Septiembre, comida, migración y añoranza


Por Alejandra Fonseca.

Hace unas semanas fue el día nacional del Perú…el 28 de julio para ser más exacta. Por televisión vi cómo en Santiago se celebró ese día…sí en Chile. Un elemento común en esas celebraciones era la gran variedad culinaria, del Perú, por cierto. Por un lado personas peruanas alegres celebraban, por otro, lado peruanos residentes trabajaban para invitar a los chilenos a degustar sus exquisiteces –¡¡¡¡¡¡mmmm!!!!!!- que a estas alturas ya se han tornado una alternativa gastronómica en la cotidianidad de los chilenos. Y digo gastronómica para diferenciar entre comerla en un restaurant o bien en el hogar. Tenemos fácil acceso a ella en restaurantes peruanos, donde una mayoría de los trabajadores, sino todos, son también de esa nacionalidad. En cambio, en el hogar, generalmente también es una peruana quien cocina para sus “patrones” y visitas…ahí no sé cómo va eso de la alegría de la celebración.

Hace más de una década, dos investigadoras en Chile escribieron el artículo “En el Perú nadie se muere de hambre”(1) . Se centraban en la oleada migratoria a Chile de peruanos durante la segunda década de los ’90, y que no ha parado hasta hoy. Provenientes mayoritariamente de Trujillo y Chimbote, pero también de Lima en la actualidad, cuyas áreas de trabajo eran la construcción para los hombres y el servicio doméstico puertas adentro para las mujeres.

La frase del título de la investigación, fue dicha por una de las entrevistadas, para referirse a que en casa de sus patrones les tocaba cocinar exquisiteces para los demás, reservándoles a ellas otros platos, imagino fideos, arroz, salchichas, aliñados con calugas, reducidos en tamaño, “desabridos” e ingeridos a corriendas y con culpa, al sentirse observadas, limitadas en su autonomía; ahí realzan el hecho de que en Perú, aún en las peores condiciones, nadie se muere de hambre, y se come rico, no como acá, desde su percepción. Este ámbito de prácticas alimentarias las significaban como desagradables, problemáticas.

Pero había otro espacio donde las prácticas alimentarias eran vivenciadas como agradables, “liberadoras”: cuando el fin de semana se juntaban con los suyos, es decir, sus compatriotas, entre ellos, maridos, hijos, o bien, cuando habían venido solas, con sus amigos hechos en el trayecto migratorio, o en las residencias que ocupaban en lugares deteriorados de vieja tradición en Santiago, donde vivían en condiciones de hacinamiento, incluso durmiendo sentadas sobre cartones al llegar, lugar de encuentro con: “su propia comida y buena comida peruana”.

Estas condiciones en que vivían y viven aún muchos vecinos, ya sea restricciones en sus trabajos, como deficiencias en sus viviendas, me trasladan a cuestiones del poder-ser-así bajo estas condiciones de la 1ª Motivación Fundamental de la Existencia. Ellas no sólo pasaban hambre con sus patrones, no sólo carecían de condiciones firmes dadoras de sostén, espacio, muchas veces estaban sin sus seres queridos, todas lejos de su terruño. Sin embargo, mostraban una gran capacidad de disfrute los fines de semana con los suyos, en torno a la comida y prácticas, como la compra y preparación del banquete, que ofrecía un espacio para la comunicación. Entonces surgían la añoranza y la nostalgia por el Perú, y por todo lo que quedó allá, todo ello ubicado en un lugar de ensueño: “los domingos nos vamos de parranda [en Santiago]… la paso bien, pero … con mis ahorros, en unas vacaciones me compré una parcelita [en Chiclayo], ya me imagino cómo la construiremos…ahí yo seré por fin feliz con mis hijos, ellos también, y mis abuelos, ése es mi sueño.” Esta frase me la dijo una paciente peruana que trabaja hace 14 años como nana puertas adentro en Chile, y que llegó a consultar porque: “ando triste, tengo nostalgia, no puedo ser feliz acá, yo sé que inmediatamente me mejoro de ver a los míos … hace tres años que no viajo juntando platita para mi casita …, porque allá está mi lugar.”

Tanto en la experiencia de reuniones entre connacionales los fines de semana en torno a la comida, como en la experiencia de añoranza, la paciente vivenciaba emociones gratas. En ambos espacios de relaciones, uno real y otro soñado, vivía cercanía, sentimientos de pertenencia, se encontraba a sí misma, todo esto era sentido por ella como ámbitos que la protegían, allí se refugiaba.

En su relato se daba la paradoja de una doble añoranza; por una parte de regresar a su origen, es decir volver, acercarse; y por otra, de alejamiento de su lugar de origen, porque la motivación de venir a Chile era que acá estaría mejor, ella y sus seres queridos. Es obvio que se refiere al dinero que allá no alcanzaba … pero también había otras motivaciones para migrar, una relación de pareja marcada por la violencia, una sensación de falta de apoyo de sus padres: “yo sabía que venirme era mi salvación … allá no podía estar … no tenía a que echarle mano.” Entonces Santiago ofrecía a esta persona un fundamento para poder-ser, le ofrecía posibilidades económicas, tranquilidad, seguridad; no obstante ahora quiere regresar, porque acá no podría ser completamente, en cambio allá sí ¿Es posible poder ser completamente algo?

Pareciera que la añoranza posee esa dualidad de alejarse y regresar al origen. El lugar de añoranza, como algo que anhelamos, posee la virtud de ser un lugar depositario de proyecciones, deseos, sueños donde vemos el lugar ideal para una felicidad total, allí, si eso estuviese, nos imaginamos desplegándonos en nuestras capacidades, en lo que nos gusta, pero que ahora por alguna razón no podemos ahora. También posee una vertiente sufriente, cuando decimos cuán infelices somos de estar acá, y no allá. Para mi paciente, regresar a su origen era llegar a su hogar imaginado como lleno de paz y seguridad, sin embargo: “cuando fui la última vez, rico el primer día … me sentí rara, mis hijos habían crecido, la mayor ni estuvo conmigo, todos seguían en lo suyo, eso me dio mucha pena … me sentí decepcionada o a lo mejor ellos de mí.”

Lo que percibía yo en esta paciente era que estaba como flotando en el tiempo y espacio, sin un lugar de arraigo … su arraigo era imaginario en Perú, aunque lleno de sentimiento. Como sea, la añoranza actuó como poder movilizador en ella, pero siempre había un destino al que no podía llegar, porque al lugar que llegaba, no era el de sus sueños. Algo así como una vida hipotecada en algún otro lugar.

La añoranza también ofrece un poder de trascendencia de nuestra actualidad, del hoy. Quizás todos en nuestra vida cotidiana también migramos sin migrar, imaginamos como sería de buena nuestra vida si ese amor platónico me correspondiera, si fuera más delgada, si tuviera tal puesto de trabajo, o si tuviera mi magíster, o si no estuviera tal o cual persona en nuestras vidas.

La añoranza así descrita, tiene un doble poder; yo la veo como un arma de doble filo: poder de soñar, de imaginar, de escapar de duras situaciones, pero también cuando se fija como forma de actitud, puede bloquear nuestro accionar, y refugiarnos únicamente en el lugar de ensoñación, por falta de aceptación de una realidad presente.

No quiero decir, hay que dejar de sentirla o experimentarla, pues actúa como bálsamo personal, tiene la gracia de ser lugar de una máxima alegría, y que nadie nos puede arrebatar. Entonces, se trata de una capacidad de migrar a otros mundos, imaginados, pasados, futuros, ideales, y en ese sentido un tesoro que nadie nos puede arrebatar ni en la peor de las situaciones, pero ¿qué hay del migrar hacia nuestro mundo interior?

Pensando en septiembre, mes de publicación de este artículo, surge en mí la añoranza de dieciochos pasados, que nunca volverán … añoro viajar al verde sur o a una playa paradisíaca, ahí sí podría descansar, también se apodera de mí una sensación de miedo al recordar viejas añoranzas cuando imaginaba de qué manera la pesadilla de los 17 años de dictadura iba a terminar… el cómo será mi septiembre depende de mis posibilidades, de lo que me gusta, o de lo que tiene sentido para mí, todo eso consideraré para poder decidir.

Septiembre en Chile está marcado por eventos opuestos, uno de unión en torno a un supuesto de igualdad nacional y otro de división, en torno a un supuesto de lo diferente como un enemigo que amenaza.

¿Hacia dónde podremos y queremos migrar?

(1) Nuñez, L. y Holper, D. (2005). En el Perú, nadie se muere de hambre. Pérdida de peso y prácticas de alimentación entre trabajadoras domésticas peruanas en Chile. Ulla Berg and Karsten Paerregaard El Quinto Suyo, Transnacionalidad y Formaciones Diaspóricas en la Migración Peruana.

Alejandra Fonseca M.
Psicóloga Clínica
Alumna en formación ICAE
ps.alejandrafonsecam@gmail.com

Alejandra Fonseca

Psicóloga Clínica
Formación en Psicoterapia en Análisis Existencial
Santiago, Chile

ps.alejandrafonsecam@gmail.com

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Nº 8 - 2014