El mundo conoce a Malala por haber sido nominada en el año 2011 para el Premio Infantil Internacional de la Paz, demostrando desde muy pequeñita gran valentía y coraje en la lucha por la educación infantil frente a las prohibiciones de los talibanes: “Un niño, un maestro, un libro y un bolígrafo pueden cambiar el mundo”.
La realidad de las mujeres en su pueblo, aun cuando ella hubiese tenido educación, no era común, ¡por eso su coraje! Lo que sucedía, antes de la llegada de los talibanes, era que muy pocos padres enviaban a sus hijas a la escuela, porque… para qué escolarizarlas si no necesitaban todo ese conocimiento para cocinar. Quienes sí las enviaban al colegio, las retiraban de éste en la adolescencia, ya que debían aprender a cocinar para casarse y tener hijos…Y cocinar para su familia. Esto a Malala le molestaba, ya que incluso su madre no sabía leer ni escribir.
Posteriormente, ante la llegada de los talibanes, quienes prohíben la educación de las niñas y mujeres, castigando con la muerte a quienes desafiaran esta ley, esta pequeñita se rebeló, por esta realidad que consideró injusta: ¿por qué las mujeres no podían tener acceso a poder elegir cómo querer vivir su vida? Ella se consideraba muy valiosa como persona y creía que el acceso a la educación de todo ser humano era (es) el medio para poder ejercer el dominio de su vida.
Sin embargo, ¿cómo podemos comprender tener en frente a una niña que se rebela, que tiene tan claro que es muy valioso ser quien es, aun bajo las peores condiciones de vida?, pues bien, algo muy importante y distintivo sucede, y es que su padre es el director de la escuela de niñas de su ciudad. Él comienza con muy pocos recursos a educar a niños y niñas y cree en la importancia de la educación de los niños -principalmente de niñas-, aun cuando culturalmente no sea relevante. Ese, pienso, es un punto de inflexión, donde en este caso, hay un padre que ve y valida el potencial de Malala, de todas sus compañeritas, así como de los demás niños, a pesar de la amenaza real. Este padre además de construir su escuela con mucho esfuerzo y muy pocos recursos, donde favorece la educación del más pobre a través de quién tiene más recursos para pagar, también lucha por la educación, dirigiéndose clandestinamente a los reporteros y representantes políticos más importantes de Pakistán, exigiendo el derecho a educar a las niñas. Todo lo anterior, enmarcado en el peligro real y constante de su muerte y la de su familia.
Primero me sorprende, cómo este hombre habiendo sido educado en una cultura que devalúa la educación de la mujer, pudiera ver la importancia de ésta y en segundo lugar, qué valentía de entregarle este gran “poder” a su hija, que significaba poner directamente en peligro su existencia. ¡Qué dilema! Sin embargo, cuando él decaía y se cuestionaba lo que incentivaba en su hija, encontraba en su esposa, una y otra vez, el refugio, apoyo y la contención necesaria, quien le recuerda: no hemos matado a nadie, no somos nosotros quienes debemos escondernos, nosotros no hemos hecho ningún mal.
Aquí, creo se demuestra muy bien lo planteado por el Análisis Existencial, lo importante que es recibir estos elementos tan nutritivos de nuestros padres, o cuidadores primarios, la seguridad de que ser como somos y hacer lo que hacemos está bien y es lo correcto. Por lo tanto, es posible conformar una identidad sana, poder valorarnos en nuestro Ser como también en nuestro hacer y no vivir bajo una aceptación condicionada, sino que aceptados tal cual somos.
Al ver a los padres de Malala podemos comprender a esta pequeña niña que nos muestra una y otra vez, cómo es sentirse y vivir desde la autoridad y conciencia sobre sí misma, cómo es tener autoconsideración y autoaprecio suficiente como para tratarse con justicia y, por ende, exigirlo a los demás. Por lo tanto, cuando los talibanes llegaron y ocuparon la ciudad, ella salió a defender lo que para ella, y sus compañeritas, era tan valioso: la posibilidad de aprender, de conocer el mundo, de construirse como una persona válida en la sociedad.
Esa niña de 10 años tuvo el coraje suficiente para rebelarse frente a una ideología, frente a un grupo de personas que podían matarla. Desde los 10 años de Malala, momento en que llegaron los talibanes, su ciudad fue un frente de batalla, mataban a hombres, mujeres y niños que no seguían sus normas y reglas. Todo esto ocurría en la plaza del pueblo. Durante este tiempo, se amenazó al colegio y a las niñas que asistían a éste, con su muerte o la de sus padres, por “romper con las enseñanzas del Corán”. Debido a lo anterior, bombardeaban escuelas de niñas en todo Pakistán. Es así como muchos padres dejaron de enviar a sus hijas a la escuela, pero no sus padres. Ella, sus amigas más cercanas y sus profesores, entre ellos su profesora favorita, siguieron asistiendo a clases de manera clandestina. Me asombra lo poderoso que puede ser, tener la conciencia de que lo que hago, quiero, siento, y necesito es lo correcto. Sentir la autoridad para poder ser, incluso en una realidad amenazante, aun cuando pueda morir por ello.
Finalmente, después de concretarse el peor miedo, un ataque frontal a Malala a los 15 años a quemarropa mientras volvía del colegio, se radican como familia en Birmingham, Inglaterra. En este lugar, su madre aprende a leer y escribir, mientras Malala junto a su padre, continúa abogando por la educación de los niños y niñas en todo el mundo.