de varias veces el espacio original. Imaginemos que tengo una casa muy pequeña y que, a medida que tengo más recursos y más necesidades de espacio (la familia ha crecido, p.ej.), voy construyendo más habitaciones y habilito esos espacios con lo necesario para esas nuevas necesidades. El espacio se ha vuelto más funcional, tengo más capacidad de movimiento y de acciones, pero sigue siendo mi casa y la administro desde mi misma mirada, cultura y objetivos. Distinto sería si vendo mi casita y el comprador construye otra vivienda e incluye mi ex casita como un agregado. Ese agregado tiene ahora un significado muy distinto para el nuevo dueño, que el que tenía para mí.
Con esta metáfora quiero ilustrar que el espacio hermenéutico de Längle es otro espacio, un espacio diferente, más que una extensión del de Frankl. Cuando Längle habla, p.ej., de sentido, de autoaceptación, de persona, aunque use los mismos términos, no está significando lo mismo que el que fue su maestro. Es otra hermenéutica, que incluye otra fenomenología, otra comprensión del paciente y de la terapia, otro lugar desde donde se construyen los significados. Otro paradigma terapéutico.
Frankl distingue existencia de facticidad de modo similar a Heidegger: “Por un lado está la existencia, por otro lado, todo aquello perteneciente a la facticidad”[5] (Frankl 1988, 18), donde por facticidad se refiere a lo psicofísico.
[5] auf der einen Seite die Existenz – auf der anderen Seite alles, was zur Faktizität gehört
Pero cuando Heidegger habla de existencia, se refiere a la hermenéutica, al comprender o interpretar la facticidad. Para Frankl existencia es la esencia espiritual del ser humano. Para él espiritualidad y existencialidad son equivalentes y a ello lo describe como ser responsable. Su énfasis está en la libertad de la persona en tanto existente, a diferencia de lo fáctico, lo psicofísico, como carente de libertad. Frankl no concibe la existencia como hermenéutica. Interpretar los hechos requiere de un intérprete. Para Heidegger ese es el rol del Dasein. Para Längle esa función la ejerce el ‘Yo’, como el puente entre la persona y el mundo.
En el espacio hermenéutico de Längle, el ‘Yo’ no sólo es el intérprete de la persona, sino también de la psique y el cuerpo, como asimismo del mundo externo. Es la entidad dialogante en el ser humano, la que otorga significado a su mundo incluido él mismo.
Frankl (1988, 20), en tanto, identifica al ‘Yo’ con la ‘Persona’: “De hecho, no podría decir en serio: “mi persona” – no “tengo” una persona, pero “soy” mi persona”.[6] En el mismo párrafo, Frankl quita la identidad del ‘yo’ de lo psicofísico: “(…) la persona “tiene” un psicofísico – mientras que ella “es” un ser espiritual”.[7] No presenta un intérprete que dé un carácter interpretativo a la existencia. Los hechos no son interpretables. Hay un yo-persona que los reconoce (no los interpreta) y decide cómo actuar frente a ellos.
[6] Tatsächlich könnte ich im Ernst auch gar nicht sagen: „meine Person“ – eine Person „habe“ ich ja nicht, sondern je meine Person „bin“ ich.
[7] “(…) die Person ein Psychophysicum „hat” – während sie ein Geistiges „ist“.“
Aunque Längle tal vez no simpatice mucho con el término, diría que su paradigma tiene un claro toque de posmodernidad. Veo al AE con mucho más en común con el construccionismo social (Gergen) y con las terapias centradas en narrativas (White y Epson), debido a su epistemología hermenéutica, que con la logoterapia tradicional.
Referencias
Espinosa, N. (2006). Una nueva aportación psicoterapéutica: el Análisis de la Existencia de Alfried Längle. En: Monografías de Psiquiatría, 18, 1, 23-37
Frankl, V. (1988). Der unbewusste Gott. München: Kösel
Gadamer, H.-G (1960). Wahrheit und Methode: Grundzüge einer philosophischen Hermeneutik. Tübingen: Mohr Siebeck
Heidegger, M. (1923/2018). Ontologie. Hermeneutik der Faktizität. Martin Heidegger Gesamtausgabe. Frankfurt: Vittorio Klostermann
Heidegger, M. (1927). Sein und Zeit. Tübingen: Max Niemeyer
Längle, A. (1993). Personale Existenzanalyse. In: Längle A (Hrsg) Wertbegegnung. Phänomene und methodische Zugänge. GLE-Verlag, Wien, 133-160
Längle, A. (1999). Was bewegt den Menschen? Die existentielle Motivation der Person. In: EXISTENZANALYSE 16, 3, 18-29
Längle, A. (2000). (Hg) Praxis der Personalen Existenzanalyse. Wien: Facultas
Längle, A. (2006) Die Personalen Grundmotivationen – Bausteine der Existenz. In: K. Aregger, Wabel E-M (Hrsg). Schulleben und Lebensschule. Beiträge einer existenziellen Pädagogik. Reihe: Module der Lehrerbildung. Donauwörth: Auer, Luzern: Comenius, 22-35
Längle, A. (2007). Das Bewegende spüren. Phänomenologie in der (existenzanalytischen) Praxis. Existenzanalyse 24, 2, 17-29
Längle, A. (2014). Die Aktualisierung der Person. Existenzanalytische Beiträge zur Personierung der Existenz. In: Existenzanalyse 31, 2, 16-26
Mancilla, M. (2013). Experiencia de la historicidad e historicidad de la experiencia: el mundo como espacio hermenéutico (“Historical experience and historicity of the experience: the world as hermeneutical space”). Alpha (Osorno), (36), 177-190. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-22012013000100012
Sassenfeld, A. (2016). El espacio hermenéutico. Santiago de Chile: Sodepsi
White, M., & Epston, D. (1990). Narrative means to therapeutic ends. New York: Norton