Cuando poder no basta…

When being able to is not enough ...


Decidí estudiar psicología, entre otras cosas, porque literalmente, me imaginé trabajando como psicóloga clínica o psicóloga laboral (en recursos humanos). No obstante, en ese momento no comprendía exactamente qué implicaba cada una de estas áreas. Cuando tuve que elegir entre la clínica y laboral para mi práctica profesional, la decisión la tomé más desde lo práctico y racional, sin darle muchas vueltas, y conformándome sólo, con sentir que sería capaz de hacerlo, que me podía ver en eso.

La experiencia de la práctica profesional, que finalmente hice en psicología laboral, -porque sentí que era un trabajo que podía hacer bien-, no fue de lo más agradable. Sin tener muy claro por qué, la experiencia me generó una ansiedad de manera sostenida. Esta ansiedad se tradujo en un aumento de peso importante en un periodo de 6 meses (10 kilos). Al conversarlo con mis compañeros de oficina, recuerdo que me comentaron que era “normal”, y que no era la única que había pasado por lo mismo. Yo preferí no prestarle demasiada atención en ese momento.

Mientras trabajaba en la tesis para titularme como psicóloga, supe del Análisis Existencial, el que me cautivó de inmediato. Esto de ayudar a la persona a encontrar una forma de vivir donde pueda dar su aprobación interior a su propio actuar y una vida construida con pleno sentido… para mí, fueron palabras mayores. Sin embargo, como en esa época no tenía trabajo, no pude matricularme en el postítulo de ese enfoque. Para poder financiar esos estudios, busqué trabajo en laboral, ya que se ajustaba a mi experiencia de práctica. En ese momento, me pareció una idea fácil y lógica, que me dejaba bastante conforme y tranquila. En ningún momento la cuestioné.

Hoy, llevo más de 3 años y medio trabajando en el área laboral. Al principio pensé que “lo práctico y racional” no resultaría difícil para mí. Partí de la base que estaba garantizada la satisfacción sólo por el hecho de tener las capacidades para hacerlo, y porque no me disgustaba trabajar en eso. Es como pensar que las cosas van a funcionar por sí solas, sólo porque están las piezas del engranaje puestas, calzan, pero no me pregunté qué fuerza las movería.

Lamentablemente, no fue como yo esperaba. Dedico la mayoría de mi tiempo a este trabajo y el día a día se ha transformado en un peso, y me ha sido imposible pasarlo por alto. Resultó, que la elección que hice no tuvo la liviandad que me había esperado. Ahora me doy cuenta que la cosa claramente no anda por sí sola.

Si bien, este trabajo tiene un valor meramente funcional, es decir, es un medio para lograr un fin superior, que es, contar con los ingresos para financiar mi postítulo, me resulta difícil ver lo bueno que es para mí tener esta posibilidad. Me resulta difícil, ver y reconocer su valor. Básicamente, porque se lleva gran parte de mi tiempo y sobre todo, de mis energías, quedándome poco espacio para mí y mis relaciones. Ahí, en ese espacio y lugar, que me resulta desagradable, sucede mi vida.

Nunca me planteé – como lo hace análisis existencial – la pregunta por el valor que tiene para mí lo que estoy haciendo: ¿me gusta lo que hago? ¿me interesa? ¿es bueno esto para mí?

Para el Análisis Existencial un valor personal es lo que afecta, lo que toca, y a cada valor percibido le corresponde un sentimiento. Los valores son el alimento espiritual de la persona, lo que mueve la vida, lo que calienta el corazón y que acontece en la intimidad de la persona (Längle A., 2006).

Me siento más como sobreviviendo que viviendo, corriendo de un lado al otro, sólo para poder cumplir con esto que no resuena en mí, dejándome finalmente con una sensación de agotamiento. No alcanzo a detenerme para poder sentir mucho más que sólo cansancio. En el fondo, siento que me “presto”, en lugar de “entregarme” en algo que me realice. (Längle A., 2006).

Todo esto, obstaculiza no sólo conectarme con mis sentimientos, sino que me resulta incluso, difícil reconocerlos. Sin tiempo para ello, tampoco existe el espacio para percibir aquellos valores que sí me atraen del mundo. Y es en esta situación en la que me encuentro actualmente, donde escasamente puedo vivenciar la relación con otros valores.

Esto no quita el hecho de que soy capaz de ver cosas buenas que me ha traído esta experiencia. En este trabajo he desarrollado buenas relaciones, me he sentido aceptada, respetada y considerada, cosas que por supuesto valoro y agradezco, sobretodo porque no son cosas que sienta que haya tenido aseguradas, al contrario. Sé también que tener un trabajo en estas condiciones, se podría considerar un lujo, dada la sociedad en la que estamos viviendo. Sin embargo, al final del día, lo que siento, es que no me queda tiempo para lo que realmente quiero. Me quedo con la sensación amarga, de estar perdiendo algo valioso de mi vida y a veces me siento atrapada en un quehacer rutinario que me quita fuerza y vida.

Por otro lado siento que fracaso, y me frustro por no poder encontrar algún valor además del funcional, algo que me motive y me energice. Me cuestiono si es que acaso el problema soy yo o si, tal vez, es un tema de actitud. Me pregunto si tiene que ver con cambiar el foco y si con eso, cambia el sentimiento.

Este malestar lo vivencio como una falta de energía vital, que me impide darle tiempo y lugar a aquellas actividades que me gustan, como por ejemplo, hacer ejercicio, compartir más tiempo con mi familia e incluso estudiar.

Otras veces, este malestar lo vivo como ansiedad, que hace que me cueste concentrarme en lo que hago; me viene una sensación incómoda de querer salir huyendo, de arrancarme, sin saber a dónde. Otras veces me encuentro ya en la huida mental, fantaseando que tengo todo el tiempo a mi disposición, y que puedo dedicarme solamente a lo que me realmente me gusta y quiero. Luego aterrizo y me doy cuenta que soñando no voy a cambiar nada, y que esperar a que eso llegue por sí solo, es difícil que ocurra.

Para el Análisis Existencial, el concepto de valor aplicapara toda cualidad de bueno de algo, experienciada de un modo inmediato y personal por un sujeto. Para Längle, la “percepción de valor” equivale a “vivencia de valor”, a “sentimiento de valor” o a “contacto con el valor”. De esta manera, los valores se distinguen por su cualidad de tocar internamente a la persona, de hallarse en esa cercanía corporal “sensible” al propio ser, como alimento indispensable para la nutrición del alma, que tiene el poder de movilizar a la persona (Längle, 1991). Cuando estos valores no se perciben, o hay carencia de ellos, el movimiento no ocurre.

Aun cuando, sigo sintiendo esa misma inquietud difusa que cuando me encontraba en la práctica, a diferencia de esa vez, hoy siento que casi puedo tomarla y comprenderla. He aprendido que esa ansiedad es una voz interior, que de alguna forma, me envía un mensaje de disconformidad, que me dice que aquello en lo que estoy “no es bueno para mí”. Que me muestra, a momentos, este desbalance y la incomodidad que significa cumplir obligaciones más que valores.

Bibliografía

Längle, A. (1991) Contacto con el valor: significación y eficacia del sentir en la terapia analítico-existencial.

Längle, A. (2006) La 2ª motivación fundamental de la existencia: libro de texto de formación en Análisis Existencial.