Permitirme ser como soy, en donde esté y con quien esté


Por Julia Elena Casanova.

Este mes de Septiembre tan caro a los sentimientos de los chilenos por sus Fiestas Patrias nos pone en contacto con aquello que nos crea el sentimiento de pertenecer, de ser parte de algo llamado PATRIA. Lo que nos da identidad como pertenecientes a eso que representa nuestro HOGAR, nuestra MORADA. Nuestra nacionalidad forma parte de nuestra identidad. Lo hemos visto en el fútbol, en el Mundial: ¡cómo mueve sentimientos, fanatismos, lealtades, enfrentamientos! Todos trazamos una frontera: lo mío y lo del otro. ¡De qué somos capaces para defender lo nuestro!

¿Qué es entonces esta IDENTIDAD que me acompaña en todo momento?

La palabra identidad proviene del latín identĭtas y hace referencia al conjunto de rasgos propios de un individuo o de una comunidad, los cuales caracterizan al sujeto o a la colectividad frente a los otros. El término también alude a la conciencia que la persona posee de sí misma y que la convierte en alguien distinta a los demás.

Existen dos visiones acerca del concepto de identidad: una de ellas ( sustancialista) afirman que los procesos de identidad confluyen y concluyen en determinado momento afirmándose como un “SER” completo y formado que sufrirá los avatares de la vida sin perder su esencia. La otra visión (procesalista) prefiere pensar la identidad como una construcción y como conciencia de esa construcción de manera inacabada y abierta. Para esta visión no habría un ser, sino un “estar siendo” siempre perfectible y en búsqueda de una armonía superior y más estable.

Si consideramos que la Identidad es la respuesta a ¿quiénes somos? o ¿cómo somos?, diríamos desde el Análisis Existencial que esta construcción es resultado de un PROCESO en el que recibimos múltiples influencias que permiten que tengamos un registro de huellas mnémicas por el que sabemos desde el nacimiento que somos los mismos aunque evolucionemos y cambiemos. Esta memoria AUTOBIOGRÁFICA parte desde el registro del cuerpo y sus sensaciones internas y externas, hasta constituir el yo corporal. Cuando nos percibimos como un cuerpo diferenciado de las otras personas nos damos cuenta que nuestra imagen de sí también es única y particular. También nuestra propia estima (auto y heteroestima) es un proceso en el que interviene la presencia del otro como el límite entre el yo y el no-yo. Necesito del otro, de sus cuidados, de su consideración, de su valoración para formar mi propio AUTOCONCEPTO.

Recuerdo el dolor de un paciente al contar sus experiencias de infancia, relata que “mi papá nunca me prestó atención, yo sólo era importante para él cuando ganaba un partido de tenis porque así él se ufanaba frente a sus amigos. Además sus propios amigos le llamaban la atención sobre la manera en que me trataba desde fuera de la cancha cuando iba perdiendo.” Esta necesidad de consideración y de aceptación por parte de su papá ha sido un condicionante para su autoestima: “nunca es suficiente”, esperar siempre esta aprobación y la palabra de aliento han sido una constante frustración. Aún hoy, ya con 34 años va a visitar a su papá y sus expectativas se frustran al ver que “él no cambia, no me registra”. El proceso de percepción y aceptación de “la realidad de su padre” ha sido tema de muchas sesiones.

Vemos en este ejemplo cómo la familia es la primera formadora de la identidad y transmisora de las pautas culturales que con el crecimiento la persona irá confirmando o cambiando al crear su propia visión del mundo o filosofía de vida.

La cultura nos dice acerca de qué define, por ejemplo, a un hombre o a una mujer cuando permite el acceso a un trabajo a alguien por ser hombre y se lo impide por ser mujer. Nos preguntamos: ¿Cómo es en mi país ser mujer?, ¿Lo sufro?, ¿Lo siento pesado? Hay culturas más “machistas” y también culturas “matriarcales”. En el consultorio ayuda conocer estas características culturales familiares pues tienen una importante influencia en la construcción de la identidad ya que marcan lo “permitido” o lo “prohibido”, las normas que regulan la convivencia, los parámetros por los que va a guiar su propia conciencia, etc.

En este proceso de identidad buscaré definir qué es para mí ser yo mismo, único, diferente, saber qué es lo propio y qué es lo ajeno, lo íntimo y lo público (puesto a prueba actualmente con las REDES SOCIALES). Reconocerme implica poder DELIMITARME. Saber quién soy yo como individuo, inconfundible, claramente distinto. En esta afirmación de lo propio radica la posibilidad de salir al ENCUENTRO del otro y así discriminar también lo tuyo. Esto es fundamental para poder hablar del nosotros sin correr el riesgo de perderme a mí mismo. En esta dialéctica está siempre lo común con todos los demás y lo diferente de todos. Cuando trabajamos con parejas vemos que, cuando falta esta delimitación, el encuentro es muy difícil.

¿En qué puedo reconocer que yo soy yo? Para el Análisis Existencial este reconocimiento depende de condiciones de uno mismo, que son las fuentes de la Identidad (A. Längle).

Las raíces o fuentes de la identidad son:

1. Reconocimiento del hecho de que tenemos un cuerpo: el cuerpo ayuda al ser humano conocer que él es él, ya que representa una constante, algo que permanece a través del tiempo, es un sostén, nos da morada un habitáculo en el mundo, es un eslabón mediador entre yo y el mundo.

2. Afectividad: los sentimientos. Todos los sentimientos, estados afectivos, impulsos, deseos, los vivenciamos de un modo yoico, me pertenecen. Reflejan el hecho de que el mundo hace algo con nosotros.

3. Arbitrio: es la propia voluntad. Gracias a esta fuerza espiritual del hombre podemos decir sí o no. Esto es libertad. La ELECCIÓN es propia personal de cada ser humano. Es el ser humano el que a través de sus decisiones le da forma a su vida. Al decidir el ser humano vivencia que no puede dejar de ser libre. La identidad necesita de autoafirmación.

4. El Obrar: el hombre con sus actos provoca efectos sobre el mundo, se descubre como autor o causa de un efecto en el mundo

Se necesitan de las cuatro fuentes para vivir en plenitud nuestro ser persona.

Desde esta mirada analítico-existencial prefiero considerar la identidad como un proceso que necesita para su desarrollo del cumplimiento de las condiciones para una vida plena de cada Motivación Fundamental:

De la primera Motivación necesito, como ya se mencionó, reconocer mi CUERPO con sus recursos y límites, aceptar esas condiciones para verlas en su unicidad. También lo fáctico de la situación, la cultura, la familia, la posición social como espacios posibilitadores o inhibidores de esa individualidad.

De la 2ª MF necesito haber experimentado que mi vida es valiosa, que alguien estuvo allí para contenerme afectivamente, sin que yo tuviera que ser de una manera determinada, recibir ese amor como una “gracia” de manera incondicionada. Sentir esa cálida relación con la vida que lleva a valorar el tiempo en su esencia vital.

De la 3ª MF la posibilidad de haber recibido RESPETO frente a mi posibilidad de ser autónomo, con opinión y voluntad propia, con una forma particular de vivir las cosas. Sentir que mi persona vale para recibir la atención y consideración del otro. Sentir que recibo un trato justo y que se me “toma en serio” en mi integridad y dignidad personal.

Ser visto y verme en mi particularidad (1ª MF)

De la 4ª MF la posibilidad de reconocer el lugar en el mundo en donde quiero permanecer y aportar lo mío, en una actividad que a su vez sea una entrega a la comunidad de la que me siento parte.

En este proceso, que es evolutivo, necesito además la propia afirmación, decir lo propio, AUTODELIMITARME. Permitirme ser como soy en donde esté y con quien esté. Esta delimitación también es una conquista progresiva no siempre fácil de lograr. Puede haber impedimentos internos como por ej.: tener miedo a afirmarme por el riesgo de perder el afecto en una relación, o ser excluido de un grupo de pertenencia por pensar distinto (tristemente vivido en la represión política) o por tener una inclinación sexual distinta y no estar dispuesto a “pagar” este costo emocional. Por lo tanto, vemos que se necesita tener una relación sostenedora y lo suficientemente cercana afectivamente para poder delimitarnos (1ª y 2ª MF).

Como vemos este proceso es también dialéctico, siempre requiere del encuentro con el mundo para su logro. Si el mundo o los vínculos han sido opresores o indiferentes tendré problemas para poner mis límites y tal vez prefiera que me los pongan desde afuera o que sea por ej. El propio cuerpo quien me los ponga a través de una enfermedad que “me obligue” a detenerme cuando mi obrar es “sin límites” hasta no dar más.

Afortunadamente y al decir de Längle, “la vida es tiempo” y esto es lo más preciado que tengo. En este tiempo habrá etapas con más o menos sufrimiento y plenitud. ¡Ojalá que esta PRIMAVERA traiga para todos renovadas energías en la búsqueda de la propia identidad!

Julia Casanova
Psicóloga Clínica
Directora Asociación Argentina de Análisis Existencial
Mendoza
juliaecasanova@gmail.com