Encontrando Sentido después de la pérdida: Transformación Personal a través de las “4 Motivaciones Fundamentales”

FINDING MEANING AFTER LOSS: PERSONAL TRANSFORMATION THROUGH THE 4 FM'S


Resumen

Este artículo explora la transformación analítico-existencial de la autora, tras la experiencia de pérdida personal de la ella y el recorrido profesional transformador que siguió. La autora reflexiona sobre la vida antes de que su hija muriera y da cuenta personal de sus recuerdos del día en que recibió la noticia. Luego, el abordaje continua hacia su decisión de regresar a la universidad, y del aprendizaje que resultó dtras su investigación sobre el proceso de duelo, y presenta los hallazgos de su estudio reciente sobre el duelo familiar. Se incluye una breve revisión de la literatura sobre los cambios en la teoría del duelo durante el siglo pasado, que proporciona un contexto para la discusión en este campo (duelo). Después de esto, los ejemplos personales se tejen a través de las cuatro motivaciones fundamentales del Análisis Existencial (AE) para ilustrar cambios específicos que resultaron para ella como resultado de la integración de conceptos del AE. Tales cambios incluyen soportar y aceptar, volcarse hacia la autenticidad y encontrar nuevamente sentido en su vida. La autora concluye con una reflexión personal.

Historia personal

Fue un hermoso día de otoño; el tipo de día en que te levantas por la mañana y todo está bien en el mundo. Miré afuera y el sol brillaba intensamente, reflejando el rocío de la mañana, haciendo que las rústicas hojas parecieran más vivas que sus contrapartes de verano. Reflexioné sobre la suerte que tenía de ir a la universidad persiguiendo mi sueño de ser enfermera y tomar clases con mi hija mayor, Somerlea. Qué tiempo increíble de vitalidad y nuevos comienzos. Mis dos hijas menores, Jessalayne y Elli-Rose, estaban instaladas seguras en sus dormitorios, a tres horas de distancia, emocionadas de reunirse con sus amigos. Esa hermosa mañana, Somerlea y yo empacamos nuestros libros y nos dirigimos al café de la escuela para disfrutar de nuestros muffins favoritos, una práctica que apenas habíamos comenzado esa semana. Estaba asombrada de las experiencias de mi vida y de dónde me habían llevado. Había viajado por el mundo, tenía un esposo maravilloso, amoroso y solidario por 21 años, tres hermosas hijas adolescentes que me veían como su mejor amiga, y estaba firmemente establecida en mi fe, mis valores y mis creencias. Mi mundo se sentía a salvo y seguro. Tenía suficiente espacio, apoyo y protección para sentirme en paz. Había dado tiempo a mis prioridades y había construido relaciones profundas. Sabía quién era y nunca me había sentido más conectada a mi persona, mis valores y a mi ser auténtico. Esta conexión personal se basó profundamente en mi fe y en el hecho de saber que Dios tenía un plan y un propósito para mi vida que era más grande de lo que podía soñar o imaginar. Encontré sentido en la vida, y específicamente en mi papel de esposa, madre, hija, humanitaria y amiga. Qué tan precioso era poder respirar profundamente el aliento de la vida y conectarme con su esencia misma. Había encontrado satisfacción en mi existencia y estaba emprendiendo un nuevo futuro en la búsqueda de un título en enfermería que abriría mi mundo a un campo de actividad en el que podría contribuir de una manera nueva. Mis hijas también estaban entrando en un nuevo momento en sus vidas, las tres eran mujeres fuertes y piadosas con un llamado a sus vidas para hacer una diferencia en el mundo. Recuerdo una profunda calma e increíble sensación de alegría en aquellos días.
 

Y luego llegó el día fatídico … el día funesto que nunca podré borrar… el día en que la peor pesadilla de una madre se hizo realidad … el 9 de septiembre fue ese día, el día en que llegó esa temida llamada telefónica … “Sus hijas han tenido un accidente,” dijo una voz distante. Estaba aturdida. Luché por tragar mientras tomaba una respiración profunda. No podía creer lo que había escuchado. Entonces esa voz habló de nuevo, “¿Sigue ahí?” Mi cuerpo se tensó y mi corazón comenzó a acelerarse. La voz fuerte y resonante repitió: “Tus hijas han tenido un accidente.” No podía respirar. No podía tragar. No podía sentir mi cuerpo. Un espeluznante silencio se alzó amenazando mi propio ser, y al mismo tiempo todo dentro de mí gritaba: “¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOO!”

Colgué el teléfono y corrí frenéticamente tratando de empacar cosas para llevar a mis hijas. Somerlea y mi esposo, JD, seguían preguntando qué estaba pasando, y al escuchar mis propias palabras, me caí al suelo. “Hubo un accidente.” Mientras les decía lo que sabía, estallé en un grito agudo, me levanté bruscamente e histéricamente comencé a buscar números para llamar. Llamé al hospital y me enteré de que Jessalayne estaba en camino hacia allí, sufriendo una lesión en la cabeza, pero nadie sabía nada de Elli-Rose. Me dije, todo va a estar bien. Escuché claramente a una voz decir: “Están bien.” Los pensamientos corrieron por mi mente. Si Jessa está en una ambulancia y la enviaron primero, ella debe estar más herida, y la enfermera me aseguró que Jessa estaba bien. Me repetía a mí mismo … Elli-Rose debe estar bien. Su ambulancia seguro viene detrás de Jessa porque está bien. No hay necesidad de preocuparse. Las chicas están bien. Luego, la voz autoritaria de la enfermera dijo: “Quédese donde está y espere una llamada telefónica”. En ese caso, una escena de una película apareció en mi cabeza, donde los policías llegaron a la puerta para decirle a la familia que alguien había muerto. No estaba esperando que eso sucediera. Mis hijas estaban en una carretera de Saskatchewan a más de dos horas y necesitaba estar con ellas. Le dije a Somerlea y a JD que teníamos que irnos ahora mismo. Y así nos fuimos.

Mientras conducíamos, nadie pronunció una sola palabra. El silencio, la mudez espeluznante, misteriosa y aterradora nos rodeaba. Entonces, de repente, sonó el teléfono de mi esposo. Fue el doctor. Nos detuvimos a un lado de la carretera. Sus palabras estarán por siempre grabadas en mi mente. “Elli-Rose está muerta.” Mi corazón se detuvo. ¿Mi niña, mi hermosa e increíble niña de quince años había desaparecido? ¿¿¿Qué??? ¿Cómo podría ser esto? Acabo de hablar con ella hace unas horas. No pude comprender esto. No tenía nada a lo que adjuntar esta información. No tenía guión previo de esta experiencia. No tenía sentido. Todo lo que quería hacer era correr, huir y esconderme y no dejar a nadie lo suficientemente cerca como para confirmar esta información. Quería conducir, seguir conduciendo e incluso conducir fuera del borde de la tierra. El dolor físico era insoportable. Me sentí entumecida. Una espesa niebla me envolvió. Cognitivamente, todo lo que sabía que era verdad ya no era viable. No tenía un terreno estable para ponerme de pie. La realidad de lo que había sucedido amenazaba con sacarme. Fui abierta, expuesta. Me sentí tan vulnerable. El mundo ya no era el lugar seguro que yo creía.

Y así, comenzó mi viaje para volver a descubrir de qué se trataba la vida y quién era yo en este mundo inestable, donde las tragedias suceden todos los días y donde los niños realmente mueren antes que sus padres: mi nueva realidad. Ésta es la historia, mi historia, la que cambió todo, la que me llevó de ser una mujer fuerte, segura de sí misma, una esposa y una madre que viven en un mundo seguro… a alguien tambaleándose erráticamente tratando de dar sentido a un evento cataclísmico sin sentido. Me tomó cerca de cuatro años de sufrimiento intenso e imperecedero, llegar a un lugar donde incluso podría comenzar a aceptar la realidad de la situación y llegar a un entendimiento de lo que le había sucedido a nuestra familia. Nadeau (1998), reconocido autor y terapeuta familiar, afirma en profundidad: “Pocos eventos de la vida tienen un mayor impacto en la familia que la muerte de un miembro de la familia” (p.1). Este evento devastador y la muerte resultante de uno de nosotros, ha cambiado drásticamente la forma en que nos vemos a nosotros mismos y, como familia. Ha cambiado nuestras relaciones, cómo interactuamos entre nosotros, con los demás y con el mundo en el que vivimos. Ha cambiado fundamentalmente lo que somos. Nuestra preciosa hija, hermana y amiga, ya no sería parte de nuestras vidas aquí en la tierra. Nuestras vidas fueron destrozadas hasta el mismo centro de nuestro ser. Esta pérdida, este monumental evento traumático nos obligó a enfrentar un terror insoportable (Wijngaard-de Meij et al., 2008). Este único evento cambió el curso de mi vida. Comencé a buscar respuestas a lo incontestable, y en esta búsqueda, decidí volver a la universidad.

Impulsada a encontrar respuestas: la búsqueda de la educación universitaria

Durante cuatro años, había luchado contra una nube de oscuridad que amenazaba con devorarme. No encontré refugio, ni seguridad, ni un lugar donde pudiera cuestionar o procesar lo que había sucedido. Nadie en mi círculo de amigos, familia o compañeros de trabajo fue capaz de mantener el espacio para mi desesperación. Tenía que encontrar a alguien, a cualquiera que estuviera dispuesto a hablar sobre mi experiencia de gran pérdida y la gran cantidad de emociones que la acompañaban. Estaba desesperada por las respuestas y aprensiva sobre la estancia en un lugar que ya no se sentía como mi hogar. No sólo había perdido a mi hija, sino que toda mi comunidad se había quedado paralizada y nunca me había sentido tan sola. Esto nos llevó a recorrer la mitad de Estados Unidos para poder volver a la escuela. Escuché por primera vez sobre el existencialismo en una clase de teorías de consejería. Se encendió una ampolleta, una especie de epifanía; donde al instante me sentí comprendida. Había filósofos que tenían las mismas preguntas que yo y los terapeutas existenciales realmente abordaron cuestiones de la vida o muerte. Los conceptos de ansiedad por la muerte (Yalom, 2008) y manejo del terror (Benton, Christopher & Walter, 2007) me intrigaron. Me conecté inmediatamente a las cuestiones de sentido, significado, a la logoterapia de Frankl (1984) y a los escritos de Kierkegaard. Esto comenzó mi sed de conocimiento y mi deseo de comprender la complejidad del comportamiento humano y, en particular, cómo se comportan los humanos cuando muere un ser querido. Experimenté lo que se ha reconocido como “una de las tragedias más grandes e interminables de la vida” (Cacciatore et al., 2013, p.184); la muerte de mi hija. Y en mi hora más oscura, en lugar de compasión, experimenté el rechazo. El día que murió Elli-Rose, nadie pudo decir su nombre. Un día ella existió, y al día siguiente, ya no. Necesitaba respuestas y desde entonces he estado en una odisea acelerada de aprendizaje.

En 2011, me gradué summa cum laude de la Universidad Bautista de Dallas (Dallas Baptist University) con un título de “Bachelor of Art and Science” con especialización en psicología. Me tomé un año libre para la boda de mi hija y luego ingresé a un programa de maestría en 2013. Los siguientes tres años, mi viaje incluyó el programa de maestría de tiempo completo Trinity Western University (TWU), donde me convertí en investigadora exclusiva (tiempo completo). Durante este tiempo, también completé numerosas capacitaciones, incluida la capacitación en hospicios, talleres de duelo, y recibí mi certificación en tanatología. También tuve “Entrenamiento Básico de Análisis Existencial” (AE), y actualmente estoy en un Entrenamiento Clínico de AE. En 2016, me gradué de TWU con una Maestría en Psicología de Consejería y recibí un “sobresaliente” en mi tesis por mi investigación sobre el duelo familiar. Este viaje ha sido transformador; la parte más conmovedora es involucrarse en este aprendizaje con una experiencia vivida detrás de él. Ha sido un cambio de vida investigar la muerte y el morir y el dolor desde la perspectiva de alguien que ha experimentado una pérdida personal.

Lo que aprendí sobre la muerte, el morir y el campo del duelo

Para dar contexto a mis experiencias de aprendizaje, es importante echar un vistazo más de cerca al campo del duelo. En mi investigación hasta la fecha, he aprendido una gran cantidad de información y este aprendizaje ha sido fundamental en mi propio proceso de duelo, además de proporcionar la base para trabajar con clientes en mi práctica de asesoramiento privado. Anteriormente, expresé el deseo de encontrar a alguien, a cualquiera que pudiera caminar junto a mí en la pérdida de mi hija, y de alguna manera el aprendizaje llenó ese vacío. Me dió esperanza de que hubiera otros que me entendieran y me permitiera procesar mi pérdida. Todo lo relacionado con la muerte, la pérdida y el sufrimiento saltó fuera de las páginas para mí. Era como si mi experiencia vivida de alguna manera hubiera abierto nuevos receptores en mi cerebro, y era muy consciente de cómo los temas estaban relacionados con la muerte, el morir y el duelo. Sentí que se había levantado un velo y que podía ver más que nunca. En esta sección, compartiré importantes experiencias de aprendizaje que me conmovieron mucho y, por lo tanto, despertaron algo profundo en mí. También resumiré lo que aprendí sobre el proceso de duelo a través de mi exploración de la literatura existente.

Una de las ideas más impactantes que aprendí fue que el año en que murió mi hija, cerca de 35.000 familias en los Estados Unidos también estaban de duelo por la pérdida de su hija o hijo de 15-24 años, y lo mismo sucedía con la pérdida de un bebé o hijo menor (Centro Nacional de Estadísticas de Salud, 2005). Según UNICEF, 22.000 niños mueren por día en todo el mundo. Estas estadísticas me llevaron a reconocer que cientos de miles de personas experimentan dolor y pérdida todos los días. Con este conocimiento, mi propia experiencia y lo que descubrí al explorar la literatura sobre el dolor, aprendí que, aunque la muerte es una parte intrínseca de la vida, “la psicología todavía no ha ofrecido un marco convincente, comprensivo y realista para comprenderlo”. (Kastenbaum, 2000, p.450). Esto confirmó mi deseo de continuar en mi búsqueda de aprender más sobre la muerte para finalmente convertirme en un consejero que pueda caminar junto a aquellos que están de duelo.

Todavía recuerdo haber estado en mi primera clase de investigación y conectarme con un conocimiento profundo dentro de mí, de que iba a estudiar cómo los afligidos realmente se involucraron en el proceso de duelo. Cuanto más leo, más me doy cuenta de cuán pocos estudios se han llevado a cabo sobre los desconsolados y su experiencia vivida, y en particular la forma interpersonal en que lloramos juntos en familias y comunidades (Breen y O’Connor, 2011). Exploré muchas teorías y modelos en el campo de la pérdida de seres queridos, pero ninguno resonó conmigo hasta que encontré estos dos estudios específicos. El primero fue el estudio de Klugman (2006) sobre el contacto posterior a la muerte (CPM), una encuesta telefónica de más de 200 personas que habían perdido seres queridos. Los resultados mostraron que el 97% de los participantes tenían un CPM con alguien que había muerto. Estos hallazgos “sugieren que una experiencia de vínculo permanente y activo puede ser un fenómeno de por vida” (p.260). Aprendí que su contacto posterior a la muerte era normal. El segundo estudio fue el estudio Harvard Child Bereavement (Silverman y Nickman, 1996), en el que participaron 168 niños que habían perdido a uno de sus padres y los resultados mostraron evidencia de la importancia de los vínculos permanentes. Me impactó mucho. Estos estudios me introdujeron a un término llamado vínculos permanentes y éste es el aprendizaje más significativo que tuvo lugar para mí. Esta simple frase de dos palabras acuñada por Klass (1993) cambió todo. Antes de escuchar este término, nunca supe que estaba bien llevar a nuestros seres queridos fallecidos con nosotros en esta vida. Nunca supe que estaba bien seguir unida con ellos, a pesar de que estaban muertos. Un cambio fundamental ocurrió en mí. Klass (1993, 1996) que ha trabajado durante más de 20 años con un grupo de padres en duelo afirma que continuar una relación con seres queridos fallecidos es adaptativo y una forma de integrar la pérdida en nuestras vidas. Estos recursos resonaron con mi experiencia personal y también me dieron permiso para llevar a mi hija, Elli-Rose conmigo a lo largo de esta vida. Encontré algo que me devolvió el terreno sobre el que necesitaba caminar. Estos estudios abrieron un lugar de apoyo y protección en un mundo en el que ya no me sentía segura.

Cuanto más estudiaba sobre la muerte y el morir, más me intrigaba. Estaba viviendo lo que otros estaban investigando. Una simple pregunta como “¿cuántos hijos tienes?” Desencadenó una tensión insoportable que no sabía qué hacer. Encontré un estudio que abordaba esta misma pregunta. Brabant, Forsyth y McFarlain (1994) realizaron un estudio con padres en duelo utilizando una entrevista estructurada que reveló que algunas de las familias siempre incluían al niño fallecido en la definición de la familia y otras dependían de con quién hablaban. Esta simple pregunta provocó una respuesta intensa para todas las familias. Me hizo sentir menos soledad y aislamiento. Habían otros teniendo experiencias similares.

Hay muchos más estudios a los que podría referirme, pero compartiré uno que realmente resonó en mí, y lo que aprendí al investigar la literatura actual sobre el duelo. Un estudio realizado por Breen y O’Connor (2011) destaca las diferencias entre el discurso de la pena dominante y la experiencia vivida real del proceso de duelo (ver Figura 1 en inglés).

Discurso popular sobre el duelo
(Breen y O’Connor, 2011)
Experiencia Real
1. El duelo es duelo    1. El duelo es único para cada persona           
2. El duelo es a corto plazo 2. El duelo es para toda la vida
3. El duelo es un proceso lineal 3. El duelo es similar a las olas del mar, una montaña rusa, o una escalera circular
4. El duelo culmina en el desapego de los fallecidos 4. El duelo culmina en la integración de la pérdida a través de una relación perdurable con el difunto
5. Los vínculos permanentes  son anormales 5. Los vínculos continuos son saludables y adaptativos

A lo largo de los años, investigadores, teóricos y terapeutas han ideado maneras de comprender las complejidades del proceso de duelo, y han adaptado y cambiado sus teorías y modelos a medida que ha salido a la luz nueva información. El cambio más significativo en estas teorías y modelos es el énfasis en la continuidad de los vínculos. La teoría de los “Vínculos Continuos” (Klass, 1993) aboga por un procesamiento saludable del duelo en el que la relación con el fallecido permanezca fluida y coexista como un complemento de las interacciones continuas en la vida diaria. En los últimos 10 años, he tenido la oportunidad de ver cómo se debate el concepto de vínculos continuos en conferencias y talleres para ahora integrarlo en la mayoría de las teorías / modelos en el campo del duelo. La teoría de vínculos continuos ha sido la construcción más útil para ayudarme en el proceso de duelo y permitirme integrar la pérdida de mi hija en mi vida, así como también inspirar mi tema de tesis de duelo familiar, duelo relacional y vínculos continuos.

Teoría del duelo a lo largo de los años: De la renuncia a los vínculos a la continuidad de los vínculos

En el último siglo se han realizado importantes investigaciones en el área del duelo y la pérdida de un ser querido. Se han producido varias transformaciones y se siguen incorporando cambios a medida que se presentan nuevas pruebas y se revelan múltiples facetas del duelo (Stroebe et al., 2008). Esto es particularmente importante porque da un marco para mi experiencia, y muestra evidencia de la naturaleza compleja y multifacética del proceso de duelo. Durante las últimas décadas, el enfoque de la investigación sobre el duelo y el dolor ha sido entender el curso del suelo y esto ha llevado al surgimiento de una variedad de teorías y modelos de duelo.

Freud (1917-2005) inició el dialogo, hace casi 100 años, y desde entonces muchos se han acercado  a la conversación. Desde Kübler-Ross (1969), quien jugó un papel decisivo en traer la muerte y el morir fuera del armario con sus cinco etapas de la muerte, hasta Bowlby (1980) quien aplicó su renombrada teoría del apego al proceso de duelo. Otros incluyen a Klass (1993), quien desarrolló la teoría de los vínculos continuos, y el estrés cognitivo y la teoría del afrontamiento (Lazarus & Folkman, 1984). Estas teorías han sido incorporadas en varios modelos de duelo que incluyen el modelo de tareas de Worden (2009); el modelo de proceso dual de Stroebe y Schut (1999); el modelo de dos vías de Rubin (1999); el modelo de reconstrucción de significados de Neimeyer (Neimeyer, 200); el modelo de análisis existencial de Längle (2008), y el modelo de reaprendizaje del mundo de Atting (1996). Todos estos conocidos investigadores han añadido e informado diversos aspectos de la pérdida, el duelo y la aflicción que han permitido una comprensión más profunda de estas construcciones y han sido monumentales en este campo de estudio y en mi viaje personal.

Mi Investigación de Tesis: duelo Familiar, duelo Relacional y Vínculos Continuos

Como lo ilustran las secciones anteriores, tenía un profundo deseo de aprender más sobre la muerte y el morir, y a través de esto, surgió una sed insaciable de participar en la investigación. Mi investigación se centró en comprender el duelo y el proceso de duelo, y en particular el duelo familiar, el duelo relacional y los lazos continuos. No sólo investigué la teoría del dolor y los modelos, sino que también exploré los estudios que se habían llevado a cabo sobre las familias en duelo. Lo que encontré fue que la mayoría de los estudios se realizaron con personas individuales como participantes, incluso los que dicen mostrar evidencia de cómo las familias experimentaron el proceso de duelo. Esto me intrigó. Me pregunté por qué los estudios no se habían llevado a cabo con más miembros de la familia. Lo que descubrí fue una brecha en la literatura existente (Breen y O’Connor, 2011). Se necesitaban estudios sobre el duelo familiar con la familia como unidad de análisis (Nadeau, 1998). Y así surgió mi título de tesis, “La Muerte Termina una Vida, No una Relación: duelo Familiar, duelo Relacional y Vínculos Continuos,” abordando la experiencia vivida de cómo las familias en duelo, juntos, lamentan la pérdida de un miembro de la familia. Tres valientes familias participaron. Los resultados revelaron que para llorar juntos había un giro intencional hacia su dolor, individualmente, en subconjuntos y como unidad familiar completa. Y hubo una acción conjunta global que surgió en las tres familias de tener una conexión compartida y continua con su hijo fallecido que los conectaba profundamente entre sí. Los vínculos continuos surgieron no sólo como adaptativos y saludables en los procesos de duelo familiar, sino que también facilitaron su conexión entre ellos (Bartel, 2016).

Aplicando las Cuatro Motivaciones Fundamentales de AE. Personalmente y Profesionalmente

Längle (2005) afirma que la realización personal y el sentido sólo pueden lograrse si la base existencial subyacente es sólida. Desarrolló un modelo que consta de cuatro estructuras fundamentales en la existencia de las que él cree que todo ser humano depende y es desafiado. Éstas  (ver fig. 2) consisten en a) El Mundo, b) Vida, c) Ser Uno Mismo, y d) Sentido. La ilustración de la mesa es una gran imagen. Cada una de estas cuatro estructuras corresponde a una motivación fundamental (MF). El tema principal del AE es tener un diálogo interno y externo alrededor de estas cuatro estructuras existenciales. Las 4MF son lo que mueve nuestro ser dentro de cada estructura. Esta enseñanza me resonó. Sentí que finalmente había encontrado un camino por el cual podía volver a casa; de vuelta al yo que una vez conocí, de vuelta al mundo, aunque no fuera familiar. Necesitaba desesperadamente dialogar interna y externamente para procesar lo que había sucedido en mi vida. Después de que mi hija murió, sentí como si las cuatro patas de la mesa hubieran sido arrancadas de debajo de mí y no tuviese nada que me sostuviara. Cuestioné todo lo que sabía que era verdad. A menudo había visualizado todos mis valores y creencias lanzados al aire y cayendo más rápido de lo que podía atraparlos. Necesitaba un lugar donde pudiera preguntar y ser preguntada. Como terapeutas de AE, llevamos al ser humano a dialogar con ellos mismos y con el mundo. Los ayudamos a enfrentarse abiertamente a sí mismos y a su mundo, encontrándolos juntos. Ayudamos al cliente a tomar una posición, expresar, y luego tomar medidas para distinguirse a sí mismos en el proceso. Movilizar las actividades de las 4 MF es crucial en el proceso terapéutico y en el trabajo con los deudos. Las cuatro estructuras existenciales en mi vida habían sido desarraigadas y necesitaba encontrar una manera de regresar a la existencia. Esto llegó a ser como resultado de estar motivado por preguntas fundamentales en cada una de las MF.  Ver Figura 2.

Figura 2. El Modelo Estructural de las Cuatro Motivaciones Fundamentales en AE

1ª MF – Suposiciones destrozadas sobre el mundo. En la 1ª MF, me motivó la cuestión de existir en el mundo. Existí, pero mi mundo pasó de ser seguro a un desastre caótico. No tenía el espacio, la protección ni el apoyo necesarios para estar en un mundo donde los niños mueren. Tuve que participar en las actividades de soportar y aceptar. Tuve que enfrentar mi sufrimiento, lo que no sabía cómo hacer. La mayoría de la gente en mi mundo no quería que sufriera y no se involucraría en mi sufrimiento conmigo. Fue a través de la resonancia con las enseñanzas del AE que pude ‘ser’ de nuevo. He soportado mucho sufrimiento y continuaré soportando este sufrimiento porque Elli-Rose fue una parte valiosa de mi vida. Cuanto más tiempo se haya ido, más la extraño y así es como debe ser. También necesitaba encontrar la habilidad de aceptar que cosas malas suceden en este mundo. No quería creer eso. Tuve dificultades con la palabra “aceptar.” En la mayoría de mis experiencias, la aceptación ha significado seguir adelante, dejar de lado y encontrar el cierre. En AE, el término es bastante simple: tenemos que aceptar que el evento ha ocurrido. El evento de la muerte de Elli-Rose ocurrió y no había forma de negarlo. Según el AE, soportar y aceptar van de la mano. Al soportar el dolor, me conmovió aceptar que la tragedia había sucedido y, por lo tanto, pude volverme hacia la pérdida y participar plenamente en el proceso de duelo.

2ª MF –  Inclinándose hacia el dolor. En la 2ª MF, me motivaron las preguntas sobre la vida. Estaba viva, pero no me gustaba mi vida o las circunstancias en las que había sido arrojado. Antes del accidente, estaba firmemente enraizada en mi fe, mis valores, mis creencias y amaba mi vida. A través de la actividad de dirigirme hacia donde mi vida estaba sufriendo, pude distinguir lo que me gustaba y lo que no me gustaba. Esto me reconectó con mis valores y fue una parte realmente importante del viaje. Al conocer el modelo de duelo del AE, resonó profundamente en mí recordar mi experiencia vivida de mi pérdida. Una perspectiva analítica existencial del duelo afirma que la tarea central del duelo consiste en dirigir la atención hacia la pérdida. Längle (2012) propone fases específicas en el duelo que él afirma que tienen lugar solamente después de que uno se vuelve hacia la pérdida con una postura fenomenológica abierta de permitir que lo sea. Estos incluyen: a) una actitud de permitir las lágrimas, b) acercarse a través del diálogo interno con simpatía hacia uno mismo, empatía, aliento y afecto, c) trabajar en una relación con lo perdido y consintiendo en la vida en medio de esta nueva realidad, d) asumir una nueva relación con la persona perdida, y e) tener una orientación futura.

En mi experiencia, quería desesperadamente inclinarme hacia mi pérdida, pero seguí estancada debido a las expectativas sociales de “simplemente aceptarlo y seguir adelante”. Siempre he sabido intuitivamente que necesitaba llorar, y mis lágrimas me han consolado. El modelo del AE afirmó esto. Längle (2012) afirma que las lágrimas nos conectan con nosotros mismos. Puedo ofrecer el espacio para llorar en mi sala de consultoría, sabiendo que se están conectando mis clientes consigo mismos. En el duelo, éste es un elemento clave. Hubo un cambio cuando con el consentimiento interno me di permiso para llorar mi pérdida, y me decidí a decirle a la gente lo que necesitaba en mi viaje de duelo. Soy más fuerte cuando las personas son compasivas conmigo, cuando las personas reconocen que no es fácil perder a un hijo/a, sin importar cuánto tiempo haya transcurrido. Necesito que la gente diga el nombre de Elli-Rose o que me envíe un mensaje de correo electrónico diciendo que han estado pensando en ella. Me levanto un poco más sabiendo que la vida de mi preciosa niña tocó a alguien. Necesito empatía, aliento y cuidado del mundo exterior, pero también los necesito de mí misma. Éstos son los momentos que anhelo, los momentos en que las lágrimas vienen y es bueno. Inducen un giro hacia mí y cercanía conmigo misma.

También necesitaba trabajar en mi relación con lo que había perdido y dar mi consentimiento a la vida en medio de esta nueva realidad. Tuve que entablar una nueva relación con la persona que había perdido, con Elli-Rose, mi dulce y preciosa niña. Aprendí cómo amarla en la separación (Attig, 1996) y cómo mantenerla conmigo en un vínculo continuo (Klass, 1993) a pesar del consejo que recibí de supuestos bien-intencionados. Para poder acceder a la vida en medio de esta nueva realidad, era fundamental para nuestra familia incorporar rituales y recuerdos (Norton y Gino, 2015) de forma regular. Planeamos eventos en el cumpleaños de Elli-Rose y el día de su muerte, así como en las vacaciones familiares como una forma de honrar la vida de Elli, recordarla y mantenerla con nosotros. La comprensión de que podríamos hacer esto fue monumental. Mis otras dos hijas te dirían que fue porque se les dio permiso para entablar una nueva relación con Elli-Rose de la forma que necesitaban, que dieron su consentimiento para vivirla así y ahora tienen una vida orientada al futuro.

3ª MF – ¿Quién soy ahora? En la 3ª MF, estaba motivada por las preguntas sobre mí misma. Yo soy yo, pero ¿me permito ser yo? Ésta era un área que ocupaba mi mente. ¿Quién soy ahora? Todavía soy una madre, una esposa y una amiga, pero ahora también estaba en duelo. Necesitaba estar en contacto con mi ser auténtico. Necesitaba permitirme ser esta nueva persona y necesitaba que otros me permitieran estar de duelo. Esta MF fue difícil para mí porque el polo exterior u otra reflexión que anhelaba estaba sesgada. En el AE, la autoestima es un proceso reflexivo en dos partes que proviene de un diálogo continuo entre nuestro mundo externo e interno. Tomamos el reflejo de quienes nos rodean y luego reflexionamos sobre ello, lo que cual afecta la forma en que estamos en el mundo (Längle). La mayoría de las personas en el mundo occidental no saben cómo guardar espacio para el duelo y muchos me recordaron que estaba haciendo algo mal. Esto causó un desequilibrio y una gran confusión. Necesitaba atención. Necesitaba que los demás notaran que estaba sufriendo, en lugar de rechazarme y cruzar al otro lado de la calle. Necesitaba que otros me reconocieran como una madre desconsolada y que no me evitaran por sus miedos. Necesitaba justicia. La muerte de mi hija fue monumental y para la gente me dio la impresión de que no era gran cosa. No fue justo y necesitaba esa validación. Anhelaba el aprecio y la afirmación del mundo exterior y no lo recibí después de la muerte de Elli-Rose. Fue a través de mi entrenamiento en AE que obtuve la fuerza que necesitaba para tomar una posición, para estar conmigo y conectarme con mi esencia. Pude tratarme con justicia y apreciarme a mí misma al validar y afirmar lo que había pasado y en quién me había convertido ahora. Tuve que dar un paso atrás y distanciarme para ver esto. Tuve que establecer límites y, a través de estos actos, comencé a desarrollar una vez más la autonomía y construir mi nueva identidad. Había tanta libertad en este movimiento. Se dice que no hay que dejar que tus experiencias te definan, pero digo que son la esencia misma de lo que eres. Mi experiencia me define, me cambió, me transformó. Estoy en duelo. Soy una madre afligida. Soy una esposa. Una terapeuta. Una tanatóloga. Mis experiencias me definen. Las he aceptado y al hacerlo aprecio la dignidad, el valor y la singularidad de mí. Ahora vivo en autenticidad con lo que soy.

4ª MF – Encontrando sentidonuevamente. La 4ª MF, me motivó la pregunta del sentido existencial. Estoy aquí, pero ¿para qué? Siempre he tenido un fuerte deseo de devolver algo a mi comunidad y al mundo en general. Antes de que muriera Elli-Rose, participé en un trabajo humanitario a través de una organización sin fines de lucro que mi madre y yo fundamos en 2003. Comenzamos a trabajar en el país africano Sierra Leona enseñando a las mujeres a coser y recién comenzamos a trabajar en Ucrania tres semanas antes que Elli-Rose murió. En sus diarios, que encontramos después de su muerte, Elli había declarado que regresaría a Ucrania para comenzar un orfanato. Estaba devastada cuando escuchó que los niños habían sido abandonados por sus padres. Nuestro trabajo de misión antes de que Elli muriera estaba lleno de visión y propósito, y fue extremadamente satisfactorio. Ganamos mucho más de lo que alguna vez dimos. Dimos habilidades para la vida; ganamos propósito y sentido. Después de que Elli murió, ya no pude ver el valor. Hubo una desconexión del sentido y el propósito de estos actos de contribución. Frankl (1984) acuñó el término “vacío existencial” que creo que explica mejor lo que estaba pasando. Estaba en un estado de “falta de sentido” cuestionando si había algún significado en la vida. Estaba desesperada por lo absurdo de la vida. Mis hijas y yo tuvimos muchas discusiones sobre por qué deberían continuar con sus sueños y metas, para cosas que Elli no pudo experimentar como un primer beso, un novio, graduarse de la escuela secundaria, casarse, tener hijos. Todas estas cosas en las que tanto enfatizamos ahora parecían carecer de sentido. Tres meses después de la muerte de Elli-Rose, nos pidieron que volviéramos a Ucrania para apoyar un orfanato en su memoria. Recuerdo haber pensado bien, pero no tengo energía para esto. ¿Cual es el punto? Algunos días ni siquiera sabía para  qué me levantaba de la cama. Solía ​​decir que la mayoría de la gente se levanta de las pesadillas, me despertaba en la pesadilla. La pregunta del AE sobre para qué te levantaste de la cama realmente me desafió. Me estaba levantando de la cama porque todavía tenía dos hijos que me necesitaban a mí y a un marido del que no estaba seguro si iba a llegar. Me levanté porque era la que mantenía a nuestra familia unida. Lo que anhelaba era un camino de regreso a la conexión con la experiencia sentida que surgiría de lo profundo de mí y me llenaría, ya que el campo de actividad, el contexto más amplio y el plan y el propósito de Dios seguían allí esperándome. Fue a través de mi viaje de regreso a la universidad  y, una vez más, encontrar un propósito mayor que el mío para convertirme en consejera, que pude encontrar sentido nuevamente.

Conclusión

Era un brillante y hermoso día de primavera; el tipo de día en que te maravillas de Dios y de la belleza que te rodea. Este fin de semana pasado, tuve algunos de esos días. Fue un fin de semana lleno de celebración. El sábado fue nuestro 34avo aniversario de bodas y mi esposo y yo finalmente volvimos a conectar de una manera única y maravillosa, mi persona con su persona de una manera profunda que he anhelado durante 12 años. También fue Pascua el pasado fin de semana y las tradiciones que anhelaba han regresado a nuestro hogar. Tener dos preciosos nietos me ha cambiado el horizonte, una vez más. Han llenado nuestro hogar con una nueva alegría. Es una delicia ver estas dos pequeñas vidas asombrarse del mundo que los rodea. Su maravilla nos ha devuelto a un mundo lleno de asombro y admiración, un mundo que nos habíamos perdido mucho, un mundo que pensamos que nunca volvería. Como familia, estamos prosperando, estamos viviendo nuevamente, y estamos emocionados y esperanzados para el futuro. Echamos de menos a Elli-Rose todos los días, pero ella viene con nosotros, recordándonos lo que en definitiva nos espera. Hemos aprendido cómo llevarla con nosotros, y al hacerlo, podemos vivir de nuevo.

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B. Tammy Bartel

Registered Clinical Counsellor
Certified Thanatologist Fort Langley, BC, Canada

bartel.btammy@gmail.com

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N° 24 - 2018