Viaje hacia el amor propio, un análisis de caso.

Journey towards self-love, a case study.


Introducción

Al entrar a una terapia analítico existencial, trabajé en aspectos de mi identidad, autoestima y límites, todos importantes para reducir la angustia y ansiedad causada por no ser quien se esperaba que fuera (todos aspectos que también había visto y trabajado en otras terapias). Sin embargo, no dejaba de tener la sensación de “vivir en un mundo gris”. Durante el proceso comprendí, gracias a esta mirada vivencial y existencial del ser humano, el “mal” trato que tenía conmigo misma en cada una de las situaciones donde el gris tomaba el control. Este trato, era tener que rendir, tener que dar respuesta, y una “buena” respuesta, incluso tener que dar respuesta satisfactoria a mí misma, cumplir mis requerimientos, aun cuando “no estuviera de acuerdo con ellos”, forzarme con cumplir períodos de estudio, de trabajo, de estar con gente.

Comprendí que en este hacer constante (activismo), yo me estaba tratando como un objeto, es decir, me trataba de manera aislada y separada de mí misma, enajenada de lo que estaba sintiendo o queriendo, simplemente cumpliendo una función. Sin embargo, no era solamente cuando estaba cumpliendo una función, sino que de manera permanente y en todos los ámbitos de mi vida, haciendo un objeto de mí, para mí y para los demás. De esta forma, claro que la vida iba a ser gris, sin emoción, sin satisfacción, sintiendo una presión constante, pesada, obligatoria, y principalmente exigente. Qué alivio cuando en terapia me dijeron: tus vales por SER, qué alivio sentía después cuando me repetía esas palabras: ¡qué liviandad de vida!

Buber (2003) destaca la importancia del tipo de relación que establecemos, presentando dos tipos esenciales: la relación Yo-Tú y la relación Yo-Ello. En esta última, se da una relación de sujeto-objeto, donde el yo se relaciona con lo otro en torno a la satisfacción de su necesidad, es una relación de utilidad, se tiende a tener sensaciones y sentimientos de control y posesión. Sin embargo, en la relación Yo-Tú, ninguno es más importante que el otro, sino que existe un encuentro entre el yo y el otro o la cosa; el yo sale de sí mismo para encontrarse con el otro, una relación abierta que ocurre “entre” ambos.

El mismo autor señala que la relación Yo-Ello es necesaria, por su funcionalidad, para favorecer la vida material, y que la relación Yo-Tú, nos otorga el encuentro real y profundo con el otro, salvándonos de la soledad y desamparo. Por lo tanto, existe una relación complementaria entre ambas. Sin embargo, también el autor manifiesta que puede existir una necesidad defensiva de la utilización de las relaciones Yo-Ello, donde, para evitar enfrentarse a la incertidumbre del encuentro abierto con el otro, tendemos a relacionarnos de forma que adaptemos al otro a nuestra verdad, permaneciendo cerrados a nosotros mismos, bloqueando de esta manera la verdadera esencia del otro y de nosotros mismos como consecuencia.

Si consideramos ambas maneras de relacionarnos en el ámbito personal, lo que describo de mi experiencia personal en los párrafos iniciales es una relación Yo-Ello, el trato de utilidad, de objeto conmigo misma, sin nunca realmente salir a mi encuentro personal y a tratarme como un ser valioso simplemente por Ser, con derechos, con un espacio válido a ocupar, descubriéndome y apreciándome en mi Valor Propio.

Ése es el objetivo de tener este tipo de relación Yo-Tú en la terapia, poder enseñarle al paciente a que se trate de la misma manera y es eso lo que me comenzó a intrigar, respecto de mis propios pacientes. Me encontraba con cierto tipo de personas, que, a pesar de ver y trabajar aspectos tanto de su identidad, como de su confianza en sí mismos, la existencia de sus vidas continuaba siendo difícil y trabajosa para ellos.

Puedo pensar en varios pacientes que tienen como característica común la exigencia de una manera de ser, principalmente que cumpla expectativas de perfección. Estos se han conmovido silenciosamente hasta las lágrimas cuando les he hecho el mismo regalo que alguna vez mi terapeuta me dio. Les digo “tú vales sólo por el hecho de ser”. Primero me miran fijamente, parece que no se lo creyeran inicialmente, cuando se los repito, se emocionan y se produce un silencio, las palabras resuenan por dentro. Creerlo, sentirlo y vivirlo así, realmente no es tan fácil, no basta sólo con decirlo, es un largo proceso que involucra todas las dimensiones de la persona.

Desde el Análisis Existencial (AE) desarrollado por Alfried Längle (2000) vamos a considerar 4 Motivaciones Fundamentales (MF) de la Existencia, que serían las dimensiones del ser humano a través de las cuales podemos vivir una existencia plena. Estas motivaciones son: 1ª MF es el poder ser y estar en el mundo: lo importante del sentir seguridad ante las posibles amenazas de nuestro ambiente o en los diversos ámbitos de nuestra existencia. La 2ª MF es sobre el gustar vivir la vida: lo importante de la relación que establecemos con la vida, por lo tanto, con nuestras emociones y sentimientos. La 3ª MF es sobre la legitimidad de ser como se es, y por ende, la importancia de establecer límites adecuados para diferenciarnos de otros y apreciarnos en cómo somos. Finalmente, la 4ª MF trata sobre el sentido de la vida, es decir, para qué estamos aquí, siendo como somos en este contexto, en esta situación.

A continuación describiré un proceso terapéutico, en el cual, queda evidenciado cómo fue posible encontrar el Valor Propio para esta paciente. A través de la intervención en las distintas motivaciones fundamentales, se trabajó el valor funcional para que evolucionara hacia un amor propio.

Contenido

Cristina[1] (32) está casada, sin hijos. Llega a sesión muy risueña, amable y habladora. Comienza describiendo lo mal que lo ha pasado, ha estado con mucho dolor en su cuello, enfermedad que no le permitió trabajar durante el último tiempo. Se tituló como arquitecta hace 3 años, y actualmente trabaja de manera independiente.


[1] Se ha optado por cambiar el nombre y características prin­­­cipales de la paciente, con el objetivo de resguardar la confidencialidad.

Durante esta primera sesión se refiere principalmente a sus frustraciones. Relata que se tardó 10 años en sacar su carrera (que debieran ser 5 o 6), provocándole una gran inseguridad hasta la actualidad. Mismo sufrimiento que aparece en su trabajo, pues, aunque ella se vuelca totalmente a éste para tener más dinero y avanzar en su carrera, le “viene” esta contractura cervical que “nuevamente la tira para abajo”, y que padece recurrentemente desde los 20 años. Ést­­­­a surge en contextos de estrés y le impide moverse. No tiene origen físico, ya que se ha visto por médicos, y se ha realizado diversos exámenes, los cuales no arrojan anormalidades. No ha dejado de tener dolor por 12 años, pero esta última vez fue una crisis con dolores muy extremos, los cuales están durando cada vez más, razón por la cual consulta. Además, relata que se siente muy sensible, (llora fácilmente) duerme, come en exceso y se encuentra muy cansada: “agotada de tratar”, “de que las cosas no le resulten”, de que “le cueste tanto todo”.

Lo anterior, da cuenta de una acentuada sintomatología depresiva. Según Längle (2004, pp. 1) “Desde el AE, pueden ser consideradas todas las formas de depresión como una lucha del sujeto por percibir el valor de la propia vida”. En el caso de Cristina es posible ver que hay una pérdida de valores existenciales como, por ejemplo, la salud y la sensación de vulnerabilidad de la imagen de sí, del valor de sí misma, etc. “Que conlleva una suspensión de valores motivacionales y revivificantes, que son las formas de depresión psicógena” (Längle, 2004, pp. 2).

Cristina se queja que su trabajo es inestable, tiene pocos clientes, lo que la deprime, porque “al parecer lo del éxito profesional no me está resultando”. Aldetenernos más en este punto, menciona una reciente conversación con una amiga querida de la infancia, quien habría recordado que ella (Cristina) “de niña acostumbraba a tener expectativas muy altas”. Este comentario nos lleva a mirar su infancia. Fue hija única hasta los 15 años, luego tuvo dos hermanos más. Sus padres le exigían ser la primera alumna del curso, ayudar a la mamá en los quehaceres del hogar y ayudar al papá en el negocio familiar, una librería de día y un negocio de venta de “completos[2]  en la noche. Durante la educación básica se mantuvo siendo la primera alumna. Cuenta que sentía mucha presión por ser la mejor alumna en todo, y reconoce haber sentido una gran necesidad de aprobación social y familiar. Cuenta que ésa era la única forma válida de relacionarse con su familia.


[2] chilenismo para referirse a hotdogs

Según la 3ª MF, Längle (2012) señala que para poder permitirse ser uno mismo, ante sí y ante los demás, es necesario que se den ciertas condiciones en la relación con los otros (condiciones externas), así como ciertas condiciones en la relación consigo mismo (condiciones internas). Las condiciones externas son: recibir del entorno un trato considerado, respeto por sus límites, por su “persona como un ser autónomo con una voluntad libre” (pp. 11). Seguido, por recibir un trato justo, principalmente de una “estimación según su modo y con las mismas medidas en que se juzga a los demás” (pp.11). Finalmente, y no menos importante para el desarrollo pleno de sus capacidades y de la libertad de su yo, es la experiencia de aprecio por parte de los otros, es decir, “de la valoración por su ser así” y que “es bueno y adecuado como uno es y cómo se comporta uno en general” (pp.11).

Sin embargo, también Längle (2012) señala la dificultad para que se den estas condiciones, ya que, un grupo social o una familia en este caso, tiende a valorar en las personas los aspectos que son agradables y convenientes para el grupo, lo que “puede tentar fácilmente a cada uno a la adaptación o a la funcionalidad”. Como es posible ver en el caso de Cristina, quien, en aquel contexto y necesidades familiares, fue vista y considerada en relación a los resultados, tanto en las demandas del quehacer familiar como académico.

Luego en la adolescencia, se corta el pelo y los padres deciden ponerle frenillos. Lo anterior y su precaria capacidad para defenderse, la hicieron presa fácil del Bullyng. Sus compañeras se reían de ella, le tiraban el pelo y le decían nombres humillantes. Dice que ese período, la tornó muy insegura, no sintiéndose aceptada por sus compañeras de colegio. Sin embargo, Cristina siempre encontró refugio en sus buenas notas, se sentía superior a sus compañeras, sabía en su interior que era más inteligente que ellas.

El ser humano necesita a su vez, de ciertas condiciones internas para poder formar su propia estructura de aceptación de sí mismo (Längle (2012), para poder formar su yo. Éstas consisten en una adecuada percepción de sí mismo, es decir, poder tener consideración por los propios límites y un adecuado distanciamiento de sí mismo para poder mirarse como uno realmente es. Por otro lado, necesita de poder reconocerse y tratarse justamente, para que aparezca lo propio y lo original, que implica la necesidad de tomarse en serio en lo que le es importante. Finalmente, se requiere valorarse a sí mismo, a través de una autoevaluación crítica y tener una intuición de su valor de ser persona, facilitando así el tener una toma de posición frente a lo que a uno realmente le importa y delimitándose frente a lo que no es parte de sí mismo.

Cristina, es apreciada por parte de su núcleo más cercano principalmente por responder adecuadamente a las demandas externas, así como por sus facultades cognitivas.  Ella también se vivencia desde estos valores, configurándose en ella una imagen de sí anclada principalmente en sus características funcionales, existiendo una precariedad en conocimiento y valor por su auténtica manera de ser. Lo anterior, conforma lo que se conoce como rasgos narcisistas, donde la persona al no tener un referente interno fuerte, dedica toda su fuerza y atención a los referentes externos, los cuales le dan ese valor como persona que no encuentra dentro de sí (Längle, 2012).

Respecto de las características de tipo narcisistas, el mismo autor señala que:

En cuanto al contenido se le ofrecen más que nada los temas de la segunda motivación fundamental (valor de sí mismo a través de las relaciones idealizadoras, “idolatradoras”, mediante el intento de darle en el gusto a todos, etc.) y de la cuarta motivación (el valor de sí mismo al involucrarse en estructuras, áreas de trabajo, asociaciones, etc.). La persona con estos rasgos, trata de reemplazar el déficit de estructura del yo, la carencia de poder-ser-el-mismo (permitirse), por objetos externos, identificaciones y símbolos (pp.19-20).

En la universidad, la carrera se le hacía muy difícil, dedicaba muchas horas a la asignatura denominada Taller, sin embargo, le costaba ser original y “novedosa” en sus diseños. A ella le gustaba realizar diseños minimalistas, lo que contrastaba con lo que sus profesores esperaban, mermando nuevamente en su confianza, “parece que no soy tan buena como creía”. Aun siendo profesional señala: “parece que no soy tan buena y eso es frustrante”, “yo que lo podía todo, parece que no tengo las capacidades”, provocando en ella mucha pena y rabia consigo misma. “Siento un vacío muy grande dentro de mí”, dice. “No tengo ganas de hacer nada, me cuesta salir de la cama, quiero estar acostada”.

Es posible comprender cómo vuelve a perder (antes fue en la adolescencia con su imagen externa, por su pelo y frenillos) aquello que le había estado dando sustento y nutrido la imagen que tenía de sí misma, el ser una persona inteligente y capaz de dar respuesta a lo que se le pide. La manera que su aparato psíquico encuentra como modo de sobrevivir ante situaciones tan amenazantes para ella son reaccionando psicodinámicamente primero a través del rendimiento. Sin embargo, cuando observa que esta manera no está funcionando para lograr la seguridad que necesita, reacciona con agotamiento, resignación y apatía (Längle, 1998). En este caso, como manera de protegerse ante lesiones posteriores inmediatas, donde a través del no hacer se protege de la frustración de intentarlo y no lograrlo (Längle, 2012).

Para poder comprender fenomenológicamente lo que le provoca esta pena profunda, le pregunto información concreta sobre cómo era su día, cuáles eran sus responsabilidades, cuáles eran sus actividades. Me cuenta, sin pensarlo mucho, que desde que era una niña su día estaba muy organizado, en las mañanas debía ordenar su pieza, ir al colegio, mientras que en las tardes ayudaba en la librería. Siendo estudiante universitaria, por las mañanas ayudaba a su madre en los quehaceres del hogar, luego ir a la universidad, mientras que por la tarde debía ayudar a sus hermanos con las tareas del colegio y luego de 20:00 a 23:00 ir a ayudar a su padre al local de venta de completos (hotdogs), para finalmente de 23:00 a 2:00 am realizar las maquetas y diseños para sus clases.

Sólo el recorrer su día en la universidad, da pie para muchas sesiones, las que se enfocan en comprender cuál era su real situación en esos momentos. Le voy preguntando por cada una de las actividades que tenía que cumplir, le digo “me imagino debes haber estado muy cansada”,“con razón ya después no tenías capacidad para concentrarte en tus maquetas”. El hecho que yo la viera en su día a día, causa mucha pena en ella, por primera vez alguien, distinto de ella misma, había podido ver su cansancio, alguien la estaba viendo. Me relata que muchas veces se lo dijo a sus padres, que la carga era demasiada. Sin embargo, ellos no la escuchaban, sólo decían que “si se organizaba bien, debería siempre tener tiempo para todo”, por lo tanto, ella concluyó que simplemente no sabía cómo organizarse, “ojalá el día tuviera más horas” pensaba.

En este darse cuenta, pudo ver la poca consideración y el trato injusto por la sobre exigencia que recibió de sus padres, y que, por lo mismo, ella tampoco supiera considerarse, tomarse en cuenta o apreciarse. Poco a poco, fue recordando e identificando muchas situaciones donde desde pequeña fue tratada como una adulta. Al darse cuenta de ello, rompe en llanto, por un lado, se incomoda ya que llorar es ser “débil” y “vulnerable”, pero a la vez se reconforta. Está llorando por ella misma, se compadece de esta niña, adolescente, universitaria y trabajadora. En este momento, ella logra tener mayor conciencia de su emoción, de cómo se duele con estas heridas, tanto de su infancia como de la actualidad, el cómo fue tratada, como es tratada hoy en día y cómo ella se trata también.

Uno de los hitos importantes de esta primera etapa de tratamiento fue cuando decidió hablar con sus padres, hablar sobre su experiencia como niña y cómo ellos le exigieron tanto y cómo eso le está repercutiendo hoy en día en su malestar, en esta pena, en sentir la pérdida de su infancia, entre otros. Creía que no iba a recibir la consideración que necesitaba de ellos, como en tantas veces anteriores, sin embargo, se estaba tomando en serio y considerando en su necesidad de hablar de ella, desde ella y defenderse. A diferencia de cómo se lo había imaginado, sus padres reaccionaron de manera muy amorosa y comprensiva. Ambos pudieron ver su malestar, su dolor y las consecuencias que al día de hoy ella estaba viviendo, una gran presión y exigencias internas, que la agota y no la deja vivir bien. Sus padres le dieron todo su apoyo, reconociendo cada una de sus palabras. Como hija se sintió acogida y comprendida.

Éste fue un paso muy importante para ella, pues recibió la consideración que necesitaba de ellos. Al mismo tiempo, Cristina se tomó en cuenta respecto de sus vivencias y habló por sí misma, aspectos importantes de la 3ª MF. También, fue importante el acercarse a sus emociones y permitirse la pena, donde se puede ver que paralelamente se estaba trabajando con la 2ª MF. Sin embargo, durante las siguientes sesiones, continuaba expresando la vivencia de días grises y depresivos, donde comienza a tomar relevancia la angustia y ansiedad que vive en el día a día.

Para poder sentir confianza y seguridad de que podemos ser en este mundo y que nos podemos mover con tranquilidad en él, es necesario que se den tres condiciones: tener la protección, el espacio y el sostén suficientes. La ansiedad es la señal de que alguna de estas condiciones es insuficiente (Croquevielle y Traverso, 2011). Es necesario comprender qué es y qué provoca esta angustia y ansiedad en ella. Relata que cuando tiene reunión al día siguiente, tarda mucho en quedarse dormida, pensando constantemente en las cosas que tiene que hacer, para que nada se le olvide; tiene la sensación que si no lo piensa una y otra vez “algo se le va a escapar”, y algo va a quedar sin hacer. Repasa varias veces lo que debe decir en las reuniones y el trayecto que debe tomar para llegar a tiempo.

Nuevamente, indago fenomenológicamente para ver cómo enfrenta los procesos y qué es lo que hace en ellos.  Se trabajó con la angustia confrontando su principal miedo: qué es lo que más le preocupa, cuál es el mayor miedo, con qué lo relaciona, si lo ha vivido antes, si lo ha visto en otra persona, qué pasa si ocurre, cómo lo viviría, qué haría en ese momento, y luego qué pasaría posterior a lo ocurrido el tan temido evento. Es así como, durante varias semanas éste fue un tema que se abordó de distintas formas, y pudimos mirar cómo para ella lo más importante era la “responsabilidad que carga” en su trabajo, es decir, para ella la vida de su cliente depende de cuán bien lo haga. Por lo tanto, si se equivocaba, era una negligencia de su parte y eso ella no lo podía permitir.

Längle (2005, pp.1) señala que:

La amenaza física o psíquica de pérdida de sostén, provoca un estado generalizado de excitación, correspondiente a la angustia. De acuerdo a la primera Motivación Fundamental de la existencia, cuando el orden estructural pierde su sostén, ya no existiría el suelo suficiente para su “poder ser”. Por lo tanto, a la persona se le hace evidente la posibilidad de aniquilación de su existencia.

El autor continúa:

Desde el punto de vista formal-genético la angustia consiste en un trastorno de la relación entre el propio poder (valor, capacidades, medios a disposición, apreciación de competencias) -por una parte- y las inestabilidades (fragilidad, no confiabilidad, incertidumbre) del mundo-por otra parte. La persona se vivencia desprotegida, indefensa, impotente, no a la altura de la situación.

Por lo tanto, la idea sobrevalorada de sí, se ve amenazada por la inseguridad que tiene sobre sus capacidades intelectuales, idea que se asienta en la época universitaria, es decir, que no tiene la seguridad que pueda hacer las cosas que se propone, además de percibir el entorno como inestable, condicionado al logro de estas tareas. Cristina no tiene un piso seguro que la sostenga para hacer frente a las dificultades que en la vida se le presentan. Esto le genera mucha angustia y ansiedad.

Al trabajar sobre la 1ª MF, fue posible ver que la “responsabilidad” para ella abarcaba todos los ámbitos del trabajo y de su cliente, y negligencia era cualquier tipo de error o equivocación. Por lo tanto, fue necesario trabajar en la aclaración de dichos conceptos, para poder ver claramente la realidad y así poder trabajar sobre los hechos y no las creencias (sostén en la realidad). Como, por ejemplo, que el error no es intencional, la negligencia sí y ella se preparaba lo mejor posible para todas las actividades que enfrentaba. Finalmente, en sesiones siguientes llegó a la conclusión que la responsabilidad también tiene un límite, que ella no se puede responsabilizar de todos los procesos que están en juego. Todo no depende de ella. Eso la tranquilizó.

Cristina comenzó a hacer algunos cambios de manera espontánea.  Se hizo consciente de lo que le causaba ansiedad, y cómo esto iniciaba sus dolores de cuello y su comer en exceso. Se dio cuenta, por ejemplo, que el tener las ideas desordenadas le preocupaba, por lo tanto, comenzó a hacer listas de sus ideas cada vez que tenía una reunión; eso la ordenó y puso un piso firme en el cual sostenerse.

Un día ocurrió uno de sus peores temores en el ámbito profesional: tomó una decisión y se equivocó. Sintió miedo, se culpabilizó, le dio pena, y finalmente, junto a la ayuda de sus colegas y marido se calmó. Aun cuando su ánimo decayó de manera importante en esos días, por la angustia de haberse equivocado, ella siente (y es posible ver en las sesiones siguientes) que no fue una caída tan profunda en su autoestima como anteriormente podría haber sido.

Si bien, habíamos estado trabajando en la imagen de sí y su relación con los otros (3ªMF), en la angustia que esto le causaba (1ªMF), y de manera transversal, con la identificación de las emociones (2ªMF), igualmente Cristina continúa sintiéndose cansada y agotada, y cada cosa que hace respecto de sus familiares, su esposo, sus amigas o laborales es un peso y una carga que le agota llevar.

Durante el proceso terapéutico, aumenta su carga laboral, lo cual es bueno para ella. Sin embargo, se siente muy cansada y demandada, al punto de dejar de contactarse con sus seres queridos por estar pensando constantemente en el trabajo, sin descansar. Esto se lo hace saber una muy buena amiga y colega. Cristina “despierta” y se da cuenta que hace un mes está absorta en el trabajo, “estoy en piloto automático”, dice.

Hablamos de cómo durante todo ese mes ella se había desconectado de su entorno y de sí misma, ¿qué había sucedido?, según sus palabras al parecer cuando hay que trabajar (o estudiar) nada es más importante, es lo único que tiene valor. Cuando estaba con ellos no estaba realmente presente con los otros ni consigo misma, no se estaba relacionando, como tampoco sintiendo. Sólo se conectaba emocionalmente con la angustia de tener que rendir y cumplir con las exigencias y responsabilidades laborales.

De acuerdo a Längle (1991) se conoce como valor a todo lo que sea “bueno” para alguien, de manera experiencial, inmediato y personal. Por lo tanto, es algo subjetivo que acerca a la persona a eso que para ella se representa como algo bueno. Este valor, sólo puede ser sentido, es algo que afecta y moviliza al sujeto… “cuando un valor nos impacta sentimos emoción” (Längle, 1991, pp. 5).

Sin embargo, el mismo autor (2004, pp. 2) manifiesta que, si no nos relacionamos con aquello valioso, todas

Aquellas cosas de las cuales uno se alegra normalmente o que resultan agradables o interesantes, palidecen y pierden su color. El fenómeno es conocido como “afección negativa”. Su importancia existencial radica en la pérdida de la vivencia de valor, lo cual implica una pauperización de la “nutrición espiritual”, que representan los valores para la persona, ya que éstos son el contenido que llena nuestra vida y que mantiene y hace atractivas nuestras relaciones. Los valores tienen un efecto vivificador, fortalecedor y nutritivo en la persona y en la psique del ser humano.

Comenzamos a profundizar la 2ª MF, que “nos habla del libre fluir de la vida y del papel que juega en ello el gustar, que nos abre al placer y también a los valores” (Croquevielle y Traverso, 2001, pp.123). Los autores señalan que para que se produzca el acercamiento a valores son necesarias tres condiciones: tiempo, para que se dé el movimiento de la vida; relación, con aquello valioso y cercanía, tocarse con lo que conmueve. Cuando alguna de ellas es insuficiente puede dar cabida a la depresión.

Cristina se explaya sobre las cosas importantes para ella, principalmente su familia, marido y amigas, todo lo cual había “perdido” durante este tiempo. Längle (1991, pp. 3) señala que “la vivencia de valor sólo tiene lugar en la relación con el objeto valioso”.

Este momento del proceso terapéutico es muy relevante, ya que al comenzar a indagar en su valores y lo que es para ella importante en su vida, profundizamos en ella, en sus particularidades, en su interior. Se comienza a sentir y a ver concretamente en las cosas que son buenas para ella y a experimentarlas corporalmente, a ser consciente que las siente y que le gustan, tanto como otras situaciones donde las siente y no le gustan (éstas más conscientes que las primeras).

Para Frankl (Croquevielle, 2013, pp. 23) el trato con el valor es, de alguna manera, también un trato con una parte de mí, por lo que, si rechazo ese valor y no lo defiendo, en cierto modo, también me rechazo a mí. La misma autora manifiesta que para vivir la propia vida a plenitud, requiero de la libertad para que mis alegrías y dolores, gustos y disgustos, temores y coraje emerjan y develen esa información que traen desde una profundidad esencial que yace en mí y a la que sólo dándole libre acceso puedo acceder en mis constantes encuentros con el mundo (interno y externo).

Al abordar en cómo ella se puede proporcionar vivencias gratificantes (2ª MF), también se está trabajando en el cuidado de sí misma. Por lo tanto, tácitamente se está fortaleciendo las condiciones internas para poder permitirse ser sí misma (3ª MF), a través de la consideración por sí, el tomarse en serio y apreciarse, es decir, valorarse. Ella no sabía que era importante considerar sus gustos, sus estados de ánimo, su cansancio, su sueño, y que, ante esto, ella podía poner límites y que es necesario que ella los mantenga. Es decir, que se tome en cuenta, llegando a ser su deber apreciarse y respetarse.

Respecto de lo anterior, Eckhardt (1992 y 2001)

Pudo demostrar en base a investigaciones empíricas, que se puede pensar el valor de sí mismo como compuesto por estos dos componentes: el sentimiento del propio valor, es decir, el valor de la propia vida (correspondiente a la segunda Motivación Existencial Fundamental) y al aprecio del propio logro (correspondiente a la tercera Motivación Existencial Fundamental) (citado en Längle, 2012, pp.8).

Cristina, comienza a hacer pequeños cambios: cuando se le exigen fechas y tiempos con los cuales ella sabe que no puede cumplir, lo muestra a su jefatura o sus clientes; toma consciencia cuando está ansiosa o nerviosa con un trabajo y ya no come en exceso, sino que evalúa cómo puede organizarse de mejor manera, para responder sin sobre exigirse. Adicionalmente adopta a una gatita, con la cual juega después del trabajo y comparte esos momentos lúdicos con su marido. Otro cambio que introduce en su vida, se pudo visualizar durante el transcurso de una misma semana en que ocurre el fallecimiento de un familiar, entregas de informes, reuniones, y un resfriado. Sin embargo, se permite llorar cuando lo siente, relacionarse con su familia, hacer reposo, además de adelantar la entrega del informe.

En tiempos anteriores, habría llegado a sesión quejándose de lo agotada que estaba por la cantidad de cosas que “tuvo” que hacer. Esta vez, llega contándome todo lo sucedido y cómo vivió cada una de las situaciones, cómo se involucró en la pena de su familia, cómo organizó de mejor manera sus tiempos para llevar a cabo lo que tenía que realizar, sin sobre cargarse, sumado a todo con un gran resfriado, permitiéndose hacer todo más lento y desde su hogar cuando le fue posible.

En la actualidad, está poniendo límites a sus colegas, a su familia, a sus empleadores y sus clientes. Ella cuenta que ha recobrado su seguridad en ella misma. Ahora sabe que puede aprender, que se puede equivocar y que también es capaz de hacer las cosas que se propone, pero ya no es con la sensación de “superioridad” que lo hacía de pequeña: “ya no necesito probarle a nadie mi valor, ya no necesito cumplir con las expectativas de los demás, ya no me presiono porque ya no tengo que demostrar nada a nadie”.

En este momento, el proceso se ha estado volcando principalmente en cómo quiere ella hacer las cosas respecto de su vida, se está dando espacio para preocuparse por ella y enfocarse en cómo quiere dirigir su trabajo. El sentido que tienen las cosas que hace (4ª MF).

Conclusión/Discusión

Cristina ha vivido desde la infancia creyendo que se cansaba porque era “mala” organizándose, y que debía hacerlo “todo” bien. Desde pequeña sus mejores amigos fueron el reloj, el calendario y la agenda, “porque así se vive una buena vida”, organizada y cumpliendo “siempre”con todo.

Al principio sus padres la pasaron por alto, sobreestimaron, en definitiva no la vieron, , y luego, ella misma fue pasando por alto sus sentimientos, fragilidades, los intereses con los que gozaba, pero que no reportaban “nada valioso” para los demás. Era imposible para ella poner límites a las demandas de los demás, principalmente del trabajo, valorándose por su aspecto funcional, tratándose como un objeto que tiene que responder.

Una parte importante para lograr una adecuada autoestima es saberse capaz de crear, hacer, entregar un fruto, un Valor Funcional. Sin embargo, aquello que se entrega no soy yo, es una parte de mí, ahí veo un aspecto de mí, es donde se manifiesta el Sí Mismo, pero como personas somos más que eso, ahí es donde radica el Valor Propio. Ambos deben ir de la mano, saber que aquello que hago es valioso porque nace de mí. Sin embargo, identificar el Sí Mismo sólo con el valor funcional, el valorar sólo un aspecto del Ser, es lo que origina estos rasgos narcisistas.

Si bien, el valorarse sólo desde un ámbito, el profesional, como el caso anteriormente descrito, puede ayudar a sobrevivir al entorno, si este aspecto no es integrado a la totalidad del ser, puede favorecer a este tipo de funcionamientos, como también trastornos depresivos y angustiosos. Así la vida se vive como una carga, como cosas que hay que hacer, para salvaguardar la valía. Qué frágil es entonces la “seguridad”. Ésta no es una vida satisfactoria, está constantemente en peligro. Las decisiones no son realmente libres, son una manera de protegerse, para asegurar el amor de los demás y asegurar la confianza que se tiene en sí mismo. Así no se puede vivir una vida plena.

Por lo tanto, si miramos la intervención terapéutica, para que Cristina lograra ver su propia valía, fue necesario viajar por las tres primeras motivaciones fundamentales. Es necesario para mí expresar aquí que mi estilo de trabajo no es secuencial, sino según las temáticas que el paciente va trayendo, por lo tanto, si bien en el relato del proceso terapéutico les he dado un orden particular, todas las motivaciones fueron trabajadas de manera simultánea.

En una primera etapa fue necesario validar su vivencia, su biografía, lograr que ella se sintiera vista y considerada, ya que eso no fue recibido inicialmente (3ª MF). Luego, al ella ir abordando estos aspectos, se fue diluyendo su necesidad de reconocimiento para dar cabida a la angustia (1ª MF), producida por la alta auto exigencia en cuanto a sus capacidades y necesidad de ser la mejor, lo cual le causaba mucha presión. Sus aspectos narcisistas se estaban viendo constantemente amenazados, al no sentir la seguridad, sostén en sus capacidades, sintiendo que no era capaz de dar respuesta o tenía que realizar gran cantidad de acciones para poder asegurar su aprecio. Ello dio paso al trabajo con el sostén, el espacio y la protección, con el objetivo de disminuir su angustia en los aspectos más concretos.

Finalmente, se trabajó con los aspectos narcisistas, y ello fue posible incorporando aspectos de la 2ª MF, como el reconocimiento de sus valores, para lograr así construir un mapa de sí misma. Lo principal fue, además de ir identificando las emociones y sentimientos asociados a sus valores, fue la validación personal de la experiencia de éstos.

Desde estos conceptos ella se fue encontrando y a la vez, fue sintiendo el valor de sí misma, comenzando a apreciarse tal cual es, a realizar acciones para lograr el cómo ella se quiere sentir. Desde este momento fue posible trabajar más directamente en las condiciones internas para lograr autoestima, con el considerarse, el tomarse en serio, apreciarse y juzgarse justamente.

Referencias

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Pilar Marín

Psicóloga clínica
Formación en Análisis Existencial (ICAE)

pilarmarinm@gmail.com

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N° 27 - 2019