¡Mi tiempo me pertenecía!

My time belonged to me!


Uno de los muchos efectos que el coronavirus ha tenido en la humanidad, es lo referente al tiempo, a la temporalidad. Repentinamente, no puedo salir de casa, y debo planificar mi día, incluyendo el teletrabajo. Pero también dispongo de más tiempo (el ahorrado, por ej en el transporte, en las salidas con amigos o paseos). Y si bien al inicio de la cuarentena nos desconcertamos un poco (¡qué y cómo hacerlo!), al transcurrir los meses nos fuimos acomodando y dando cuenta que el tiempo ya no se nos escapaba de las manos. O no a todos. Varios experimentaron la paradoja de tener mucho tiempo disponible, y al mismo tiempo, que el tiempo se les hacía poco. Poco para lo que habían descubierto… Los relojes se tornaron “líquidos” (concepto muy en boga).

Byung-Chul Han, en su libro El aroma del tiempo, dice que “estamos en la discronía, donde cada instante es igual a otro y no existe ni un ritmo ni un rumbo que dé sentido y significación a la vida”. Y sí, probablemente antes de la pandemia (nuestra nueva forma de referirnos a estos tiempos, según un antes o después de la pandemia), para muchos era así experimentado. Y quizás algunos siguen viviendo su vida de tal manera.

Sin embargo, esta cuarentena nos ha posibilitado un nuevo abordaje a la existencia: visualizar el confinamiento sólo como una medida que me mantiene libre de contraer el virus (manteniendo la misma estructura en mi vida de antes, sus horarios y quehaceres, pero ahora puertas adentro), o verlo como una posibilidad que me da la libertad para visualizarlo como una mesa que está dispuesta frente a mí (mesa de banquete), donde yo voy escogiendo qué quiero tomar de todo lo allí dispuesto, posible para mí. Erich Fromm nos propone estas dos modalidades de libertad, donde la segunda es la verdaderamente existencial.

Es interesante pensar que, si bien estamos restringidos en el salir hacia afuera, tenemos plena libertad para movernos en el “adentro” (físico y también mental). La libertad es inherente a nosotros. Nada ni nadie (ni este virus), nos la puede arrebatar.

Ahora bien, para escoger y decidir qué quiero hacer en el encierro, debo primero percibir lo que sea posible y muchas veces, quedarme sólo en los deseos nos aleja de ello (¡se requiere realismo!). Luego, algo que sólo el tiempo me lo posibilita: detenerme y así darme espacio (interno) para contactarme con aquello que me gustaría realizar, que me entusiasme, que sea valioso…Es domingo ¿quiero cocinar o prefiero quedarme acostado/a? ¿Me gustaría aprovechar de planchar para que mi pareja tenga su ropa linda o escribir el artículo que me piden? ¿quiero ver esa serie de tv de la que todos hablan o retomo el libro? ¿Cómo hago para decidir? ¡Tantas cosas que pueden ser interesantes frente a mí! Pero ¿cuál de ellas es la que resuena en mí? Mi tiempo me pertenece, ¡y yo puedo decidir!

Este virus ha hecho que los tiempos cambien su valencia, su extensión, su medida. Y pese a todo el costo económico y de vidas que ha cobrado, nos ha confrontado con esa frase que una querida amiga me dijo: “me di cuenta que antes, mi tiempo no me pertenecía”.

Para mí, el tiempo se tornó elástico, y de a poco voy moldeándolo a mi arbitrio.

Nunca antes había tenido tanta conciencia y percibido tanta libertad, tanta posibilidad de elegir y decidir qué y cómo hacer cada día. Y eso me ha permitido que en esta cuarentena mis días tengan mucho más sentido que antes.

La vida pone frente a nuestros pies situaciones que muchas veces no imaginamos ni deseamos: crisis sociales -con sus efectos económicos y sociales; trastornos psicológicos muy perturbadores; confinamientos interminables y (para algunos) angustiantes. Con esta revista, la Nº 31, la invitación es a mirar algunas de las diferentes realidades con la que nos enfrentamos en nuestro transitar,  para que desde una mayor  comprensión, podamos dar una respuesta que sea propia, personal, haciendo uso de ese tiempo y espacio de libertad, que este período nos proporciona.

Michèle Croquevielle

Psicóloga Clínica
Postítulo en Análisis Existencial
Supervisora Acreditada
Directora Revista InterAmericana Existencia
Directora ICAE

michele@icae.cl


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Chile
Editorial
Nº 30 - 2020