¿Infertilidad? En mi cuerpo, sí; no en mi psique, no en mi espíritu.


Por Alejandra Fonseca.

En este artículo pretendo dirigir la mirada hacia la profundidad de la persona que experimenta una ‘imposibilidad’ vivida en su ‘cuerpo’. Cuerpo entendido, desde el Análisis Existencial (AE), como una dimensión propia de la persona, la más concreta, que propicia el encuentro del propio ser, en su ser físico, con el ser físico del mundo; no por eso la de más fácil acceso y cercanía.

La antropología del AE para la comprensión del ser humano es de carácter tridimensional: cuerpo-psique-persona. En la práctica, la plenitud existencial es alcanzable mediante el despliegue de estas dimensiones, cuando la persona actúa motivada por fuerzas de atracción que la ligan con el mundo y la vida, a las que la persona decide dirigirse, con consentimiento, en libertad, responsabilidad y sentido.

En esta oportunidad quiero referirme específicamente al cuerpo como dimensión afectada a nivel de la 1a Motivación Existencial (MF) . En la infertilidad, femenina o masculina, se trata de algo del mundo propio: el propio cuerpo presenta un impedimento al deseo de concebir un hijo. Existencialmente es así, la vida puede poner a nuestros pies esta posibilidad de ‘ser/estar en este mundo’ -poder no concebir-, encarnada la dificultad en el propio cuerpo ¿Cómo poder enfrentar una situación tal?, ¿Qué se ve afectado en mí ante un evento tan doloroso, incluso en ocasiones, traumático?, ¿Es posible aceptar esto?, ¿Cómo puedo volver a habitar mi cuerpo?, ¿Puedo reconciliarme con él?, ¿Cómo afecta mi mundo de vida?, ¿Afecta esto mis relaciones?

La 1aMF existencial se asocia al ámbito del poder -“que yo pueda” bajo las condiciones que ofrecen el mundo propio y el mundo exterior, teniendo presente una relación dialógica de mutua reciprocidad ‘yo-mundo’. El cuerpo, como parte de mundo propio constituye un fundamento basal de la existencia, que tiñe la capacidad motivacional en una interrelación contínua. ‘Ser en y con mi cuerpo’, porque lo acepto, un primigenio modo de poder ser, permite decir con aprobación: ‘yo soy, yo puedo ser así, aquí’. Pero: ¿puedo ser en este mundo así, bajo estas condiciones, con y en este, mi cuerpo, con esta dotación impedida, es decir con mi infertilidad?

Cuando la infertilidad conduce a una situación de enemistad con el propio cuerpo, puede surgir el ‘no poder ser’, o la actitud de ‘no poder aceptar’ una parte de la realidad propia, entonces, la experiencia de tener un hijo puedo tornarse equívoca y frustrante, no solo para un padre o una madre, sino para el mismo niño. El ‘no poder ser’ existencial es génesis de miedo, angustia, constreñimiento, cansancio, duda, desidia, entre otros sentimientos y actitudes. Aun estando presentes otras condiciones, al sentir que las cosas son difíciles, resulta pesado vivenciarse día a día, el ‘poder ser’ y la libertad se ponen en aprietos, aunque así, igual se puede continuar viviendo.

La psicoterapia analítico-existencial tiene el objetivo de ayudar a la persona a vivenciar libremente (mental y emocional), a tomar posición y a un trato autorresponsable consigo misma y con el mundo. El trabajo consiste en el análisis de las condiciones para alcanzar la existencia; la actividad personal es vivir con entrega, en un compromiso activo y decidido.

Cuando una paciente menciona: “…yo no puedo ver mi cuerpo desnudo…”, u otras que con resignación señalan: “yo odio mi cuerpo, está fallado” o bien: “si hubiese algo que pudiera cambiar sería mi cuerpo…al menos esta parte [refiriéndose a su vientre].”, advierto que se imponen bloqueos corporales junto a sus repercusiones motivacionales y emocionales; como cuando me accidenté una pierna y sentía rabia por no poder caminar, con un actitud de rechazo a mi misma por mi “torpeza” y hacia mi cuerpo por “esta pierna de m…”. Si bien no todos reaccionarían como yo, al recordar me duele verme en esa disposición hacia mí, mi cuerpo y mi entorno.

Con el tiempo comprendí que yo sufría por no poder dejar ser esa realidad, una falta de aceptación que me condujo a perderme ante una situación: “esto no lo puedo soportar”’, y junto con ello: “no me gusta vivir así, no puedo ser yo”, o “qué sentido tiene cuidarme”. Desde el AE, ahora sé que en situaciones similares, algo se puede obturar, que me impide abrirme al mundo, lugar generoso, donde siempre puede haber algo nuevo para mí, que puedo incorporar a mi vida, a mi realidad.

Este rememorar junto al conocimiento adquirido me hacen pensar en la adopción y en la infertilidad, y digo, ok, se puede desear un hijo, pero ¿solo me conduce a estar bien recibir lo que deseo? Según Kolbe (2013), deseos y expectativas acompañan a la persona en su biografía, no obstante, corre el riesgo de perderse, si ubica su felicidad únicamente a la satisfacción de sus deseos, pues pierde el ‘arte de aceptar’ (dejar ser, dejar ir) y de volcarse hacia lo que es, en la situación. Finalmente, quizás haya esperanza, porque no puedo engendrar en mi cuerpo, pero el mundo me ofrece la oportunidad de adoptar: ¿Impactará este hecho en mi autoconcepto?, ¿Cuánta apertura tengo para recibir esa oportunidad?

Corporalmente, en el AE, la vivencia de ‘poder ser/estar’ se asocia a la imagen de los pulmones, en cuya actividad de respirar gano espacio interior, espacio, como una de las condiciones requeridas de la 1aMF para poder ser, junto al sostén y la protección. Sin embargo, desde mi experiencia laboral en el campo de la adopción ligada a la infertilidad, personalmente visualizo otros órganos ligados a la vivencia de espacialidad y poder: como mujer, el útero y en el caso del hombre, su estructura musculoesquelética. El útero, órgano de gran plasticidad, contenedor, hábitat perfecto para conservar la vida, que al verse impedido por la infertilidad, puede contraerse o aflojarse, quedar sin uso, o bien perderse quirúrgicamente, amenazando, en ocasiones -por su significación subjetiva-, la vitalidad y poder personal. Era el caso de estas postulantes a adoptar que se encontraban en una relación de impasse con su cuerpo, con actitud de rechazo, falta de comprensión y de aceptación por esa falla en él, que presentaba el obstáculo de la anhelada maternidad. Ellas querían, pero íntimamente guardaban un temor: “pienso: ¿seré capaz de cuidar?”, es decir temor a no poder, o “capaz que por no ser fértil no puedo cuidar la vida de otro.” Al escuchar, no puedo dejar de conmoverme y empatizar con sus sentimientos, pues percibo las repercusiones de un entorno sociocultural que marca la meta de lo que una pareja debe alcanzar, o que prescribe lo que los cuerpos deben producir, como las reacciones frente al fracaso en el cumplimiento de esa meta.

La contextura masculina, de gran espacialidad, asociada a la fuerza y protección, me hacen visualizar a un paciente afectado por infertilidad, cuya esposa se quejaba: “nos llevamos muy bien, pero él nunca está en casa, no para, trabaja y trabaja…y cuando está…nunca descansa.” Para él eso ya era tema superado: “obvio, me entristecí…rápidamente di vuelta la página y seguí mi plan…”. Él se había restado espacio de compartir con su pareja, porque su tema era: “tengo miedo a fallar”, enganchando su dificultad física a la idea de ‘no poder proteger o cuidar a su familia’, evidenciado de ese modo estrechez vital, cuya fuerza residual estaba destinada a un único campo de experiencia de ‘poder ser/estar’, de dominio, su trabajo.

Esta actitud ‘normal’, en cuanto esperable y posible ante la frustración de ‘no poder tener hijos’ y sus proyectos asociados, es susceptible de emerger ante una situación que se torna difícil de enfrentar y aceptar. El acceso personal se estrecha, y surgen las Reacciones de Coping (psicodinámicas), o reacciones de protección, situando el problema a distancia de la propia persona, del propio psiquismo, como del propio cuerpo, quedando el o los órganos afectados en estado de extranjería. Es decir, coloco el problema a distancia, fuera de mí, sin comprender la propia complicidad en mi sufrimiento. Ante la disruptiva realidad que he intentado reflejar en este artículo, me conduzco a la pregunta en el campo específico de la psicoterapia en los procesos de adopción ¿Qué será aquello que mantiene alejada a esta persona de un vivenciar pleno?, ¿Qué la aleja de su deseo de convertirse en padre o madre?, ¿Cómo poder acercarla hacia un trato amoroso con su cuerpo?

Singularmente, cada caso diverge respecto del impedimento: lo afectado, amenazado, deteriorado, perdido. Pero de modo general, veo que las capacidades de ‘soportar’ y ‘aceptar’ son las que estarían dañadas, disminuidas o alteradas. La persona en una relación quebrada con su cuerpo, por lo tanto consigo misma, arriesga quedar sin morada, sin arraigo, sin pertenencia, y es tomada por la desconfianza: ante sí-misma, sus fuerzas y capacidades, como ante el mundo.

Soportar y aceptar, son actividades personales que me dan poder, porque me ordenan, me permiten ver con claridad, me estructuran, me fortalecen. ‘No poder’ no es sinónimo de fin ni de aniquilamiento, pues siempre queda algo por hacer, que no se reduce al hecho de reaccionar en busca de protección, sino, ahora se busca ganar espacio para actuar personalmente con aquello que me dificulta la existencia. Se trata de un trabajo de elaboración personal cuya finalidad es ‘dejar ser lo que es’. A mis ojos, un gran poder existencial. Soportar, un primer paso, porque confío en mis fuerzas y capacidades que me dan sostén y protección interior (condiciones internas de 1aMF) para acercarme a mi realidad corporal impedida, dolerme por ella, pero con confianza porque aún puedo ser. Luego, cuando me es posible, llegar a la aceptación, porque puedo ver claramente de qué se trata en realidad, la realidad de mi persona, con mi impedimento, la hago parte de mi vida. Este ejercicio genial me da amplitud, porque me acerco a la dimensión de lo verdadero en mi mundo, acojo lo dado.

¿Qué relevancia cobra entonces la aceptación del propio cuerpo en sus posibilidades y límites en la adopción? Se me ocurren las siguientes frases para resumirlo: “porque soy capaz de aceptarme, confío y sé que puedo aceptarte a ti…” o “así como me permití vivenciar mis sentimientos de frustración, rabia o rebeldía, antes de tu llegada, también lo puedo soportar y aceptar en ti, porque también veo, confío, valoro y respeto tus propias capacidades para que encuentres tu lugar en el mundo.”

Creo que en este proceso hacia la autoaceptación corporal, puede renacer o reafirmarse en la persona la confianza en si misma, y vivenciarse, de este modo como ‘fértil’ o ‘dador de vida’, en el sentido de ser capaz de prohijar, porque ha encontrado la fuente originaria de su ‘poder ser/estar’, con el despliegue de sus capacidades y fuerzas ante la exigencia que cada situación le demanda. ¿Infertilidad? En mi cuerpo, sí; no en mi psique (afectos), no en mi espíritu (decisión, voluntad).

1 MF: abreviación de Motivación Fundamental de la Teoría de las 4 Motivaciones Fundamentales de la Existencia, de Längle.
2 Kolbe, C. (2013). Sentido y felicidad: Hacia el significado vital de la pregunta por el sentido. En Längle y Traverso (edit.) (2013). Vivir la propia vida. Análisis Existencial desde la praxis. Ed. Mandrágora: Santiago. Disponible en ICAE.

Alejandra Fonseca Muñoz
Psicóloga en Clínica de la Adopción y Diversidad Familiar
Alumna de Postítulo en Análisis Existencial
alejandrafonsecam@yahoo.com

Alejandra Fonseca

Psicóloga Clínica
Formación en Psicoterapia en Análisis Existencial
Santiago, Chile

ps.alejandrafonsecam@gmail.com

Más sobre

Tags:
Artículos
Chile
Corporalidad - Corporality
Intimidad - Intimacy
Nº 6 - 2014