El libro es una reflexión sobre las relaciones de pareja y como construimos vínculos en la sociedad actual. En una relación de pareja que busque construir una existencia relacional propia, desde el Análisis Existencial se pueden observar las siguientes actitudes que fortalecen la relación:
1. Querer estar allí para el otro/a.
2. Querer el bien del otro/a.
3. Tener interés por quién realmente es el otro/a.
4. Querer vivir para el otro/a en un marco de proyecto común (Längle, 2008).
En la actualidad, vemos que estas actitudes se encuentran (en muchos casos) en peligro de extinción o que implican una gran renuncia a las propias posibilidades de realización. ¿Qué ocurrió con las relaciones? ¿En qué momento se confundió amor propio, con aspectos esquizoides en la forma de relacionarse? Estas preguntas son el motivo del libro y reflexionan sobre el mal de una época, que lejos de cambiar se agudizo en la actualidad.
En el libro se describen los aspectos esquizoides de la sociedad; falta de contacto, evitar relaciones íntimas y la incapacidad de sentir. En la actualidad es difícil de ver, debido a que está normalizado con frases como: “si no me aporta no lo quiero”, “yo primero/a antes que nada” y frases que resaltan una mirada de las relaciones yo-yo-quizás-los-otros/as-si-me-aportan, lo cual desde la mirada del autor sería una actitud esquizoide, racionalizada (muchas veces) como amor propio.
El postulado del autor tiene muchos puentes con los del Análisis Existencial, donde se ve que una relación de pareja se destruye o deteriora cuando es en función de la supervivencia psíquica o para el beneficio propio (Längle, 2008), esta actitud egoísta impide que la relación pueda generar algo común y constructivo, ya que las fuerzas están agotadas en los propios conflictos o en la necesidad de imponerse y ocupar al otro para los propios deseos individuales.
La lucidez del autor, nos aporta una aguda mirada sobre las relaciones y nos quita la venda de los ojos, mostrando el profundo conflicto social de nuestra era: Una sociedad que condena al desamparo y descuido a gran parte de la población, formando personas que para sobrevivir deben formar una coraza relacional, tal como señala Rollo May sobre esta característica: “convicción de que nadie puede amarlo y la sensación que se lo ataca y se humilla con críticas” (May, 2011, P. 18), por ese motivo, hoy pareciese que nadie puede recibir críticas y eso nos lleva a sentir una actitud excesivamente defensiva de los otros/as.
El autor nos invita a reflexionar sobre esta actitud tan distante y arrogantemente autosuficiente, que no significa lo mismo que ser autónomo. Esta actitud promovida por los valores de la sociedad actual, donde el éxito individual y la exaltación de la individualidad son los nuevos valores que nadie quiere aceptar como propios, pero que se comulgan en silencio. Esta actitud no sólo dificulta las relaciones y la capacidad de vincularnos, sino que también afecta la capacidad para comunicarnos y dialogar con otros/as. Tal como lo señala el autor: “En un mundo en el cual, con todos los medios de comunicación tan vastamente desarrollados que nos bombardean por todas partes, la verdadera comunicación personal resulta sumamente difícil y rara”. (May, 2011, p. 22).
La propuesta del autor para salir de este estado de apatía y de actitud esquizoide es la voluntad, similar al planteamiento del Análisis Existencial: para que una vida sea plena requiere de nuestro consentimiento personal y acción-decidida. En caso contrario la apatía se apodera de la vida, difumina sus efectos en la vida social y la violencia llega con facilidad debido a la ausencia de valores.
Amor y voluntad debería ser un libro tan importante como el Quijote de la mancha o ser parte del programa de los colegios en la enseñanza media, no como un acto moralizante sino como una invitación a reflexionar sobre lo más humano que existe que son las relaciones, si no logramos esa reflexión corremos el riesgo de lo que nos señala el autor: “Cuando la vida interior se deseca, cuando decrecen lo sentimientos y aumenta la apatía, cuando uno no puede afectar a otra persona o no puede siquiera conmoverla genuinamente, la violencia se desencadena como una demoníaca necesidad de contacto como un impulso demente para conmover por la fuerza del modo más directo posible”. (May, 2011, P. 30).