“Cada acción es su propio monumento.”
(Víctor Frankl)
Recientemente fue dada a conocer una importante noticia para muchas personas y familias que esperan radicarse y hacer de Chile su nuevo hogar:
“Inmigrantes podrán atenderse en hospitales mientras tramitan su visa. Aproximadamente 45 mil extranjeros podrán atenderse desde el primer día en los servicios de salud del país y no esperar los cuatro meses que demora la tramitación del documento”.
La buena noticia viene a mostrarnos – en su otra cara- la carencia y vulnerabilidad de miles de personas que por diversas circunstancias han elegido en este tiempo emigrar a nuestro país en busca de mejores oportunidades de trabajo y estabilidad económica, decisión que en muchos casos ha sido duramente exigida por condiciones de la realidad, tomada libremente o no. Se trata en su mayoría de personas pobres, provenientes principalmente de países vecinos de América del Sur (Perú, Argentina, Bolivia, Ecuador, Colombia, entre otros) las que hoy alcanzan a más de 440.000 (1) .
Con anterioridad a este anuncio, los inmigrantes que se encontraban en el proceso de obtención de la autorización para permanecer en el país, han debido arreglárselas de cualquier modo en caso de presentar problemas de salud, echando mano a redes alternativas o padecer de la enfermedad y la dignidad. Las personas estaban ahí y como sociedad no las advertíamos…¿Qué ha hecho posible esta falta de consideración?
Desde mi punto de vista, ésta es una medida parcial que corrige sólo un aspecto de la problemática social que ellos enfrentan. El tema global se relaciona con la falta de una política migratoria apropiada al contexto socio político actual de nuestro país, que se fundamente en un enfoque de derechos humanos – que tenga al centro el valor de la persona y su dignidad – y que sea capaz de transformar la Ley de Extranjería (2) dictada en plana dictadura militar, en una lógica de seguridad nacional y protección del territorio ante potenciales amenazas extranjeras, y que deja al inmigrante capturado como una figura extraña y amenazante. Está pendiente a nivel político aún, la intención de abrirse y decidir con determinación por una sociedad de acogida que valore la incorporación de extranjeros y la diversidad.
Claro que es importante normar el acceso al país por razones de seguridad nacional, pero sin omitir y asegurando prioritariamente a la vez los derechos fundamentales de las personas, en especial sus derechos sociales. Mantener un vacío en este sentido facilita el surgimiento de acciones discriminatorias y la conducta xenófoba y clasista hacia los inmigrantes más desprotegidos. Una política enriquecida en cambio, que considera la migración como un hecho natural, que influye positivamente tanto en la economía como en la cultura del país y que ubica a la persona en primer plano, aporta al desarrollo de relaciones más igualitarias y al establecimiento de condiciones sociales y estructurales básicas para la realización de la vida de quienes llegan con esta aspiración. Desde la mirada del Análisis Existencial comprendemos además, que la generación de un contexto que admite y valora la incorporación de inmigrantes, que es tolerante e inclusivo ante la diversidad y la diferencia, que construye una trama social basada en vínculos de cooperación y no de competencia, será propicio para el logro de las Motivaciones Fundamentales que permiten la realización de una existencia personal plena: “el poder ser”, “el gustar vivir”, “el permitirse ser sí mismo” y “el actuar con sentido”. Esto sería, a mi entender, una forma de acoger la diferencia desde la libertad, fundada sobre una convicción del valor de la vida humana, que no reduce la persona del extranjero.
La actitud que hemos tomado como sociedad ante la posibilidad de decidir por la inclusión de los inmigrantes como “un otro semejante” revela nuestra esencia, nos pone frente a nuestro modo de ver y aceptar la diferencia. Podemos elegir y al parecer hasta ahora la negación ha sido la conducta fáctica elegida por la institucionalidad de cara al problema. De este modo, las reformas no llegan a ser sentidas como buenas por los mentados usuarios o lo han hecho tan lenta y parcialmente que surgen consideraciones y anuncios aislados como el que fue señalado al comienzo. Lo importante de “no ver”, de no atender la situación (aparte de los problemas sociales concretos) es el mensaje que trae consigo: la definición de quién es el otro y de qué es merecedor. La sociología se refiere en este caso a la “dialéctica de la negación del otro”, entendido el “otro” como inferior… lo mismo ha ocurrido históricamente con la integración de nuestros pueblos originarios. Curioso, no ocurrió igual en Chile con la migración europea de principios del siglo XIX…
Como señalé, la ausencia de una política migratoria justa e inclusiva contribuye a ratificar la visión negadora/inferior de los inmigrantes, especialmente de aquellos en condición de vulnerabilidad. No obstante, como sociedad vemos y escuchamos a diario su presencia y nos encontramos por todos lados con una increíble diversidad de personajes, de estilos y formas, de colores, aromas y sabores, de acentos, idiomas, modos de trabajar, de resolver y pensar, que no hacen más que enriquecer el panorama social, económico y cultural del país. Si estamos dispuestos a mirar, no podremos dejar de verlo. En este tipo de actitud podemos ejercer nuestra libertad y tenemos la posibilidad de acercarnos a la realidad para recibir su diversidad, cuestionando el paradigma deshumanizante, que anula a las personas y abusa de su fragilidad.
Como personas sociales somos libres para poder dejarnos interpelar, sentirnos tocados por la nueva realidad enriquecida con la inmigración, asombrarnos, abrirnos y confiar. Perder el miedo a lo desconocido, siendo más generosos y menos presumidos. Como personas podemos desarrollar valores actitudinales de respeto, consideración y justicia, desde donde aportar al reconocimiento y aceptación de los demás, individualidades, singularidades, seres humanos todos, iguales a sí, en potenciales y derechos. Así, en la manera que como sociedad identifiquemos a “los otros” veremos reflejada también nuestra propia identidad.
Qué importante será avanzar hoy entonces, en la definición de políticas respetuosas de las diferencias que valoren positivamente la consideración de lo propio, la renovación e inclusión y la interculturalidad.
(1) Fuente Ministerio del Interior
(2) DL 1094, año 1975, dictada por la junta militar