La espiritualidad como camino para alcanzar la plenitud en la vejez

Spirituality as a way of achieving fulfillment in old age


Introducción 

Año tras año aumenta el número mundial de adultos mayores, así mismo la esperanza de vida (OMS, 2015). Esto significa que, en promedio, vivimos más años, pero… ¿significa que vivamos mejor? 

 Es a partir de esta preocupación que comencé el camino de mi tesis1. Entonces me pregunté sobre ¿Cómo envejecer saludablemente? La bibliografía dice que es un proceso que apunta a la optimización de oportunidades para la salud, la participación y la seguridad, buscando incrementar la calidad de vida (Reyes y Castillo, 2011). Se vincula al Envejecimiento Activoya que pone el énfasis en las potencialidades de la persona mayor para que pueda desarrollarse en todos sus ámbitos: social, económico, histórico, político, biológico, psíquico y espiritual (Mesonero y Fombona, 2012).  

Y es en este punto donde el envejecimiento se encuentra con otras dimensiones que lo atraviesan. Desde la mirada existencial son todos estos ámbitos los que integran al ser humano como un todo. Por ello en el presente artículo busco desplegar el sentido de la espiritualidad y la religión en la vida del adulto mayor, considerando los aportes de la Gerontología.  

Para responder a mis preguntas de investigación sobre ¿Cómo se relacionan la Espiritualidad y el Envejecimiento saludable? Decidí recurrir a la voz de los protagonistas del envejecimiento: adultos mayores de religión católica. A partir de la técnica de Redes Semánticas naturales (Valdéz, 1998) y entrevistas semi-dirigidas (Valles, 2007), me acerqué a sus perspectivas tomando la teoría de las Motivaciones Fundamentales de la Existencia (Längle, 20002) y los aportes de la Logoterapia (Frankl, 1993).  

La Teoría de las Motivaciones se basa en que el ser humano es capaz de tomar decisiones  frente al Mundo (1º MF), la Vida (2ºMF), el Ser sí mismo (3ºMF) y el Sentido (4ºMF). Se trata según Längle (2000) de vivir aprobando la vida, en estas cuatro dimensiones.  

La logoterapia es la terapia por el sentido, ya que implica enfrentarse al sentido de la propia vida para orientar la conducta (Frankl, 1993), por tanto, se enfoca en el significado de la existencia humana. El Sentido en cada momento es el deseo de querer transcender nuestro estar ahí. De acuerdo a Längle “cada ser humano está puesto para ir hacia algo más” (2013, p.205). Así, la pregunta por el sentido lleva hacia la decisión sobre la mejor posibilidad que hay en cada situación (Längle, 1992).   

A continuación, paso a desarrollar algunas de las conclusiones visualizadas en el trabajo.  

Si bien no existe una definición aceptada sobre la espiritualidad, ni un consenso sobre sus dimensiones (Uresti, Ramírez y Caballero, 2011); algunos autores coinciden en la diferencia con la religiosidad (Cruz, 2015; Gómez y Durán, 2012; Rivera y Montero, 2014; Urrego, Sierra y Sánchez, 2015). Mientras la espiritualidad es un conjunto de ideas referentes a la vida interior, en relación al significado de la vida, la religiosidad supone la práctica de un credo, es decir un conjunto de creencias que sustentan un grupo social organizado.  

De esta forma, podemos relacionar ambos con el sentido: el sentido existencial y la espiritualidad, por un lado; y el sentido ontológico y la religiosidad, por otro lado. El primero se relaciona con el sentido del ser, es decir algo en sí mismo, valioso e interior. Mientras que el segundo es aquel que está más allá de nosotros. Es el sentido filosófico y religioso, el sentido del creador, al que accedo por medio de la Fe (Längle, 2013).  

Al respecto, una de las principales diferencias planteadas  por los adultos mayores y por otros estudios (Sandoval, Rangel, Allende y Ascencio,  2014), corresponde a que la espiritualidad es auténtica en cuanto a la Fe en Dios, en cambio la religiosidad es aquella que puede vaciarse de sentido y caer en el fanatismo3.  

Esto da cuenta que la espiritualidad es mejor entendida desde la 4ºMF: EL SENTIDO. Las condiciones para vivir una vida con sentido son (Längle, 2000): un valor en el futuro, un campo de acción y un contexto estructural, aspectos manifestados por los mayores. A su vez se asocian con los valores que propone la logoterapia (Pareja, 2007) como caminos para llegar al sentido, entre los que se destaca el amor.  

La esperanza se plantea como un valor en el futuro que permite esperar confiadamente el devenir. Así, el valor de la Fe reside en la posibilidad de significación de eventos dolorosos de la vida como la muerte de un hijo. Una de las mujeres expresa su testimonio: “Yo tengo a una nena fallecida, y cada día falta un día menos para estar con ella. Ésa es mi esperanza, de que cuando uno muere se puede reencontrar con los que ya se fueron”. Este valor futuro también permite sobrellevar una enfermedad. Uno de los hombres entrevistados afirma: “Siempre la gente desea la esperanza del mañana que sea un poco mejor que ahora (…) la espiritualidad viene a ser después un consuelo o tener la esperanza de sanarte 

Por lo tanto, la esperanza favorece mirar hacia el futuro en la búsqueda de un sentido valioso con la confianza fundamental en este último sostén (Längle, 2000) que también ocupa el lugar del sentido último aún en la enfermedad y más allá de la muerte en la apertura a la trascendencia.   

La espiritualidad desde la mirada de los adultos participantes, también se asocia al amor, lo cual resulta interesante no sólo como valor vivencial desde la perspectiva de la logoterapia (Pareja, 2007) sino también en su carácter espiritual. El amor es trascendente, va más allá del tiempo y del espacio, más allá de los estados de ánimo, del cuerpo, de las limitaciones, y hasta podría decirse, de la muerte misma, porque trasciende lo material, existiendo a nivel espiritual. En ese sentido radica la importancia del amor en la etapa de la vejez.  

Por ello, el amor aparece como la palabra que mejor representa la relación del envejecimiento saludable y la espiritualidad, ya que atraviesa la vida misma. Esto implica que los adultos pueden encontrar el sentido de sus vidas en el amor a sí mismos, a los demás y a Dios.    

Así mismo, la investigación de Guerrero y Ojeda (2015) permite comprender estas relaciones con el concepto de autotrascendencia, definida como:  

   La capacidad del ser humano para ir más allá del propio yo y como consecuencia ampliar los límites personales mediante un camino espiritual para dar sentido a la vida y que se enlaza con una conexión con el yo, los demás, el entorno y con el espíritu del universo; como un significado de la propia existencia (p.27).  

Teniendo en cuenta esta salida de sí mismo a los demás, los adultos reconocen la importancia de ayudar y compartir con otros, tanto para la espiritualidad como para el envejecimiento. Aquí se encuentra el campo de acción necesario para la realización personal del  mayor, destacando actividades religiosas que involucran acciones sociales positivas, como ocurre con los voluntariados. 

A su vez la religión se plantea como la posibilidad de formar parte de un contexto mayor, es decir conformar un espacio que les otorga sentido de pertenencia y permite significar sus vidas a partir del misterio cristiano (Martí, 2013).  

Entonces, se podría decir junto a Längle (2013, p.208) que “no hay superioridad de los medios de religiosidad frente a la experiencia de la fe”. Esto quiere decir que la espiritualidad y la religiosidad son dos caminos que se complementan, ya que requieren el uno del otro. La experiencia básica de Fe posibilita vivenciar la religiosidad. Mientras que la religión, permite interpretar lo vivenciado, y reformularlo en un contexto esperanzador.  

Por lo tanto, desde la perspectiva del Análisis Existencial y la logoterapia es necesario integrar la dimensión espiritual, como recurso propiamente humano que subyace en las profundidades del propio ser y se manifiesta a nivel exterior por medio de la religión. Y más aún en la vejez, dónde los soportes del cuerpo, la mente y el entorno social empiezan a cambiar.  

De esta forma, la espiritualidad desarrollada desde la religión, puede favorecer no sólo la salud mental, por medio del amor, la paz y la esperanza, sino la posibilidad de encontrar el sentido de la vida en la vejez y alcanzar la plenitud existencial.  

Referencias bibliográficas 

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