Sociedad infantilizadora y el acceso a una vida plena


¿Qué es una sociedad infantilizadora?
Cuando hablamos de infantilización, por lo general nos referimos a una situación referida a los niños y adolescentes, como un proceso en el cual no se les ha permitido el desarrollo de sus habilidades y autonomía, manteniendo un estado de dependencia hacia el adulto. Sin embargo, la infantilización no sólo es un proceso que atañe a la infancia y juventud, sino que también los sujetos adultos podrían estar bajo el influjo de ella a través de la sociedad.

Hablamos de sociedad infantilizadora en la medida que ésta le ha restado el espacio y poder a las personas de confiar en su capacidad fenomenológica de intuición, de toma de decisiones basada en el conocimiento que emerge de sí mismo, y en la posibilidad de poner en juego sus habilidades en la interacción con su contexto (mundo), de tal modo de ir ganando experiencia y confianza en ellas.

Al parecer, una sociedad donde el conocimiento científico y tecnológico que ha permitido alcanzar cada vez mayores estándares de bienestar al ser humano, le ha restado al mismo tiempo su espacio de libertad para poder relacionarse con su mundo de forma auténtica, tomando posición y actuando con libertad y responsabilidad por su propia vida.

El desarrollo de las ciencias y el acceso al conocimiento, ha permitido al ser humano tener cada vez mayor información en ámbitos tan diversos y necesarios como temas de salud, psicología, económicos e incluso climatológicos, o del acontecer cotidiano en distintos lugares del mundo. Reconociendo el valor que puede tener este desarrollo, y la utilidad incluso cotidiana para el ser humano de esta información, lo preocupante es la aparición de una excesiva dependencia de ella en la construcción de la vida de cada persona, restando lugar al conocimiento personal.

De este modo, podemos observar que gran parte de nuestras decisiones están “mediadas” por la información a la que accedemos por Internet o a las recomendaciones de especialistas. Muchas veces no sólo están mediadas, sino que “necesitamos” o “dependemos” de que se nos entreguen estas pautas de acción para actuar tanto en temas cotidianos como qué ruta tomaremos hoy de regreso a casa, hasta temas con mayor impacto en nuestras vidas como la educación de nuestros hijos, elección de pareja, manejo de crisis vitales, entre otros. Probablemente en el último tiempo se deben haber escrito cientos de manuales sobre cómo actuar en distintas situaciones de vida, y proliferan foros en búsqueda de soluciones a las situaciones de vida.

La pregunta es, cuánto ha perdido el ser humano de cercanía con su propio conocimiento e intuición, y cuál es el impacto de este proceso de buscar fuera de sí las respuestas o las pautas de acción generales para sus circunstancias de vida particulares.
Hablamos por lo tanto de infantilización también en los adultos, en la medida que hemos perdido la autonomía para la toma de posición y decidir, a través de la pérdida de validación o confianza en nuestra capacidad de intuición y conocimiento de sí mismo.

¿Qué sucede a nivel social que fomenta la infantilización?
Además, del desarrollo de las ciencias y el acceso a la información, también se debiese revisar cómo este desarrollo le ha restado espacio al conocimiento que surge de sí mismo, como es la capacidad fenomenológica de intuir, de ponerse en contacto con su mundo, evaluar, tomar posición y actuar.

Al respecto, es necesario reflexionar cómo desde las profesiones de la salud, por ejemplo, restamos espacio a los “pacientes”, en un tipo de interacción en la cual la definición de lo que les sucede está en manos del especialista, y sólo se requiere del “paciente” que entregue cierta información y siga las instrucciones acordes al procedimiento médico del que se trate.

Convertirse en madre, es probablemente una de las etapas más importantes de la vida para una mujer, donde está más en contacto consigo y con la vida que se está desarrollando en su vientre. Se habla tanto de la intuición de madre, y tanto de que “nadie nos enseña a ser padres”, pero ¿En la actualidad es así?

Existe un intento activo a nivel social por enseñarnos a ser padres, desde momento mismo de la gestación, la madre recibe información y recomendaciones sobre lo que le está sucediendo, lo que le sucederá, y pautas respecto a cómo debe actuar en el cuidado de su bebé. La forma en la cual ocurre el parto, también es un indicador de la forma en la que se le ha quitado la naturalidad al proceso y la conexión con su intuición en el ejercicio diario del ser madre.

Ya nacido el niño, los padres se ven sometidos a su proceso de cuidado y crianza bajo la mirada de la opinión de pediatras, profesores y psicólogos. Como si estuviesen rindiendo un examen a través de su vida donde son evaluados en su ser padres. Pero ¿Qué tienen que decir ellos al respecto?, ¿qué ven ellos día a día en su relación con sus hijos?, ¿cómo ven a sus hijos?, ¿cómo se ven a sí mismos en su rol de padres?, ¿cuánto de su actuar son tomas de posición personales?

El punto aquí no es negar la importancia y lo que tiene que decir cada una de las profesiones en torno al desarrollo del niño y del ser humano. El punto es cómo equilibramos la ecuación, y damos espacio a la persona, a su capacidad fenomenológica de intuir, y al conocimiento que desde ahí emerge como válido, de tal modo que pueda desde su libertad tomar posición y actuar sobre su propia vida. Esa es probablemente la base de la autonomía, y elemento sustentador de una vida plena.

¿Cuál es el rol de los padres desde el AE en torno al desarrollo del niño orientado a una vida plena?
Es necesario que los padres tengan acceso a su propio conocimiento, confiar en su capacidad intuitiva, desarrollarla y ponerla en juego, no sólo respecto a su rol de padres, sino que en la construcción de su propia vida. Tomar posición y actuar con entrega son bases para la vida plena, y probablemente quien logra vivir con entrega, facilita a sus hijos el acceso a las condiciones para ella.

Respecto al desarrollo de los niños, una de las condiciones esenciales es validar el acceso que tienen ellos mismos a su vivenciar, a sus emociones y sentimientos. Permitirles conectarse con estas percepciones, darles espacio para expresarlas y hablar de ellas en la medida que les es posible.
Ver y confiar en sus capacidades y dar espacio para que puedan ir realizando el ejercicio de tomar posición -respecto a su contexto y situaciones de vida- que van a ir cambiando en la medida de su desarrollo, pero es necesario que el niño reconozca y pueda experimentar el “Yo Puedo” y “yo no puedo”, así como los “yo quiero” y “yo no quiero”, y los “yo siento”.

Dar espacio al desarrollo del niño, permitir el desarrollo de una autonomía creciente, es un ejercicio que puede movilizar muchas inseguridades en los padres, marcados por un “deber ser” los otorgadores de un bienestar malentendido, en el cual se satisfacen todas necesidades (incluso aquellas que no llegan a ser experimentadas por el niño como necesidades), dejando de reconocer la importancia que tiene para el desarrollo de la frustración y de los “no puedo”, como límites de su yo. Nadie logra tomar decisiones por sí mismo, si las han tomado antes por él. Nadie aprende la importancia de levantarse, si nunca se ha caído. Nadie sabe lo que es ser feliz, si nunca se ha experimentado la tristeza.

De lo que se trata es de permitir que emerja lo propio del niño, del adolescente y joven que se convertirá en adulto. Reconocer esta otredad, y no perder la visión de que es otro que en muchos aspectos aun depende de mí, pero no que no soy yo, y por lo tanto, la construcción de su vida será desde sí mismo.

¿Cuáles son las consecuencias de la infantilización para el logro de una vida plena?
La dependencia de otros (personas) o lo otro (cosas, información, ciencia, etc.) en la propia vida, lleva a un actuar desapegado de sí mismo, pérdida de conexión con lo propio, con tendencia a prestarse. La vida de la persona transcurre restándose de sí mismo, sin ser un protagonista de su vida, podría sentirse insatisfecho y vacío, pues no está ahí presente.

Una de las condiciones para el logro de la vida plena es la interacción de la persona con su mundo interno y externo. Para este proceso de interacción se requiere no sólo estar físicamente presente (vegetar), sino que ser parte activa a través de las tomas de posición. Es quizás aquí donde afecta más fuertemente la infantilización, pues impide la toma de posición auténtica. Lo central no es el desarrollo exacerbado de las ciencias y la abundancia de información y acceso al conocimiento, eso es positivo. El problema es la forma en la que nos relacionamos con ello, la dependencia y subordinación a ello, que surge desde una pérdida de conexión con el vivenciar y validación con nuestra capacidad fenomenológica y el conocimiento que emerge de ahí.

Lo que planteamos se relaciona con la construcción de los puentes hacia el mundo interno, a la interacción con él, con el vivenciar, y a otorgar un lugar central a lo que la persona tiene que decir respecto a sí mismo, a su mundo, a su contexto, a su situación de vida, de forma auténtica y personal, basada en su libertad y responsabilidad.

Úrsula Echeverría

Psicóloga
Formación en Análisis Existencial

uechever@uc.cl

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Chile
Infancia - Childhood
N° 15 - 2016