El síntoma como oportunidad de maduración

Symptoms as opportunities for growth


El síntoma pone en manifiesto la existencia de una enfermedad o malestar, es una luz que nos lleva al centro un problema. En la actualidad muchas corrientes psicológicas buscan suprimir o eliminar el síntoma, a través de técnicas y procedimientos, ya sea desde la mirada médica, o técnicas conductuales. En muchos casos se le da una connotación negativa, casi como un tumor maligno que debe ser extirpado de forma urgente. Por ejemplo,  la angustia deja de ser una alerta que nos ayuda a protegernos de una amenaza, transformándose en un síntoma que debe ser acallado a través de un fármaco. 

El objetivo del presente artículo es proponer una mirada distinta, donde el síntoma es un orientador hacia lo central que estrecha y quita esa libertad  para entrar en contacto con la vida. Es una oportunidad (Längle, S. 2013) y no una amenaza constante.

El síntoma necesita de espacio y tiempo para expresarse, en caso contrario si es incómodo y se quiere salir de esa sensación,  se puede escapar temporalmente (como se mencionó previamente, suprimiéndolo a través de un fármaco) de un dolor o una preocupación, pero ¿desaparece el problema? Al parecer es más bien similar a un correr por un miedo, donde aunque se distancie de ese peligro,  sigue éste presente al asecho a pesar de que se encuentre más distante.

En algún sentido, por más que se corra con fuerza y velocidad, ese dolor sigue ahí, algunas veces más escondido o atenuado, pero no por eso deja de estar en las profundidades de la persona. Viktor Frankl, al respecto mencionaba que “la psicoterapia es una confrontación con uno mismo, donde más que una lucha, ha de haber una reconciliación”. Si peleo con el síntoma no dejo espacio para que se exprese, evitando la oportunidad de acercarme a su mensaje de fondo.

Adicionalmente está la dificultad de nuestra sociedad actual, que dificulta, evita  el contacto emocional, donde la técnica y la razón han tomado el poder, buscando suprimir el contacto con nuestra interioridad, porque en la vanidad intelectual actual se desprecia lo que no haga culto a la razón y a lo práctico. 

Intentemos no desviarnos del síntoma como señal, por ejemplo: el miedo es natural en la vida. Todos sentimos miedo sin excepción, a menos que tengamos una alteración en el sistema nervioso, que pondría a nuestra vida en constante riesgo. Podemos sentir miedo al primer día en la escuela, ¿Quiénes serán mis compañeros? ¿Quién esa persona adulta que me pregunta cómo me llamo? La tendencia natural sería volver a esa casa segura, donde el miedo ya no asecha.

Cuando se siente que el corazón se acelera, la sudoración comienza hacerse notar en las manos y la tensión parece inundar por dentro, – alertas fisiológicas primarias que disponen a la acción, es importante evaluar si puedo y quiero vencer ese miedo, abriendo las posibilidades al enfrentarlo. Por ejemplo, en este caso conocer a sus primeros amigos en la escuela y un nuevo contacto con el mundo externo.

En cuántas oportunidades, se siente miedo ante una nueva experiencia; el adolescente que se acerca a hablar a la chica que le gusta; el primer día del trabajo; un cambio de carrera; o el finalizar una relación. Sartre decía sobre la angustia: (…) “angustia ante la libertad del hombre como ser-libre, pero esa libertad está asentada en el hecho de que se reconoce a sí mismo como una nada que tiene que elegirse con cada acto” (Sartre, 1943, p. 74). Ante el miedo, claro se puede huir o alejarse  de forma inmediata, distanciándome de lo que siento como peligro, pero ¿cuántas oportunidades pasan por mis ojos? ¿A qué costo escapo de lo que veo como un peligro, sea real o no? ¿Cuánta vida se me escapa por las manos por no confrontar mis miedos? En Análisis Existencial denominamos esta reacción psicodinámica que emerge (Huida en la 1ª Motivación Fundamental o Tomar Distancia de algo, en la 3ªMF), cuando percibo que no puedo afrontar lo que se aparece frente a mí (Croquevielle M. y Traverso G. (2011).

En este ejemplo, el síntoma es una oportunidad, como manifestación de un malestar o enfermedad, ya que es una constelación de un problema o situación no resueltos, ya sea en la relación con uno mismo o con el mundo. El síntoma entonces pasa a ser mi amigo, me acerca a la verdad e intenta ayudarme en esta búsqueda de superación o sanación. Desde varias terapias existenciales se busca  encontrar esa libertad negada por la enfermedad o situación. Libertad y responsabilidad, son temas centrales del existencialismo y desarrollado por muchas de las escuelas de terapias existenciales (Martínez, Y. 2011). La libertad es fundamental, porque implica responsabilidad, en caso contrario el síntoma toma vida propia y el sujeto pasa a ser administrado por éste, lo que muchas veces entendemos como patología, instalándose cierta predisposición ante la mayoría de las situaciones (por ej. huir ante cada situación desconocida). Desde la responsabilidad,  el síntoma es un mensaje para que el sujeto pueda protegerse y mantenerse alerta. Acaso ¿no es la angustia una agudización de los sentidos y activación para actuar? ¿No es eso lo que necesito para enfrentar un peligro o la vida?

El síntoma  es una oportunidad, sólo cuando la responsabilidad me lleva a hacerme cargo de la situación, no pasarla por alto o pasarme a mí por alto. En caso de no tomarlo desde la responsabilidad u oportunidad, puedo suprimirlo desde diferentes formas, pero como tiene un mensaje importante siempre volverá a aparecer con diferentes ropajes.

Para ir cerrando el artículo quisiera desarrollar brevemente un caso a modo de ejemplo. Llamaremos a la siguiente paciente Francisca[1], quien se encontraba con síntomas de una profunda inseguridad en sí misma y no podía iniciar nada nuevo, no podía levantarse y se agobiaba desde el inicio del día.  A medida que se fue trabajando en terapia fue gradualmente enfrentándose a sus miedos, como iniciar alguna actividad de su interés y enfrentar su falta de energía, inscribiéndose a un curso para poder trabajar a pesar de sus temores.

Una vez ya trabajando Francisca, aparece el síntoma de huida del lugar, ante lo que se trabaja junto a ella ¿Cuál es la amenaza real? ¿Se puede permitir equivocarse? El síntoma en este caso nos ayuda a trabajar en el aprender a soportar y aceptar, y juntos podemos afrontar los miedos a lo nuevo y aceptar el equivocarse como una opción, ya que todos tenemos ese derecho.

Aquel proceso fue largo, donde se integró una infancia de muchas críticas  y de no ser vista en sus capacidades y deslegitimación, por parte de sus padres. Esto nos muestra cómo a veces es fundamental comprender el pasado y poder trabajar en qué llevó a la persona al estado actual. Esa comprensión es necesaria para que la paciente pueda asumir su situación en el presente y configurar el futuro, donde el síntoma sigue siendo una orientación hacia lo central, tanto para el terapeuta como para ella.

 En este punto es central la responsabilidad ante el síntoma, ya que si éste se eliminase muy tempranamente (con alguna técnica o fármaco) la paciente puede volver al modo de funcionamiento anterior y la seguridad de su hogar, donde está más controlado el no equivocarse. Pero ¿realmente quiere eso? ¿Cuál es su decisión?

El síntoma desde el primer día de terapia fue una oportunidad para confrontar sus miedos, transformó el desgano y apatía en deseo de algo diferente. Su deseo de decidirse alguna vez por algo se hizo realidad. La responsabilidad ante el malestar la llevó a una maduración. El miedo no ha desaparecido del todo, pero le muestra que a través del soportar y aceptar, sí puede encontrar un lugar en el mundo.

¿Por qué es una maduración? Porque es el desarrollo genuino de algo que fue quitándole libertad, una confrontación desde la responsabilidad con la propia existencia, llevando a la verdad. Además fue una oportunidad de escuchar el mensaje interior, donde como terapeuta ha sido central acompañar al paciente a una decisión responsable tanto consigo como con el mundo.

Referencias:

Croquevielle M. y Traverso G.  (2011). Las psicoterapias existenciales. Análisis Existencia. la conducta en una vida con probación y consentimiento. Bogotá: Manual moderno.

Jean-Paul SARTRE (1943), El ser y la nada, (trad. Juan Valmar), Losada, Buenos Aires, 2005, p. 74.

Längle, S. (2013). Vivir la propia vida. Angustia: el camino real hacia la existencia. Santiago: Mandrágora ediciones.

Martínez, Y.  (2011). Las psicoterapias existenciales. La escuela inglesa de psicoterapia existencial. Bogotá: Manual moderno.


[1] Datos del paciente modificados por respeto a su confidencialidad.

José Martín Maturana

Psicólogo clínico
Formación en Psicoterapiaen Análisis Existencial (ICAE)
Chile

josemartinmaturana@gmail.com

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N° 23 - 2018