El despertar del Chile adolescente.

The Awakening of the Adolescent Chile.


Mientras escribo esto, en mi nueva casa, estoy en penumbras. En lontananza, visualizo unas cuantas luces, que apenas alcanzan para recordarme que hay vida unos metros más allá. No tengo cómo saber quiénes son, qué hacen, por qué aún no han decidido retirarse a descansar, pese a lo avanzado de la noche, y si quizás están insomnes ante un futuro incierto.

Porque, si hay algo seguro en la vida, paradójicamente, es la incertidumbre. Nada de lo devenir está escrito en piedra, y planes trazados con años de antelación, pueden desaparecer en tan sólo un momento. La primera tarea en nuestro desarrollo, es lograr sentir que tenemos las condiciones suficientes para desarrollar nuestra existencia, y sólo cuando alcanzamos un mínimo grado de certeza de que nuestro sustento está asegurado, podemos superar la angustia.

Es en ese momento que podemos comenzar a buscar el gustar. Pues, teniendo un espacio vital lo suficientemente amplio, ya no basta con que la existencia se prolongue, sino que deseamos sentirla, vivenciarla en lo más profundo de nuestro ser. Cual, si una pequeña luz se prendiese, de pronto todo a nuestro alrededor toma colores, sabores, nos contactamos con ello. Le decimos sí a la vida.

Pero no sólo los seres humanos existimos. Pues, en el perpetuo intercambio con el otro, sin lo cual nuestra estadía en la Tierra sería vacua, es donde realmente nos realizamos. Y es, también, donde aparecen estructuras más complejas: el grupo familiar, la ciudad, el grupo representativo, la etnia, la nación. Algunos de ellos los elegimos, otros no dependen de nosotros. Pero todos comparten esta necesidad de desarrollo en el tiempo, en el cual requerimos primero estabilidad, para que así se vea facilitado el “crecimiento”. Posterior a esto, podemos empezar a gustar (o no) de este grupo, a disfrutarlo (o distanciarme de éste, si no resueno con él), a asentarlo en lo profundo de nuestro corazón.

De acuerdo al Análisis Existencial de Längle, existen 4 Motivaciones Fundamentales de la existencia (MF). Cada una se relaciona con distintos ámbitos, siendo éstos, en términos generales: 1ªMF lo fáctico (las necesidades básicas, aquello que requiero para poder-ser-en-el-mundo); 2ªMF: el gustar (momento en el cual me dejo tocar por los sentimientos y así, sentir la vida); 3ªMF: el permitirme ser tal como soy (en un contexto social, por lo cual la autenticidad y la delimitación con el otro cobran especial importancia); y 4ªMF (el sentido de la existencia, el para qué estoy aquí, como algo emergente y situacional).            

Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con lo que ha ocurrido en nuestro país (Chile) en las últimas semanas? ¿Hay alguna forma de hacer un paralelo entre las Motivaciones Fundamentales y aquello que está ocurriendo desde el 18 de octubre pasado?

El concepto “país” puede corresponder, en el habla cotidiana, a dos aspectos complementarios, pero diferentes entre sí: el concepto de Estado, y el concepto de Nación. El Estado tiene como función principal garantizar el bienestar público, para el que necesita recursos. De ahí el concepto tan arraigado de que el país debe “crecer” económicamente, ser próspero, pues ésta es la única forma de asegurar su existencia (1ª MF).

La Nación, sin embargo, puede tener diversas connotaciones, y una de éstas es la cultural, definida por la Rae como “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”. Habitualmente la Nación antecede al Estado. Sin embargo, la preservación de las distintas culturas indígenas ha sido muy dispar a lo largo de toda América, y Chile es más bien heredero de una cultura híbrida, con la cual es difícil para la población identificarse. Esto, sumado a otros factores, facilita que el goce se obtenga principalmente a través del consumo, lo cual nos deja en una postura existencial como país cercano a la problemática de las adicciones[1], pues el consumo desregulado se encuentra desprovisto de sentido.


[1] Desde el Análisis Existencial, la adicción podría ser vista como una búsqueda del goce (2ª MF) que no está asociado a un sentido (4ª MF).


Pero la adolescencia, por muy hedonista que sea, corresponde tan sólo a una etapa. Y es parte del devenir de la existencia la posibilidad de seguir avanzando, llegando a la madurez (no necesariamente en una progresión continua, sino más bien en una suerte de espiral)[2], y desarrollando la 3ªMF para convertirnos en adultos.


[2] Podría argumentarse que existen personalidades inmaduras, en las cuales la individuación no se ha llevado a cabo y, por lo tanto, la madurez ha sido “evitada”. Es mi impresión, sin embargo, que en dichos casos el proceso de desarrollo no se detiene completamente, sino que funciona en espiral, existiendo siempre la posibilidad de retomar dicho crecimiento bajo las condiciones adecuadas, lo que permitiría diferenciarlos de los Trastornos de Personalidad.


Aquel que piense que convertirse en adultos es un “juego de niños”, no se ha detenido a pensar en las exigencias que representan la búsqueda de la identidad, el desarrollo de la autonomía y el desarrollo de la conciencia moral, entre otras cosas. Probablemente la identidad sea la tarea más relevante en esta etapa, puesto que, sabiendo quiénes somos, podemos tener la autoestima suficiente para atrevernos a ser autónomos, y podemos acercarnos al sentimiento de lo correcto, base de la conciencia moral en un adulto veraz y responsable. Y, si volvemos al paralelo del desarrollo existencial de una Nación, una sin identidad clara, como la nuestra, es sin duda una Nación inmadura.

Pero ésta también es una ventaja. Estoy seguro de que todos hemos conocido a más de un paciente (tal vez, sólo tal vez, incluso nos hemos visto reflejados) cuya personalidad inmadura representa no sólo un desafío, sino también una aventura, una posibilidad de construir libremente, de sacar lo auténtico y permitir que aflore. Y más de alguno hemos tenido la dicha de ver los ojos de ese adolescente prolongado que, por primera vez, ante una frase de su terapeuta o suya propia, logra conectarse por primera vez con su esencia, y se da cuenta, finalmente, a veces incluso entre lágrimas, que tiene derecho a ser sí mismo.

Lo triste es, que, en la mayoría de las ocasiones, ese mismo adolescente tardío ha sido truncado en su desarrollo por un cuidador restrictivo, que no le permite ser tal como es.

Y es que la madurez es un proceso que sólo puede estancarse si existe una oposición activa. Si el cuidador / tutor / padre / gobernante decide que no le gusta cómo es, y, por lo tanto, es mejor que no crezca. Entonces, pueden ocurrir dos cosas: el adolescente puede seguir siendo adolescente, reprimirse, evitar mostrarse a sí mismo y, finalmente, continuar siendo inmaduro u optar por los trastornos histéricos.

O el adolescente puede despertar.

Puede abrir sus ojos. Y decidir dejarlos abiertos. Y decidir seguir viendo la represión, aunque sea dolorosa. Seguir adelante, aunque el “adulto” le diga que eso está mal. Luchar por su espacio propio, por reivindicar su derecho a sí mismo. Por ser el dueño de su propio reino.

Y el adulto puede elegir ser como una caña de bambú, ceder con el viento, comprender que debe adaptarse para hacer espacio a otro que ya se ha convertido en un igual. O puede ser un árbol rígido, ofrecer resistencia, hasta que aparezca un huracán lo suficientemente intenso para quebrarlo.

No deseo hacer aquí un llamado a la violencia (el Análisis Existencial nos enseña que nos necesario justificar un acto para aceptarlo), pero si queremos terminar con un ciclo que se ha repetido a lo largo de nuestra historia, debemos comprender de dónde nace ésta. Durante el mes de octubre, nuestro país estará en una coyuntura. Millones de personas se acercarán a las urnas para ser preguntadas si desean aceptar, por primera vez en su historia, la responsabilidad de crear una carta constitucional que sea redactada desde las bases. Desde el punto de vista Nación, estaremos ante una oportunidad única, en la que, por primera vez, tendremos la posibilidad de decidir quiénes deseamos ser como adultos. Tenemos la chance de abrirnos a la existencia, y de nosotros depende iniciar un camino que sabemos cómo comienza, si bien no sabemos hacia dónde nos lleva.

¿Necesitamos tomar esta oportunidad? ¿Realmente necesitamos una nueva Constitución? ¿Tienen razón aquellos que señalan que bastaría con reformar las leyes [obviemos, por un momento, que la mera reforma de dichas leyes podría ser inconstitucional]? ¿O se trata de algo aún más profundo?

Sin duda, no se trata tan sólo de seguridad económica. No se trata sólo de si disfrutamos o no el día a día en que vivimos. Ni siquiera se trata de si somos rojos o negros.

Se trata de quiénes decidimos ser en el futuro, de decidir nuestra identidad (3ª MF). De que, finalmente, este Chile adolescente, decida mantenerse despierto. Que este Chile abrace su madurez, y, como nación, tomemos la responsabilidad de nuestra Existencia.

En definitiva, sólo la respuesta que surge de un ser-preguntado-por-el-mundo es existencial. Por lo que aquello que está en juego, no es sino nuestro sentido-país.


Bibliografía recomendada:

1. Längle, Alfried (2009). Las motivaciones personales fundamentales. Piedras angulares de la existencia [Versión electrónica], Revista de Psicología, 5 (10). Recuperado el 26 febrero 2020, de http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/motivaciones-personales-fundamentales.pdf

2. Croquevielle, Michèle. La adolescencia: el turbulento camino hacia la adultez. Revista Existencia, nº 15 (2016). Recuperado el 26 febrero 2020, de https://www.existencia.icae.cl/2016/06/la-adolescencia-el-turbulento-camino-hacia-la-adultez/


Rodrigo Bahamondes Cuadra

Psiquiatra.
Psicoterapeuta en formación ICAE.
Santiago, Chile


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Chile
Nº 30 - 2020