Por Elisa Broussain.
“Mi autoestima no sólo depende de afuera –eso sería determinismo exterior- (…) yo también estoy en condiciones de tomar posición respecto a mí mismo.” 1*
Si pensamos la apariencia, la imagen, la propia estética biológica y sus problemas podemos reducir nuestro pensamiento creyendo que éstos son puntuales, siempre concretos y referidos por ejemplo a una nariz más o menos respingada. El corte de pelo, el entallado del vestido, el maquillaje a veces, pueden como instrumentos colaborar para destacar nuestra potencialidad física. Sin embargo, generalmente, cuando se trata de un obstáculo en la aceptación y aprecio de sí mismo, es decir, a nivel de la autoestima, nos referimos a un sustrato del ser, una imagen (autoimagen), una actitud o incluso un sentimiento bastante más abstracto, interior y existencial.
Las condiciones de mi entorno, las circunstancias de mi vida, me han otorgado o no el espacio para existir, la síntesis de mis propias características, el hecho o el sentimiento de que puedo o no ser.
Acercarme a los que amo, a lo que amo, a los sentimientos como referencia, me habilitan a una relación con la vida y a entregarme a la propia. Esta es una guía para saber de mí. Pero si en el camino alguna pena quedó sin consuelo o la pérdida de alguien valioso sin duelo, estos quedan pendientes y pueden impedir la corriente de sentimientos y placer.
A su vez, la contemplación, la justicia y el aprecio de otros me ha encaminado al encuentro con mi persona, al acceso a mi mismidad en la intimidad, como espacio interior donde puedo empezar a encontrar mi propia esencia.
O no.
¿Qué nos queda si no he podido llegar a mi encuentro?
¿Qué pasa si escuchamos los sentimientos tristes de desajuste interior, de injusticia personal? ¿Puede, por contraste, emerger la contrapropuesta propia de lo que soy que no fue visto, ni tratado justamente y menos apreciado? ¿Qué puedo hacer yo por mí mismo?
La escucha, la autoescucha interior, emocional, racional, corporal. Y si eso también ha sido impedido, quizás buscar, con humilde persistencia, un psicoterapeuta que nos trate con consideración, justicia y aprecio. De esta forma se logra una mirada actualizada y dialógica del autoestima que aúne por un lado, la devolución que me hace el otro de mi ser y por otro, la vivencia de mí mismo por mí mismo. Este estar frente a mí, me habilita a mantener una apertura bilateral, reflexiva, refleja.
Así la consideración recibida se traduce adentro como la habilidad para autopercibirse o la distancia necesaria para la elaboración de la autoimagen. El trato justo de otros, en mi capacidad de tomarme en serio y comprometerme con mi propia autenticidad. Y el aprecio como un filtro positivo de mí.
Para ejemplificarlo de manera muy concreta, podría referirme a mi quehacer laboral. El maquillaje. Un maquillaje exitoso por ejemplo, es el que se enfoca, como el aprecio de otros, en los rasgos más lindos de la persona y los destaca, los pone en valor. Aquí la técnica es importante, pero lo es más aun si no se pierde de vista el rostro completo de la persona, el tono de su cuerpo, su personalidad, el contexto para el que la estoy preparando. Todo esto se da si es que hay diálogo y contemplación. Así puedo percibir correctamente a la persona.
En cuanto a la autonomía de la autoestima, una clase de automaquillaje puede ser otro ejemplo muy pragmático. Se basa en parte en la puesta en práctica a solas de lo aprendido en mi contemplación y aprecio entregado, además de las técnicas y los productos más adecuados. La autocontemplación ejercitada. Y así como con el espejo, me acerco y me alejo, en el trato con la propia autoestima, la distancia es paradojal, porque “me distancio entrando” o “cierro los ojos para poder verme”, “me permito ser vista por mí” con la apertura adecuada, con la distancia conveniente en la que me pueda mantener y no perderme de foco.
El maquillaje no es indeleble ni eterno, la experiencia de descubrir las potencialidades estéticas de los rasgos que he destacado, un aprendizaje instrumental, pero de todas formas es un aprendizaje nuevo sobre mí. Un mediador entre mi imagen y yo que entrega espacio interior, relación consigo y poder. Puedo ser, gusto del ser, me lo permito.
Al tomarme en serio me relaciono, aprendo a evaluarme y sintonizar conmigo misma. Para sintonizar adecuadamente, cada vez que tomo posición con respecto a mí, hay una reflexión consciente de lo que hago y siento. Tengo eso en una mano. En la otra, me permito sentir la profundidad del propio ser en armonía (o en proceso de ajuste) con la conciencia y los valores comunes. Me puedo sostener. Me duplico. Tengo contraparte.
Hablaba de una mirada “actualizada” de mí. Personalmente, las reflexiones o etapas relacionadas conmigo y mi propia autoestima, me remiten hoy día a una vivencia intensa sobre el presente. El pasado se me enriela y se cuadra conmigo para ver en qué puede ser útil hoy. Recabo así todo lo que he sido y por lo que he pasado y lo incorporo, me completa. Todo esto puede suceder claro cuando me he comprendido en el pasado y he aceptado lo que ha sido, mi entorno está estable y me doy tiempo para estar cerca de mí. El foco final lo logro en un trato justo y validante conmigo. El presente lo vivencio cuando me tomo en serio y me veo. Veo hoy la fracción de mi esencia que soy capaz de captar hoy -porque mañana puede ser otra fracción- como el diafragma de un lente de fotografía que se ajusta para imprimir la luz adecuada. Este descubrimiento de mí, lo alineo con distintas dimensiones de mi ser y eso incluye mi imagen. Vuelvo entonces a reflejarme en mi apariencia, como un conjunto de símbolos combinados, escogidos, a la moda o no. Tengo hoy esta esencia de mí y luego la vuelvo a soltar para seguir con ella libre adentro, colaborando y señalando caminos llenos de sentido. Transformándose como la moda, manteniéndose como el estilo.
Me parece que todo esto es justo.
Nunca antes de conocer el Análisis Existencial, pensé en la justicia como un hecho que tuviera tantas repercusiones psicológicas, que fuera tan estructurante para la autoestima y menos, que pudiera ser yo una de las juezas en todo esto. Pensando en el arquetipo de la Justicia, decidiría quitarme la venda y mantenerme evaluando adentro y afuera para ir cimentando la continuidad de mí en una ruta –que intento- vaya en expansión.
1 Längle, Alfried, texto de estudio III MF p. 43
Elisa Broussain
Maquilladora profesional
Alumna de psicología UAHC y de Postítulo ICAE
elisabroussain@gmail.com