Trastorno de identidad disociativo: ¿Dónde me encuentro en la disociación?


Resumen

Este es el caso de “Frida”[1] , una joven mujer de 24 años diagnosticada con trastorno de identidad disociativo, tras haber sufrido abuso sexual intrafamiliar recurrente en la adolescencia, entre otras negligencias por partes de sus cuidadores en la infancia. 

Un trastorno de identidad disociativo puede ser abordado de diversas perspectivas. En el presente artículo se da cuenta del trabajo realizado con pacientes que presentan episodios disociativos y diagnóstico de trastorno de identidad disociativo como consecuencia de abuso sexual, considerando el enfoque Analítico Existencial y la teoría de las cuatro motivaciones fundamentales de Alfried Längle como principales herramientas de tratamiento.

Palabras claves: Trastorno de Identidad Disociativa (TID), Disociación, Abuso Sexual, Trauma, Análisis Existencial, Motivaciones Fundamentales de la Existencia.

[1]Frida” es la presentación de varias experiencias con mujeres diagnosticadas con trastorno de identidad disociativo o que tuvieron episodios disociativos. Se fusionaron estas experiencia y relatos con el fin de proteger su identidad, tratando de dar cuenta con al mayor precisión y realismo posible la experiencia de las pacientes reales.

Abstract

This is the case of “Frida”[1], a 24-year-old woman diagnosed with dissociative identity disorder, having suffered recurrent intrafamily sexual abuse in adolescence, among other neglects by parts of her caregivers in childhood. 

A dissociative identity disorder can be approached through multiple perspectives. This article shows the therapeutic work done with patients with dissociative episodes and a diagnosis of dissociative identity disorder as a result of sexual abuse, from the Existential Analytical approach, and the theory of the four fundamental motivations developed by Alfried Längle as the main treatment tools.

Keywords: Dissociative Identity Disorder (DID), Dissociation, Sexual Abuse, Trauma, Existential Analysis, Fundamental Motivations of Existence.

[1] “Frida” is the representation of several experiences with women diagnosed with dissociative identity disorder or who have had dissociative episodes. These experiences and stories were merged in order to protect their identity, trying to account as accurately and realistically as possible the experience of real patients.


Abuso y Disociación

                                       “¿Cuál es mi necesidad de escapar de la realidad?”
  Frida, 2019

La familia, el espacio íntimo que para muchos puede ser un lugar de protección, para otros puede ser el encuentro con el horror, con hechos traumáticos muy difíciles de aceptar. Con esto me refiero al abuso sexual intrafamiliar, donde se produce un quiebre en que se hace permanente un antes y un después en el registro vital de una persona.

El abuso sexual a niñas, niños y adolescentes (NNA) sigue siendo una de las problemáticas sociales y de salud que provoca gran interés en la comunidad terapéutica, siendo éste considerado una de las peores expresiones de violencia hacia la infancia y adolescencia (ONA[1], 2017). Lo complejo y doloroso de sus secuelas en etapas posteriores a los eventos traumáticos, invita a poner énfasis en la urgencia de la prevención, identificación y tratamiento de esta temática que tanto afecta.

[1] Observatorio Niñez y Adolescencia

De acuerdo al Ministerio de Salud de Chile (2011), “el maltrato infantil —físico, psicológico o abuso sexual— es toda acción u omisión que produzca o pueda producir un daño que amenace o altere el desarrollo normal de niños, niñas o de adolescentes, y es considerado una grave vulneración de sus derechos” (p. 9). Este estudio, también revela que el concepto de abuso sexual infantil refiere a una transgresión de los derechos humanos, lo que afecta la dignidad de una persona implicando aspectos éticos respecto del abuso de poder. De la misma manera lo cultural, lo familiar y la sociedad se entrecruzan y replican la inequidad y jerarquía entre adultos, adolescente y niños, situación que contribuye al abuso sexual infantil. Esto a la vez implica que en muchas de las ocasiones en que se devela un relato de abuso sexual por parte de NNA, éste sea cuestionado en su veracidad, aún más cuando es negado por un adulto.

Asimismo se menciona que en 2009, y de acuerdo a los registros de denuncias de abuso sexual ingresadas en carabineros de Chile, “cerca del 57%, fueron a menores de 18 años de edad”. “El tramo de edad donde se concentra casi el 40% de las víctimas corresponde a menores de 14 años” (p.13).

Por otra parte en un estudio realizado en el año 2016 por el Servicio Nacional de Menores de Chile (Sename) se registró que los casos ingresados durante el año 2014, correspondían a un 84,9% de menores de edad abusados sexualmente.

En el año 2016 el Observatorio de la Niñez y Adolescencia, indica que se presentó una alta tasa de denuncias por el delito de violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes que correspondía al 91,3 por cada 100.000 habitantes, se podría inferir que en la actualidad estas cifras han ido en aumento. Es importante dar cuenta que el abuso sexual es recurrente en contextos familiares o de personas cercanas a la familia, siendo ésta una de las causas que más ha aportado a su ocultamiento, estimándose que entre un 70% y 80% de casos no son denunciados (ONA, 2017).

Este tipo de vulneración de derechos se da en todo el mundo y afecta a NNA sin diferenciar grupo social, ubicación geográfica o etnia, existiendo una prevalencia del 75% en mujeres, sin olvidar que los varones también lo experimentan (ONA, 2017). En nuestra condición de singularidad, las consecuencias físicas y psicológicas de las víctimas de abuso sexual no son iguales. Éstas pueden o no presentar dolores corporales o efectos psíquicos como la culpa, falta de confianza, insomnio, alteración en la alimentación entre otros efectos, así como causar psicopatologías entre las que se encuentran la psicosis, sociopatías, trastornos disociativos y en específico, el trastorno de identidad disociativo (TID) (Onostre, R. 2011).

De acuerdo al Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (2013), el TID se encuentra dentro de los trastornos disociativos, que consisten en una alteración de las funciones integradoras de la conciencia, la identidad, la memoria, las emociones, la percepción del entorno, así como la corporalidad y el comportamiento. Esta alteración puede ser imprevisible o progresiva, temporal o permanente y es capaz de alterar todas las áreas del funcionamiento psicológico de una persona.

Pero ¿qué es el TID?, el DSM-V (2013),  define este trastorno, antes conocido como trastorno de personalidad múltiple, como una patología donde existe la presencia de dos o más estados de conciencia, cada uno con un patrón propio de percepción, interacción y comprensión de sí mismo y de su entorno. Al menos dos de estos estados de personalidad o identidades controlan de forma recurrente el comportamiento del sujeto. También se presenta una imposibilidad para recordar información personal importante, siendo mucha la pérdida como para ser explicada como un olvido común.

De acuerdo a Mascayano (2008) en este trastorno, las diferentes personalidades pueden tener conciencia una de la otra, existiendo una memoria en común. También se puede dar que ninguno de estos estados de consciencia tenga conocimiento de la existencia del otro (amnesia simétrica) o que una de las identidades tenga conocimiento de las otras y éstas no (amnesia asimétrica). Sin embargo cada una de las identidades manifiesta una subjetividad individual. En relación a la identidad principal o anfitriona, ésta se puede identificar a través de manifestaciones convencionales o socialmente esperables, así como la frecuencia en que se presenta y la permanencia con la que se expresa ejerciendo el control de la personalidad.

En el mismo estudio menciona que uno de los rasgos propios de este trastorno, es la manifestación repentina de una sensación de extrañeza del propio cuerpo o parte de él, ya sea durante o después de una experiencia traumática. El trastorno de identidad disociativo puede ser acompañado de otras psicopatologías, presentando comorbilidad con la desrealización, TEPT, depresión, hipocondría o pensamientos obsesivos, entre otras.

García-Cortés (2017) da cuenta que esta condición parece iniciarse en la infancia para develarse en los años posteriores.  Las secuelas que puede generar el abuso sexual infantil (ASI), son devastadoras, y se verán influidas de acuerdo a si la persona no cuenta con otros factores o adversidades adicionales como patologías en la familia, maltrato físico o psicológico, negligencias familiares, etc.

De acuerdo a Echeburúa y de Corral (2006) las secuelas a largo plazo, producto del abuso sexual en la infancia, impactan en la vida de una persona en aspectos físicos, conductuales, emocionales, sexuales y sociales. Estas secuelas evolucionarán si la víctima continúa vivenciando hechos traumáticos. También influyen en el desarrollo de secuelas, la frecuencia y duración del abuso, existencia de violación y la relación con el agresor (incesto). La tabla I, da cuenta de las consecuencias del abuso sexual infantil a largo plazo.

Tabla I: Principales secuelas psicológicas en víctimas adultas del abuso sexual en la infancia. (E. Echeburúa; P. de Corral, 2006)

Tipos de secuelas Síntomas
Físicas – Dolores crónicos generales
– Hipocondría y trastorno de somatización
– Alteraciones de sueño (pesadillas)
– Problemas gastrointestinales
– Desórdenes alimentarios, especialmente bulimia
Conductuales – Intentos de suicidio
– Consumo de drogas y/o alcohol
– Trastorno disociativo de identidad (personalidad múltiple)
Emocionales – Depresión
– Ansiedad
– Baja autoestima
– Estrés postraumático-
– Trastorno de personalidad
– Desconfianza y miedo a los hombres o al género opuesto.
– Dificultad para expresar o recibir ternura e intimidad
Sexuales – Fobias o aversiones sexuales
– Falta de satisfacción sexual
– Alteraciones en la motivación sexual
– Trastorno de la activación sexual y del orgasmo
– Creencia de ser valorada por los demás únicamente por el sexo
Sociales – Problemas en las relaciones interpersonales
– Aislamiento
– Dificultades en la educación de los hijos

Desde los años 60 el trastorno de identidad disociativo ha sido altamente utilizado en la industria cinematográfica, llevando esta condición a tener una imagen perturbadora frente a la sociedad, pues ha sido usada para la entretención, más que para el acercamiento y comprensión de este trastorno  y las causas que lo provocan.

¿Cómo podría no ser amenazante o perturbador para una persona, el identificar su sintomatología, dolores y reacciones con una imagen monstruosa y peligrosa proyectada y popularizada ante las masas?

Para la joven mujer de quien conocí en forma directa este tipo de trastorno y cómo lo vivenciaba, la forma en cómo era observada por su entorno cuando presentaba una crisis o se disociaba, le afectaba bastante. La percepción que tenía de sí misma, se fomentaba principalmente por las reacciones demostradas por los demás frente a la aparición de sus otras identidades. Estas reacciones eran de terror, afectando así sus relaciones sociales, familiares, sus motivaciones y confianza. La confianza es aquello que necesito para todo lo que hago. Ésta propicia  el entregarse a algo o a alguien que me sostenga, lo que me permite sobrevivir, siendo  fundamental para poder constituirnos de forma saludable, ya que de lo contrario, no tengo nada que posibilite el mantenerme frente a la incertidumbre propia de nuestra existencia. El abuso sexual en la infancia es un tipo de suceso horroroso e inconcebible, un trauma devastador que destruye la confianza en sí mismo y en el mundo.

Análisis Existencial y Trauma

De acuerdo a Alfried Längle (en Croquevielle, 2009), el “Análisis Existencial (AE) es definido como una psicoterapia fenomenológica-personal, dedicada a ayudar a la persona a lograr un vivenciar libre (mental y emocional), tomas de posición auténticas y un trato responsable consigo mismo y con su mundo.”

Desde el AE la concepción del ser humano es tridimensional, es decir, éste se contempla como un ser bio-psico-espiritual. El ser persona se encuentra entre estas 3 dimensiones, dando cuenta de la idea de un ser dinámico. Estas dimensiones se tensan al presenciar una amenaza a la supervivencia, por ejemplo, una enfermedad afecta el plano somático o corporal, el displacer altera al plano psíquico. Por otro lado, el sinsentido da cuenta del no acceso a la dimensión espiritual-personal. Esto a propósito que para Frankl y el AE esta dimensión no enferma. Sólo no se accede cuando hay “atasco” en alguna de las otras dos dimensiones.

La dimensión corporal se cruza con la dimensión psíquica y a la inversa, generando repercusión en ambas dimensiones. Estas forman un nivel psicosomático, en donde si el cuerpo enferma se perturba la dimensión psíquica, emociones, valores, creencias. Asimismo, frente a un trastorno psíquico, se generaran reacciones psicodinámicas en la dimensión corporal. Por otro lado, la dimensión espiritual, implica lo libre, lo personal, aquello que me mueve y que voy construyendo a través de la relación entre lo externo y lo interno. Aquello que es necesario para mi existencia.

El ser humano puede construirse al reconocer en las diferentes motivaciones fundamentales de la existencia, sus capacidades, lo que es valioso para sí, lo propio, y un sentido personal. Llegando así a lograr una vida plena.

 Desde este enfoque (AE), podemos dar cuenta de la dimensión que se encuentra impactada una persona, a través del modelo de las Motivaciones Fundamentales (MF). La 1ª de éstas, alude a la relación del ser humano con el mundo, su entorno, y a su capacidad de ser en éste (1ª MF) para así responder a la pregunta ¿puedo ser y estar aquí?; así como la vida y sus valores (2ªMF) al responder a la segunda pregunta ¿me gusta vivir? Por otro lado, el sí mismo y su autenticidad (3ªMF) responde a la pregunta ¿me permito ser así como soy? Y finalmente la búsqueda del sentido (4ªMF) que responde a ¿para qué es bueno esto?

Alfried Längle (2011), define el trauma como aquella experiencia que no es esperada, aquello que no sucedería en la vida normal o cotidiana de una persona. Esta experiencia puede dejar una herida muy profunda, llegando a fracturar al ser, siendo la confrontación con el “horror” lo específico de la traumatización afectando las dimensiones de la existencia.

Considerando que después de una experiencia traumática, la persona no vuelve a relacionarse de la misma manera con el mundo, percibiéndolo como amenazante e inseguro llegando incluso a no soportar al entorno (el que generalmente contribuye a la retraumatización), me pregunto:

¿Cómo puede vivenciar este trastorno una persona?

La aparición del trauma puede gatillar diversos trastornos como lo es la disociación y el TID. En este caso, la identidad de Frida se vio fragmentada en dos estados de conciencia independientes de ella, a las cuales, incluso les asignó nombre, “Ágata y Renata”. Frente a esto, describiré un proceso terapéutico realizado desde la consideración y el aprecio condiciones necesarias para acompañar a la paciente en un viaje por la búsqueda de la superación del horror, el autoconocimiento y la aprobación a su propia vida.

En el año 2018, recibí a una joven de 24 años, derivada desde su facultad universitaria, debido a su sintomatología y diagnóstico de trastorno de identidad disociativo, realizado posterior a una crisis con síntomas como labilidad emocional y otros síntomas disociativos, que se manifestaban durante sus clases.

Al comenzar la terapia, Frida asiste por exigencia de su facultad. Hasta ese momento era consciente de su diagnóstico, aunque no lo comprendía (“he sido así por mucho tiempo”), sin embargo, reconocía síntomas como amnesia disociativa, despersonalización, y la presencia de dos estados más de identidad que controlaban su conducta.  Además, manifestaba pérdida de consciencia e incapacidad por recordar información personal importante. También manifestaba alta angustia, ansiedad, preocupación, desmotivación por la vida e inseguridad respecto de sus capacidades, dando cuenta de que el trastorno con el que vive significaba un deterioro en sus relaciones sociales, familiares y actividades universitarias. Se mostraba hostil y desconfiada. Sus experiencias previas en terapia no distaban de las de su vida, expresaba desilusión y sentimiento de traición por haber sentido que no la veían y la trataban como a una “loca”, encontrándose nuevamente con el rechazo de su ser, en un espacio que parecía seguro pero que nuevamente la hacía desconfiar de sí misma y de los otros, de sus sentimientos y emociones, además de sentirse inhabilitada en su individualidad como persona.

Para comprender el estado en el que se encontraba Frida, se hizo necesario conocer qué dimensiones de su existencia se encontraban afectadas. La funcionalidad y control corporal (dimensión somática) manifestada en la pérdida de memoria y alteración de las percepciones espaciales. También, su estado de ánimo, sentimientos y emociones (dimensión psíquica), se encontraban perturbados, lo que no hacía posible una plenitud existencial. Mi trabajo psicoterapéutico se basó en posibilitar y facilitar la entrada al ser, a la persona, conociendo sus reacciones psicodinámicas, con el objetivo de que pudiera tomar una posición en su vida a partir del diálogo, escucha y apertura consigo misma.

Como reacción protectora (psicodinámica) para poder lidiar con lo abismal de su sufrimiento, su aparato psíquico construye dos identidades, manifestándose así su trastorno disociativo (TID), las que le permiten funcionar. La dimensión espiritual o personal, lo libre, aquello que me permite decidir, elegir y actuar con sentido, no era accesible.

 Al comenzar la terapia, Frida asiste a sesión muy desconfiada, muy a la defensiva, “para mí no tiene sentido esto, no sé qué hago, qué hacen ustedes, ni para qué vengo” manifiesta en la primera sesión. El primer objetivo terapéutico fue garantizarle a Frida un espacio de contención y protección, un espacio que le asegurara la posibilidad de “poder ser”. Lo que facilitó que la paciente fuera bajando sus barreras y así poder encontrar un sentido a la terapia, fue en un comienzo, la entrega de condiciones de la primera motivación fundamental (1ªMF) del Análisis Existencial necesarias para poder ser en el mundo. Éstas refieren a recibir protección, espacio y sostén en el lugar en el que la atendía y desde mi propia persona, para que así pudiese percibir que podía ser y estar sin sentirse amenazada (ni del exterior ni de sus propios pensamientos/sentimientos).

Frida no se ha casado ni tiene hijos. Debido a sus estudios universitarios, vivió con amigos quienes fueron un gran sostén para ella al estar alejada de su familia nuclear con quien  no tiene una relación cercana o de confianza desde su niñez. En la primera sesión relata haber pasado por una infancia compleja. Me sorprende que al relatar detalles de situaciones de violencia y negligencia no se perciben emociones asociadas a su relato; es superficial y frío, como si se tratara de la vida de otra persona. Durante las primeras sesiones se pregunta “¿no sé qué tan terrible me pudo haber pasado para que esté así?”

Sus padres se divorcian siendo ella una niña, por lo que se queda con su madre, donde se rodeaba de un ambiente sociocultural más bien artístico y bohemio. Frida manifiesta que debido al alcoholismo de su madre sufre diversas negligencias tales como quedarse sola y asistir a fiestas con ella desde muy pequeña, estar constantemente en presencia del alcohol y hacerse cargo de su madre  mientras se emborrachaba, así como presenciar escenas a las que ningún niño debería exponerse. Frente a este tipo de relatos, intento llevarla al presente y a las emociones que percibe  al expresar sus experiencias; “no siento nada” responde, “tenía que ser fuerte, no podía ser de otra forma”.

En su infancia comienza a vivenciar experiencias subjetivas que sólo podía significar como “paranormales”, pues tiene visiones sobre una niña que juega por los pasillos de su casa. Aún recuerda el sentimiento de terror al darse cuenta de que lo que veía no era real. Recuerda diferenciarlo de amigos imaginarios ya que estas visiones le provocaban mucho miedo y siempre han tenido una connotación oscura y desagradable. Desde ahí hasta la actualidad realiza enormes esfuerzos para poder discernir la realidad y poder confiar en sus percepciones, recursos y límites.

Por otro lado su padre, formó una nueva familia desligándose de ella, lo que le provocó sensaciones de rechazo y abandono desde muy pequeña. Así desarrolla una necesidad de aceptación y consideración por parte de su padre, lo que ha sido un determinante para la construcción de su autoestima muy devaluada. Su madre, quien también forma una nueva familia, le entrega el rol de cuidar a sus hermanos menores desde los 11 años. Esto le produce un profundo disgusto por sentirse injustamente tratada por ella. Aquí Frida comienza a contactarse con emociones de rabia las que trata de aplacar justificando el actuar de su madre. No se permitía sentir emociones como rabia o tristeza; éstas debían ser pasajeras, ya que desde pequeña sus sentimientos fueron reprimidos por una crianza orientada a los deberes y muy poco a los afectos y emociones. Es por esto que toda situación injusta que vivió y que vive, es minimizada por ella misma.

En su adolescencia  decide irse con otros familiares, por su mala relación con su madre y la falta de contención, trato justo y consideración a la que era expuesta. Si bien pudo experimentar mucho afecto con ellos, sus vivencias tampoco le entregaron lo que buscaba. Se mantenían las condiciones de alcoholismo y violencia de su familia, en donde la crianza era estricta y la disciplina perseguía el objetivo de la perfección. Su abuela “deseaba una nieta perfecta”. Frida vivencia esto como un hito que recuerda constantemente en sesión ya que en esta etapa de su vida entiende que “no puede sentir, ni ser ella misma”, ya que debía cumplir ciertos estándares para poder recibir amor, siendo ésta la única manera de ser valiosa para otro.

Frida presenció sucesos de violencia desde su infancia y tuvo que hacerse cargo de sí misma y de otros desde muy pequeña. A los 16 años comenzó a involucrarse en el ambiente artístico con su madre, reconociendo que fue alcohólica hasta los 20 años, cuando dejó de beber en exceso. En este caso se puede ver cómo la familia es la comunicadora principal de patrones experienciales y precursora en la formación de la identidad, de manera que con esto se va gestando la personalidad que se va fortaleciendo o cambiando a medida en que se pueda crear una visión propia del mundo.

Desarrollo psicoterapéutico

Si los sentimientos son aquello que emerge del contacto con el mundo, pero éste entorno prohíbe, inhibe y desprecia los sentimientos, se dificulta la posibilidad de poder experienciar lo valioso del ser tocado por algo o alguien. Para Frida no era posible vibrar en contacto con otro o con el mundo por su dificultad para comprenderlo y no ser capaz de confiar en lo que sentía.

Al entregarle el espacio y la posibilidad de poder experimentar rabia, donde podía permitirse sentirla y expresarla, Frida comenzó a sentir que ya sabía qué objetivo buscar en este espacio. El primero para ella fue comenzar a comprenderse. Para que Frida pudiese lograrlo, desde el enfoque Analítico Existencial, la paciente tuvo que conectarse con lo propio, con su Yo y eso se logra a través de la Auto-percepción y tomarse en serio; dos de las 3 condiciones internas para el desarrollo de la identidad y autoestima de la 3ª MF anteriormente mencionada.

Al avanzar las sesiones pude observar las diferentes capacidades que Frida manifestaba. Demostraba ir  comprendiendo sus sentimientos, lo que aportó en su continuidad a la terapia ya que sentía que podía comenzar a verse. En una de las consultas asiste con escritos que encuentra entre sus cosas, “tienen mi letra pero no recuerdo haberlo escrito”. Se dice a sí misma que no es capaz de escribir de tal forma ya que generalmente tiene dificultades con la escritura “menos podría escribir un poema”, aún le costaba concebir lo que le sucedía, sin embargo menciona creer que una de sus dos identidades la escribió. Se sorprende de tener esa capacidad y no poder reconocerla, “me cuesta creer que soy capaz de hacer cosas buenas, y si soy buena en algo odio que me lo digan”.  A partir de aquí comienza a reconocer en las sesiones la existencia de estas identidades con mucha vergüenza, sin embargo este paso le hará ser más consciente de su condición y al mismo tiempo buscar formas de entender y controlar sus emociones.

En las sesiones posteriores Frida se fue mostrando un poco más cómoda con el proceso. Ya no creía que era una estupidez y comenzó a comprender emociones que no sabía que tenía.  Comenzaba a confiar en mí y a medida que lo lograba, esto le mostraba la posibilidad de poder lograrlo con más personas. En esta parte de la terapia nos fuimos centrando en la biografía de Frida, pero más que en los hechos de su vida, se puso acento en cómo ella vivenció estos sucesos y cómo los experimentaba en el presente una vez que los traíamos a sesión. De esta manera se fue realizando el contacto con sus emociones y buscando comprender su propio estado, permitiéndose todos sus sentimientos y emociones que emergían de sus relatos. A pesar de que por un tiempo sus historias eran desconectadas y anecdóticas, dando cuenta de espacios de su vida que no eran relevantes para comprenderse, notaba que la dificultad de conectarse era una forma de evitar las emociones que por tanto tiempo le fueron prohibidas e imposibles de reconocer. En otras ocasiones pudo darse cuenta y manifestar, que desde el comienzo de  las sesiones al hablar de su biografía se había sentido “peor”, habían aflorado emociones que no conocía. Se sentía más vulnerable y sensible, sin embargo, hacía esfuerzos para poder asistir y si no podía avisaba acordando una nueva cita.

En la séptima sesión, Frida presenta una nueva crisis después de sufrir un accidente de pequeña gravedad y es trasladada a urgencias. Al no sentir dolor físico posterior al accidente, se angustia y comienza a auto agredirse apagando cigarrillos en su cuerpo “para poder sentir”. Al relatar este episodio se observa  desconectada, pareciera no tener emociones asociadas al suceso. Al preguntarle sobre esa situación menciona que no entiende por qué es así, se percibe fuera de si, como si no estuviera en la realidad y no formara parte de su entorno. Aquí comienza a comprender que es posible que los sucesos de su vida pudieron provocar su condición. “Siempre he sentido que no merezco nada, incluso que merecía ser maltratada o la tortura”. A pesar de que puede racionalizar lo que le sucede, no puede empatizar con ella misma, aunque sí con el resto del mundo.

Hasta esta fase de la terapia, Frida se va permitiendo hablar de sus otras dos identidades, a las que nombra como “Ágata” y “Renata”. Al describirlas da cuenta de que son dos polos opuestos, la primera es agresiva, directa, “una víbora. Ella me convenció de prostituirme”, la segunda es una más ingenua “ella se puede enamorar, es romántica, tímida, escribe cartas de amor”. Pareciera ser que éstas identidades, “Ágata y Renata”, son partes de sí misma que es incapaz de aceptar. Esta posibilidad le hace sentido ya que menciona “yo no soy, ni puedo ser ninguna de ellas”. Cuando una de ellas “aparece”, Frida “se va a negro”, al retomar la consciencia se ha encontrado con personas, lugares y situaciones a las que ella no habría accedido. En una ocasión menciona que la ropa con la que llega a sesión la eligió “Ágata” y ella se dio cuenta una vez que llega a la consulta. Reparamos en cuáles son sus sensaciones y emociones respecto de esto y dice vivenciarlo de forma frustrante por la falta de control propio. Durante esta etapa de la terapia, se manifiestan dificultades cognitivas como la falta de memoria y su percepción alterada, ya que los espacios y las habitaciones parecían estar en continuo movimiento. La desesperación que sentía por no poder controlar su cuerpo la llevaba a querer abandonarlo todo, “ya siento que no puedo más con esto”.  

La terapia fue centrada en las vivencias de Frida. Esto se logró con apertura, paciencia y escucha. Frida luchaba constantemente para evitar sus alucinaciones o disociación, siendo incapaz de hablarlo con otros, ya que las respuestas que recibía cada vez que intentaba hacerlo eran miedo, críticas o evitación. La 3ªMF plantea que para poder desarrollar una identidad y autoestima, se requieren condiciones externas e internas. El espacio terapéutico facilitado por esta terapeuta, le fue dando esas condiciones externas que antes nunca recibió: consideración hacia ella, dándole un trato justo respecto a lo que era posible en sus diferentes dimensiones (corporales, emocionales y personales), sin sobre ni subestimarla, y aprecio hacia su ser persona. Es así como ella pudo ir desarrollando las condiciones internas (autopercepción, tomarse en serio y juzgarse). El espacio terapéutico le ayudó a percibirse a sí misma, tratarse en forma justa, aprendiendo a sintonizar con sus sentimientos y vivencias, además tomarse en serio y así establecer una relación consigo misma. Se le permitió poder ser ella misma, ser aceptada para poder aceptarse.

Sus capacidades, fuerza y valentía (admirables), le permitieron ir aceptando el espacio de ayuda y al mismo tiempo reconocer y aceptar sus propias cualidades. Frida comenzó a darse cuenta de quién era, de lo que podía lograr, de sus límites propios, los que le eran muy difíciles de establecer. 

En la décima sesión Frida se ve diferente, más alegre, con una tranquilidad manifiesta. Menciona que ha estado “haciendo las paces con “Renata”, “me he sentido más contenta y me estoy dando la oportunidad de una relación con alguien” en donde pueda sentir afecto. Frida antes se refería a las relaciones amorosas como una pérdida de tiempo y un espacio en donde no tenía posibilidad de ser amada por quien era: “siempre tuve experiencias en donde trataban de cambiarme o controlarme y yo lo permitía para no generar molestias o daños en los demás”. Sus experiencias anteriores y los consejos de las mujeres de su familia, siempre le enseñaron a desconfiar de los hombres. Creía que la única forma de sentir afecto era a través de la sexualidad: “era la única forma de sentir algún tipo de conexión con otro”. Ésta fue una oportunidad para comenzar a trabajar sus límites, ya que era muy capaz de traspasarlos todos, para dejar al otro contento, pero no para evitar que otro la dañara; “sentía que no podía decir que no” y por otro lado no era capaz de hacer valer sus deseos ni expresarlos.

En las sesiones posteriores Frida fue demostrando cómo su confianza en el espacio terapéutico se iba fortaleciendo, a través de nuevas expresiones como aceptar que mencionara las cualidades o virtudes que veía en ella. Al aceptar que tenía capacidades para enfrentar todo lo que estaba vivenciando y todo aquello que le había tocado vivir, se comienza a preguntar ¿cuál es mi necesidad de escapar de la realidad?

A los 7 meses de terapia, en la sesión número 17, Frida se presenta en tercera persona mencionando que es Ágata. Cuando la recibo en la consulta noto una mirada diferente, me traspasa, no me muestra el afecto que Frida suele demostrarme al saludar. Al comenzar el diálogo me dice “aquí te la traje”. De inmediato me sorprendió. La percibí más alta (su postura era erguida), un tanto displicente, un poco arrogante. Me doy el tiempo para preguntar, ¿a quién me traes? A Frida “ahí estaba llorando hace días, no comía, no salía de la cama”, me responde.

Por un momento, me pregunto a mí misma ¿me siento segura? ¿con espacio para poder ser yo, con mi edad, mis saberes, en este lugar, en este momento específico? Y luego de reestablecer mi propia confianza en mí y mis capacidades pude comenzar el diálogo con Ágata y ella lo hizo conmigo. Siguiendo los pasos para el acercamiento fenomenológico de Alfried Längle, me permito la apertura a lo desconocido y a lo que actúa sobre mí, me quito las ideas preconcebidas o imaginadas sobre este momento y me abro al presente, al aquí y ahora. (Croquevielle, M. 2019)

Conocer lo que Frida me había descrito durante las sesiones previas fue una experiencia extraordinaria. Pude conversar con Ágata durante 15 o 20 minutos, era directa, hablaba sin filtro, lo que podía ser percibido como agresividad. Se mostraba como una mujer coqueta y decidida. Sentía que buscaba intimidarme al mencionar que estas sesiones eran una pérdida de tiempo para Frida, ya que ella siempre estaba ahí, atrás mirando lo que hacíamos. Al hablar de ella misma y describirse, la percibo más cómoda y no tan molesta, ya que cuando hablaba de Frida la describía como una mujer débil, con enojo y desprecio. Sin embargo, “la trajiste”, se lo señalo. “Ella tenía que salir de ahí y no puede porque es débil”, se defiende. Luego de un momento, pregunto si alguna vez hizo algo que Frida no quisiera. Su postura cambia. Sus ojos, rasgos faciales, voz, dejan de ser los de antes y puedo reconocer a Frida, quien parece muy confundida y trata de ocultarlo. Coloco mi silla cerca de ella y le pregunto si sabe qué ocurre. Con su cabeza lo niega avergonzada. Le cuento que conocí a Ágata, a lo que reacciona muy preocupada por lo que pudo haber dicho o hecho. Al acercarme a ella, le pude demostrar que no era un monstruo o una mala persona (temor que había manifestado en sesiones anteriores). Le dije que no tenía intenciones de alejarme de ella, ahora que conocí a uno de sus grandes temores. Su tensión corporal cambió. Su mirada también. No se percibía su miedo al rechazo. Al introducirla en la dimensión personal, fue logrando autodistanciarse de aquello que “siempre fue”, para  poder comenzar a verse.

Dónde nace la disociación

Uno de los hitos develados después de casi un año de terapia, trata sobre una experiencia de violación por parte de un familiar adulto en su adolescencia (entre los 13 y 16). Este ataque se produce en un contexto familiar que propicia en todos los sentidos la posibilidad de un abuso. La negligencia y descuidos de la familia que expuso a la adolescente, al hacerla dormir con un adulto (24), contemplan la complicidad con el agresor. Unas vacaciones que ella visualizaba como una “terapia de cambios” frente a su adolescencia, se transformó en el comienzo de un trauma y de la disociación de su identidad.

Al relatar este episodio siente la necesidad de justificarse mencionando que “no quería que pasara esto”. Posterior al evento traumático, Frida siente que comienza a gestarse otro estado en su personalidad. Después de un tiempo comienza a llamarla “Ágata”. Frida describe a este estado alterno de su identidad, como una persona fría y calculadora. Relata que a través de Ágata se libera sexualmente. Siente que en los momentos de intimidad con alguien aparece “Ágata”, lo que provoca que no pueda confiar en sí misma. Posteriormente se desarrolla la personalidad de “Renata”. Cuando estas identidades emergen, la paciente siente que ninguna de éstas es parte de ella. Una sensación egodistónica que percibe como molestias y que debido a esto, realiza grandes esfuerzos para mantener su vida social, sin mostrar o evitando las disociaciones. Hasta ese momento de la terapia, la paciente no comprendía que el hecho mencionado era una violación, aunque reconoce que siempre tuvo dudas.

Considerando que la identidad responde a quién soy, y se construye a través de influencias que nos permiten tener recuerdos por los que sabemos quiénes somos, trato de imaginar lo que sentía Frida al perder estos registros mnémicos y tener enormes vacíos en su memoria que no podía llenar. Desde aquí la vida cambia, y no para mejor. Comienza un período con diversas experiencias de abuso en donde la paciente manifiesta el cansancio, el agotamiento por el esfuerzo de tratar de sostener una postura de lucidez y funcionalidad para su entorno, llevando por dentro una lucha contra sus propias “enemigas”.

Posterior a la violación, Frida manifiesta comenzar a mantener relaciones sexuales recurrentes incluso con desconocidos, incluyendo a su abusador. Relata que ésta era su única forma de sentir el contacto con otro, alguna emoción o sensación.

Posterior a un año de trabajo, Frida logra resignificar el hecho como una violación, identificarlo, ponerle un nombre al horror vivido, lo que le permitió poder comprender su situación y conectarse consigo misma y su dolor. Comenzó a comprender sus sensaciones corporales y al mismo tiempo emergieron recuerdos que estaban negados.

Actualmente Frida quiere una sexualidad más agradable para ella. Se ha permitido querer y ser querida, aceptando las complejidades que esto puede conllevar e ir poniendo en práctica sus límites.

Posterior a la develación del abuso sexual en la terapia, Frida siente que puede darse el espacio de vivir su proceso y descubrimientos junto a su familia en otra región. Es por esto que decide congelar su carrera, y detener la terapia, comprometiéndose a un seguimiento de su caso y retomar la terapia en su ciudad. Considera que “funcionará mejor allá”. Se ha reencontrado con sus padres, quienes por su parte han hecho cambios positivos en la relación con ella. Debido a estos cambios en su familia y en ella misma, siente que es su oportunidad de tener una familia y poder contar con redes y un entorno seguro.

Actualmente, en lo que respecta a sus estados de personalidad, Frida menciona sentir que ahora ella las controla, “ahora yo le pido a Ágata que aparezca cuando la necesito, la siento más humana”. Respecto a “Renata” indica que ha aceptado que puede enamorarse y tener una relación emocional por lo que casi la siente parte de ella. 

Conclusión

El abuso sexual en la infancia y adolescencia transgrede profundamente la existencia. Frida vivió gran parte de su vida “soportando” sin ser realmente escuchada y considerada. En el trastorno de identidad disociativo se ven afectadas las cuatro motivaciones de la existencia, lo que se hacía evidente en el caso de Frida.

¿Qué le impide  a una persona el tomar sus propias decisiones? ¿Qué le impide controlar sus acciones?  ¿Qué impide no poder vivir la vida que quieres vivir? Motivos para esto pueden ser diversos. La aflicción frente a la señal de advertencia o amenaza, puede ser de tal magnitud que impacta a nivel físico o somático, como en este caso le sucedía a Frida con fuertes sensaciones como insomnio, cefaleas, problemas gástricos, además de psíquicos como la pérdida de memoria, el bloqueo de emociones y sentimientos, así como reacciones psicodinámicas como la Huida (a otras identidades). (1ª MF)

La historia de vida de Frida, provocó que asociara el afecto o el vincularse con otros a la amenaza de la pérdida y el rechazo, sus percepciones eran directamente influenciadas por su biografía lo que la llevaba a una incapacidad de relacionarse afectivamente, desde una cercanía emocional con cercanía hacia otros y hacia sí misma (2ªMF). Vivía complaciendo a los otros para poder recibir afecto, no permitiéndose ser ella misma teniendo como consecuencia el desconocimiento de lo que ella deseaba. Asimismo, el ASI (Abuso Sexual Infantil) afecta el desarrollo psicosexual  del niño, lo cual según el AE puede provocar dos posibles reacciones que son la Inhibición/Rechazo y/o un ejercicio desmedido de la sexualidad. En el caso presentado, la paciente desarrolla una reacción orientada al uso de su propio cuerpo, con la finalidad de experimentar “afecto”, condición necesaria en la segunda dimensión existencial, significando la experiencia de abuso como su primera relación de intimidad, iniciando así una dolorosa búsqueda de amor y cercanía.

Durante este período tuvo que enfrentarse a la estigmatización y sensaciones como vergüenza y culpa, considerando por mucho tiempo que se merecía lo que le ocurrió, viéndose afectada la 3ª MF. Esta dimensión del AE comprende el “aprecio de sí mismo”, la particularidad de ser yo, aquello que me distingue de los otros. Se cuestiona el “yo soy, pero ¿me permito ser como soy?”. La persona comprende que está por sí misma, y para esto se hace fundamental que vivencie hacia sí los tres elementos importantes que son la autopercepción, tomarse en serio y juzgarse. Esta situación afectó directamente en la autoestima de la paciente. La autoestima influye en la elaboración de una identidad integrada como un símbolo de conciencia de la realidad en relación a sí mismo y a los otros. Para Frida ésta no era una posibilidad, ya que su identidad estaba dividida.

Durante toda la terapia, y desde el trabajo con el AE, nos concentramos en recomponer el sentirse ella misma, quitar la culpa y devolver la confianza a sus sensaciones, experiencias y relatos. Esto se pudo realizar a través del respeto y cuidado hacia lo esencial de Frida, aquello que era único e irrepetible en ella.

Interesándome por conectar con su historia y comprenderla, el entregar un espacio seguro y el soportar junto a ella todo aquello que se presentaba, fomentando todo lo que pudiese revincularla con la confianza fundamental, le permitió a Frida adoptar una toma de posición necesaria para su vida.  

Desde pequeña no se sintió protegida, más bien se dedicó a sobrevivir. En el espacio terapéutico logró conocer capacidades que no sabía que podía adquirir como el autoconocimiento, el fortalecimiento de la autoestima y encontrar espacios o personas con quien sentirse segura, herramientas que son esenciales para dejar de vivir una vida disociada.


Referencias

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Ana Moreno

Psicóloga jóvenes y adultos

ps.anamoreno@gmail.com

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Chile
Nº 30 - 2020
Psicosis