Artículo: La pregunta por el sentido en la depresión


El artículo busca desde la psicoterapia analítico existencial, mostrar la relación que existe entre la depresión y la falta de sentido. Mostrando que no tan sólo es producto de un trastorno de la relación con el valor fundamental, sino que también está contenido de forma significativa una falta de sentido, lo que hace generar una apatía general en nuestra relación con un contexto mayor, movilizando diferentes reacciones de coping (RC). También reflexiona y profundiza sobre los aportes del Análisis Existencial en las depresiones, mostrando el valor de la comprensión del otro en terapia, a través del dialogo y decisión que oriente hacia un sentido. Una oportunidad para hacer una revisión teórica diferente sobre la depresión y los aportes de la aproximación existencial. 

Desarrollo: 

El siguiente artículo busca ser una reflexión sobre la relación entre la depresión y la falta de sentido.  Una primera distinción: en Análisis Existencial entendemos la depresión primariamente como un padecer de la 2ª Motivación Fundamental (MF) de la existencia, un trastorno de la relación con el valor de la vida, donde surge una actitud de rechazo ante ésta (Längle, 2004). Sin embargo, la 4ªMF  también juega un rol importante, ya que la persona va perdiendo gradualmente el “para qué” es importante vivir.  

Comencemos con una idea de la 2ª MF, la que nos plantea ante la pregunta por la relación al valor de la vida, esta MF “nos abre al movimiento, en el que consiste la vida, para lo que se requiere tiempo –  condición necesaria para todo movimiento-, además de relación y cercanía. Necesitamos relacionarnos con lo que nos es valioso y que esté a nuestro alcance” (Traverso, 2013, p. 10). Mientras más relación y cercanía tengamos con lo que es valioso para nosotros, más fortalecido se vuelve nuestro lazo con la vida. En caso contrario, la vida se vuelve lejana y fría, donde no encuentro cobijo y muchas veces sólo me queda la protección del retraimiento.  

En la 2ªMF tal como se menciona, es fundamental la vivencia,  el sentir la sangre que recorre nuestras venas. El sentimiento profundo de ser tocado por la fuerza de la vida; ya no se trata de sólo funcionar o estar en el mundo, porque funcionar podría hacerlo una máquina. En ese sentido lo importante es nuestra capacidad de sentir, como mamíferos con nuestras emociones y el sentirnos afectados por lo que nos ocurre.  

El sufrimiento y la alegría, ambos sentimientos son parte del vivir existencial. No sólo hay vida en el placer o en el disfrute, también hay mucha vida en el dolor y el sufrimiento; negar esto sería un reduccionismo de un vivir profundo, con matices y contrastes. Contrariamente, donde existe una resonancia con la vida, no soy indiferente a lo que me pasa: algunas experiencias me causan sufrimiento como otras una profunda alegría y ganar de vivir. Es la consecuencia de la natural apertura a nuestros sentimientos y su resonancia con la vida que llevamos. 

Como mencioné en un principio, la depresión en Análisis Existencial se entiende como trastorno de la 2ª MF, un trastorno de la relación con el valor de la vida, la que ya no es valiosa para mí y no me siento tocado/a por ella, no me llega y aparece ese sentimiento de que la vida se me aleja.  

Cuando el valor de la vida se vuelve amenazado, moviliza las diferentes Reacciones de Coping (RC)  de esta motivación. Las RC son reacciones automáticas psicodinámicas, que existen en función de proteger y conservar la existencia. En la 2ªMF encontramos cuatro Reacciones de coping: retraimiento, rendimiento, rabia y resignación.  En el caso de mantenerse en el tiempo, aquellas reacciones pueden fijarse y generar trastornos, como en este caso Depresión. Aunque creamos que no son comunes, estas RC están bastante presentes en nuestro cotidiano, como la persona que comienza por dejar de ir a ver a los amigos y de a poco rechaza cualquier situación social (retraimiento), o la persona que ante una pérdida se abandona en el trabajo, tratando de evitar el trato con el dolor que lo aqueja manteniéndose “ocupado” (rendimiento). 

En cuanto a las otras dos RC – rabia y resignación, podemos ver en la primera esa fuerza para defender y mantener la relación con la vida y el valor amenazado. Finalmente está la resignación: la persona ya no cuenta con la fuerza para poder levantarse, no encuentra la fuerza suficiente para enfrentar la vida, y a pesar de eso, aún el sujeto es capaz de proteger lo que resta de vida. Aunque estas RC son protectoras y ayudan a conservar la vida, son psicodinámicas, vale decir, no existe una decisión personal o una forma de elaborar lo que lo amenaza. Por lo que es fundamental volver a encontrar una forma de enfrentar la situación desde los recursos de la persona.  

Junto con la definición y las reacciones de coping de esta MF, también se necesitan de condiciones para encontrar el valor de la vida. Relación, tiempo y cercanía son las condiciones que lo hacen posible. 

Necesitamos siempre estar en relación con las personas y cosas, tener a nuestros amigos, familiares, compañeros de trabajo, ser parte de una gran red o tejido de relaciones con otros, y a través de ellas emerge también la vida en lo valioso que es para nosotros compartir con nuestro contexto de relaciones. 

El tiempo es otra condición necesaria para la 2ª  MF. “No se puede disfrutar apurado”, se necesita de tiempo para poder disfrutar de un rico plato de comida o una interesante conversación; para sentir el aroma de un buen plato o el sabor de cierto alimento; a su vez necesito tiempo para escuchar bien a mi amigo en esa conversación, para vivenciar ese disfrutar de estar juntos y poder debatir sobre nuestros puntos de vista. Sólo así soy contactado por lo valioso del momento y de la vida. Cuando no tengo el tiempo suficiente para disfrutar de la vida, ésta se torna funcional y va perdiendo ese gustar. El tener un cerro de pendientes o no poder ante tantas exigencias, muchas veces nos alejan del valor de la vida, lo cual nos va despojando de nuestra esencia de sentir una vida valiosa, y no tan sólo funcionar en ella. 

La última condición de la 2ª MF es la cercanía, el  acercamiento a lo que me gusta o es bueno para mí. Cuando me gusta una persona naturalmente tengo ganas de estar más cerca de ella, en caso contrario aparece la distancia como un no gustar. Cuando me gusta un lugar especial voy a querer visitarlo, porque hay una decisión de acercarme a aquello que es bueno para mí, donde siento que mi relación con la vida se fortalece y aparece esa sensación de estar cerca de lo que es importante para mi persona.  

Cuando reiteradamente no encuentro el valor de la vida y se prolonga en el tiempo, esa falta de valor se va convirtiendo en una falta de sentido, ya que una vida sin algo valioso ¿qué sentido tiene? Ésa es una de las razones de por qué aparece tan frecuentemente en la depresión la temática por el sentido y la pregunta de ¿para qué vivir? Si así como es la vida (hoy) no me gusta, quedando muchas veces impedida nuestra capacidad de ver caminos valiosos por recorrer. 

La 4ª  MF, apunta directamente al plano existencial;  trata del para qué estamos llamados en esta vida, cuál es el Sentido de la propia vida en este mundo, tema central de Viktor Frankl. Es una alarma anticipatoria sobre las rutas trazadas de vida, una resonancia espiritual interior, que nos orienta hacia el sentido o hacia la falta de éste. Cuando no se encuentra podríamos decir que es una de las sensaciones más insoportables para el ser humano. Se hace muy difícil sostener una vida sin sentido. A su vez, esa falta de sentido o dificultad para su hallazgo, va retroalimentando gradualmente la sensación de una vida sin valor.  

Cuando el sentido está presente en nuestra vida, lo damos por sentado y vivimos con él. Surge como resonancia interior que nos hace sentir cómodos en la forma que vivimos. Sin embargo, cuando se pierde el sentido o aparece la pregunta por él, el ser humano se ve confrontado a esa búsqueda espiritual por sobreponerse a lo que vive y encontrar una nueva respuesta a esa  pregunta. Este  punto puede aparecer en ciertos períodos de nuestra ciclo vital (adolescencia, nido vacío, jubilación, etc), cuando la pregunta por el sentido aparece con más nitidez, y necesita de nuestra fuerza personal para responder a ese llamado. También en situaciones de crisis como la separaciones, muertes repentinas, cesantía, etc. ¡Cuando la vida nos interpela y exige dar una respuesta! 

¿Por qué la pérdida de sentido puede ocupar un lugar tan importante en la depresión? Recuerdo el relato  de una paciente sobre un sueño,  donde se veía dentro de una burbuja de aire debajo del mar y sin posibilidad de salir. De alguna forma, su sueño retrata el sentimiento de estar a merced, o sentir que está fuera del mundo o del espacio donde siente libertad.1  Cuenta con el aire suficiente para respirar y mantenerse viva, pero no existe un sentido que la lleve u oriente a salir de aquella burbuja y salir a respirar a la superficie. En caso de poder ver un camino de salida o una vida digna de ser vivida, el dolor adquiere un significado fortalecedor y que encamina hacia un futuro, en palabras de (Frankl, 1988, p.227): “El hombre está dispuesta a sufrir, si es necesario, por ese cumplimiento de sentido”  

Es necesario para esa búsqueda un compromiso de la persona con la vida, una especie de relación “en las buenas y en las malas”, en caso contrario, cuando la vida no me gusta o irrumpe en mí el dolor, ya no quiero participar de ella. Merleau–Ponty observaba que sólo existimos a través del compromiso con el mundo,  ese compromiso también contempla el dolor y lo que no está en nuestras manos cambiar. En sus palabras; “(…) nos deslizamos del útero por el canal de nacimiento a una inmersión estrecha y total con el mundo” (Bakewell, 2016, p.299).  Cuando nos apartamos de ese compromiso con la vida, nos volvemos pasivos y preguntamos al mundo – ¿por qué me pasa esto a mí? Buscando una respuesta de la situación.  

En esta actitud pasiva, donde nos cristalizamos en una especie de parálisis ante la vida, es fundamental el giro existencial de Alfried Längle,  “ser humano significa estar-en-cuestión, vivir es dar respuesta”. (Längle, 1998, p.9) En este caso ya no se trata de preguntar a  la vida por la situación, sino es el ser humano quien es preguntado por la vida y le exige dar respuesta.  

En el caso de la depresión, donde existe una incapacidad momentánea de responder ante la vida y en consecuencia una dificultad a dar respuesta, es importante mostrar en ese modo de estar-en-el-mundo (depresión), que la vida pasa por sus ojos, y ver si la vida aun toca a su puerta, a pesar de su dolor. Practicar el auto distanciamiento para mantener firme a la persona, a pesar de una natural conmoción o golpe de la vida, siempre buscando mantenerse firme en la decisión, se evita así el estar a merced (pasivamente)  y caer en un trato con la situación donde sólo se vivencia como afectado, perdiendo su respuesta personal con la vida. 

Aunque el giro existencial es fundamental para activar las fuerzas personales y la decisión, es importante antes indagar y comprender por parte del terapeuta qué llevó al paciente a su depresión,  para así poder ser respetuoso con el otro sobre su dolor y su estar-en-el-mundo actual. La depresión  no aparece por arte de magia o un simple deseo de estar deprimido; entendemos la depresión como una protección ante nuevas pérdidas o nuevas sobre exigencias.  

En esa misma línea, en palabras de Merleau-Ponty sobre esta retirada del mundo: “también podemos cultivar el arte de retirarnos de vez en cuando, cuando queremos pensar o entregarnos a la ensoñación” (Bakewell, 2016, p. 299). Esto es fundamental para el trabajo de personas con depresión, ya que no se trata de “sacarlo de la depresión”, sino  primariamente, de comprender qué lo llevó a esa forma de estar-en-el-mundo, de caso contrario estaríamos eliminando el valor de la depresión como algo que protege a la persona.  

Éste es un gran aporte del AE sobre la depresión. Es fundamental comprender el valor de esa protección hacia la vida, y a su vez también,  entender que es una protección y en ningún caso una solución. Ya que el quedarse en ese espacio mucho tiempo, aumenta el sentimiento de una pérdida de vida con un muy alto costo personal, debido a que la relación con la existencia se va debilitando cada vez más. En conclusión, sólo a través de la comprensión se puede entrar a trabajar sobre esta relación con la vida, de lo contrario estaríamos empeñados en eliminar algo que se instaló por algún motivo, el cual buscaba cierta función protectora.  

El trabajo terapéutico en este punto tiene que ver con reorientar el nuevo sentido para no pagar el alto costo de la depresión. Indagar a través del diálogo y una doble apertura, tanto del terapeuta como del paciente, si existen otras formas o vías de acceso para la persona a las nuevas ganas de vivir. En esa línea es un acercamiento personal hacia la vida, porque la vida siempre ha existido ahí, aunque no pueda vivirla aún. En palabras de M. Ponty: (…) “Existe algo seductor, incluso erótico, en esa idea de ser consciente como un improvisado nido en la tela del mundo. Sigo teniendo privacidad, mi habitación de retiro. Pero formo parte del tejido del mundo, y sigo estando formado por él mientras estoy aquí” (Bakewell, 2016, p. 299). 

Esta aclaración, nos ayuda y permite seguir conversando sobre la relación entre depresión y sentido. Sin esta consideración, corríamos el riesgo de avanzar sobre tierra no firme. En la depresión es fundamental, como ya hemos mencionado la comprensión y entender la protección, pero a su vez el trato con lo perdido o con el dolor, ya que cuando no abundan las ganas de vivir y se está en contacto con el lado más duro de la vida, también se debe capacitar al ser humano para soportar ese dolor, en palabras de Alfried Längle: “el ser humano siente dolor porque ha perdido un valor, y ese valor le parece lo bastante importante como para dedicarle tiempo. Para expresar la consagración a la pérdida, deja surgir las lágrimas que se avecinan, porque concuerda con lo que él considera valioso, y llora” (2000, p. 216).  

Dado lo anterior, como terapeutas intentamos permitir el contacto con el valor perdido, dejar que la vida se exprese, donde queda vida por ser vivida o dolida, donde aún quedan lágrimas que le hacen sentir que aún está vivo, y que fluye la fuerza de la vida en él, donde ya no sentía absolutamente nada. Ahí puede aparecer la vida como el tallo que brota en la tierra más hostil.  

Ese contacto que comúnmente llamamos “duelo”, es el trato que damos a la pérdida. Requiere permitirse el tiempo para tratar con aquello, lo cual es difícil en una sociedad donde el tiempo muchas veces está impregnado por su valor funcional. Intuyo que más de algún lector, ha escuchado la frase “no hay tiempo para deprimirse”. Paradójicamente la depresión aparece por no darse el tiempo para contactarse con la perdida y darle un sentido. ¿Por qué motivo? …..Porque la pregunta por el sentido, siempre nos acompaña y se hace ver cuando tenemos el tiempo suficiente para preguntarnos si nos gusta la vida, así como la vivimos y si existen deudas pendientes con ella.  

En las consideraciones que he expuesto, podemos entender también el sentido como fortalecedor para soportar el sufrimiento o situaciones que no podemos cambiar, ya que el sufrimiento sin sentido es muy nocivo. Incluso cuando tenemos la opción de no sufrir y no optamos por esa decisión, es a veces poco comprensible, pero si el dolor irrumpe en nosotros de manera fuerte y nos conmociona, el otorgarle un sentido al sufrimiento hace que sea más llevadero éste e incluso fortalecedor. “Cuando ya no existe ninguna posibilidad de cambiar el destino, entonces es necesario salir al encuentro de este destino con la actitud acertada” (Frankl, 1980, P.94)  

Entonces, el sentido aparece como una hoja de ruta ante la tempestad.  La afirmación de existir aun cuando las condiciones sean adversas, un sí a la vida a pesar de todo. Una profunda fidelidad y compromiso con la vida, una entrega a la decisión de vivir y volver a entrar a ésta, dando el primer paso hacia el reencuentro con mi existencia. “El hombre se afana por defender su vida, por llevarla delante de forma autónoma y responsable”(Längle, 2000, p. 206). 

En ese primer paso se prepara el camino para ese llamado, un acercamiento gradual hacia mi respuesta a la vida, no de forma precipitada, pero si iniciando mi camino… de alguna forma protegiendo a la persona de una nueva sobre exigencia. “Las depresiones surgen como consecuencia de una tensión demasiado grande entre el ser y el deber ser; vale decir: entre lo que es y lo que debe (llegar a ser)” (Längle, 2000, p. 209).  

Cuando el mundo exige demasiado y la persona no se siente preparada para tal exigencia, aparece una natural frustración. Por esa misma razón debe ser un acercamiento gradual hacia la vida, con el objetivo de evitar el agobio depresivo, el cual provoca un círculo vicioso que se mantiene en el tiempo. La persona con depresión contrariamente, se exige demasiado, no puede cumplir su objetivo provocando una natural frustración,  con el transcurrir del tiempo siente que fracasa y eso se convierte en “soy un fracaso”.  

La psicoterapia y el terapeuta son  fundamentales para  mostrar cómo funciona ese circuito en cada paciente. El no observarlo o hacerlo consciente, muchas veces no hace otra cosa que acrecentar esa tensión entre quien soy y quien debería ser, donde la auto-exigencia aparece como una forma de compensar ese “deber ser”, alejándome de lo que realmente puedo hoy. Sólo acercándome a mi real capacidad, evitando la natural frustración de no poder cumplir con lo que me exijo, una vuelta a la vida cuidadosa, puedo protegerme de una caída al suelo donde siento que “no puedo hacer nada”, “no soy bueno para nada”. 

Este proceso de confrontación se puede entender como una reconciliación con la vida. Como en toda reconciliación, existe el miedo a que ésta me vuelva a traicionar, o que esta alegría y ganas de vivir, sean tan sólo una ilusión en la paradoja de estar vivos, en palabras de Längle, “¿Merece la pena entonces encontrar alegría en la vida, si ésta puede acabar en cualquier momento así como así? ¿Acaso esta vida no nos engaña con algo que no puede mantener? El dolor por no poder retener este bien maravilloso puede empañar la alegría de vivir hasta hacer que la vida pierda incluso su sentido, su dicha, su valor, su contexto más amplio”.  (2000, P. 46) 

La pregunta que hace Alfried Längle es difícil y  nos plantea interrogantes importantes sobre el sentido de nuestras vidas. Por ello, considero importante primero distinguir el papel que juega la depresión en esta búsqueda de sentido.  

Conclusión: 

El Análisis Existencial como psicoterapia  trata de la concientización por parte de la propia persona de la libertad y la responsabilidad como fundamento de nuestra existencia (Längle, 2000). En cuanto a ese punto, en la depresión existe un marcado sentimiento de falta de libertad, una sensación de estar a merced del destino y sin muchas posibilidades de salir. Esta sensación o sentimiento, puede ser muy desagradable o incapacitante haciéndose insoportable si se mantiene en el tiempo. Ese vivir con sufrimiento o pesadez, hace lanzar la pregunta por el sentido en muchas ocasiones ¿qué sentido tiene vivir así?  

En este padecer, la psicoterapia Analítico Existencial aparece -como búsqueda de esa libertad perdida y un acceso a la responsabilidad de soportar el sufrimiento- mostrando a la persona aquel valor espiritual que tiene el hombre de mantenerse firme y erguido ante las peores circunstancias, incluso ante una situación que no podemos cambiar ¡aún tenemos libertad! La libertad de escoger con qué actitud enfrentar ese destino. Levantar la libertad como posibilidad ante el sentirse sin salida y la responsabilidad de no abandonarse en el proceso, no claudicar cuando la vida nos muestra su lado más duro. 

Éstos son algunos de los postulados en el Análisis Existencial y Logoterapia, los cuales nos ayudan a capacitar al ser humano a encontrar un valor y sentido a la vida, desde la capacidad personal  de superarse a sí mismo.  

Me gustaría cerrar el artículo entendiendo la relación entre depresión y sentido, con la siguiente frase: (…) “como un trozo de hielo que estrecho contra mi corazón para derretirlo” (Van Gogh, 1998, p.60). Un proceso doloroso, donde el frío de la vida se contrapone con el calor de mi corazón, donde espero mi corazón triunfe y vuelve a sentir otra vez la calidez de la vida tocando a mi puerta… 

Referencias: 

Bakewell, S. (2016).  En el café de los existencialistas. Editorial Ariel: Barcelona 

Frankl, V. (1980). Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia. Herder: Barcelona 

Frankl, V. (1998). La voluntad de sentido. Conferencia escogidas sobre logoterapia. Herder: Barcelona. 

Längle, A. (2000). Viktor Frankl. Una biografía. Herder: Barcelona. 

Längle, A. (2004). Psicoterapia analítico-existencial de los trastornos depresivos. Revista Chilena Neuro-psiquiatría42(3), 195-206.   

Längle, S. y Traverso, G. (Ed). (2013) “Nunca es tarde para llorar al hermano que se suicidó“, en   

             Vivir la propia vida. Análisis Existencial desde la praxis. Madrágora ediciones: Santiago de Chile. 

Van Gogh, V. (2003). Cartas a Theo. Etten (abril de 1881 – diciembre de 1881). Idea Books: Barcelona. 

José Martín Maturana

Psicólogo clínico
Formación en Psicoterapiaen Análisis Existencial (ICAE)
Chile

josemartinmaturana@gmail.com

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N° 22 - 2017